Pocos, o muy pocos ciudadanos se han percatado que al tiempo que se debaten las reformas energética y fiscal, también asistimos al arranque de la carrera presidencial de 2018. ¿En serio?
Sí. Y por increíble que parezca y por descabellado que resulte, en las semanas por venir veremos a partidos políticos, legisladores y gobernantes analizar, discutir, negociar, pactar y hasta intercambiar reformas que serán el pavimento por el que correrá la elección presidencial de 2018.
Es decir, que seremos testigos no sólo de la enésima reforma electoral en los últimos 25 años, sino que empezaremos a ver las primeras reformas que intentan cambiar el caduco régimen de partidos y el sistema presidencialista, para dar paso al reacomodo del poder y a una suerte de primer intento o primera aproximación a un régimen semi-parlamentario.
Y todos esos cambios son exigidos de manera simultánea por el PAN y el PRD en el Congreso —y al interior del llamado Pacto por México—, a cambio de entregarle a Peña Nieto y a su gobierno las reformas fundamentales de su gestión; la energética y la fiscal. Pero vamos por partes.
Primero vale decir que el gobierno de Peña Nieto y el PRI están de acuerdo —en términos generales—, en una reforma electoral que pudiera incluir algunas de las propuestas y cambios de la derecha y las izquierdas, como la reelección, la segunda vuelta en la elección presidencial, la anulación de los procesos electorales si es que se rebasa el tope de campaña y la creación de un IFE nacional. Claro, entre muchas otras reformas.
Pero además, el PRI también parece dispuesto a debatir temas que significarían el cambio de régimen, como la ratificación del gabinete por parte del Congreso y la creación de un jefe de gabinete. De igual manera las cámaras legislativas ya aprobaron una reforma constitucional —que requiere aún de la aprobación de congresos locales—, para que en las elecciones mexicanas existan candidatos independientes. Es decir, que los partidos no sean más la única franquicia capaz de postular candidatos a puestos de elección popular.
Ahora bien, ¿saben por qué razón el PAN y el PRD exigen que las reformas arriba citadas se aprueben antes que las reformas fiscal y energética? En la respuesta está el truco. Porque los partidos de la izquierda y la derecha saben bien que entregarle a Peña Nieto reformas como la fiscal y energética sería darle al PRI un importante pasaporte electoral para la elección de 2018. ¿Y eso qué? podría preguntar algún iniciado.
Pues que el PAN y el PRD quieren que a cambio de ese pasaporte electoral que le entregarán a Peña Nieto con las reformas energética y fiscal, el PRI les garantice a la derecha y a las izquierdas que el pavimento de la carretera por la que transitará la contienda presidencial de 2018, sea no sólo reparada de los baches de 2006 y 2012, sino que se encuentre en las mejores condiciones posibles para garantizar una competencia equitativa, confiable, legal, y sin trampas electorales.
Dicho de manera coloquial. Que el PAN y el PRD quieren pactar los candados necesarios para que la de 2018 sea una elección confiable. Y claro, pretenden amarrarle las manos al PRI. Sin embargo, también es cierto que el PAN y el PRD saben que no van a conseguir todo aquello que se les ocurra o todo lo que ellos creen que es urgente.
En el fondo, en las semanas próximas veremos un toma y daca entre PRI, PAN y PRD. Por lo pronto, el PRI tiene en el PRD a un aliado clave y fundamental en la reforma fiscal —enmienda que literalmente fue entregada a las izquierdas—, y con ese partido acordará una parte del paquete político electoral. En el otro bando, el PRI tiene en el PAN un aliado también fundamental y, por eso, con los azules el tricolor también negociará parte de la reforma político electoral.
En realidad el PRI juega en tres pistas al mismo tiempo. Con el PAN pacta la reforma energética y una porción de la enmienda político electoral, en tanto que con el PRD pacta la reforma fiscal y una parte de la político electoral. De esa manera, el PRI tiene el control de todo el proceso y en cualquier momento tiene las fichas suficientes para hacer las reformas con la fuerza que considere conveniente.
Y frente a esa realidad —que deja fuera a los que no ven más allá de su nariz—, tiene sentido el llamado que hizo AMLO a Peña Nieto hace días, cuando el de Tabasco ofreció su “mano franca” a Peña Nieto.
Aquí dijimos que AMLO buscaba el apoyo de Peña para ser parte de las reformas y para formar su partido. El domingo pasado, en Hidalgo, fracasó la asamblea fundacional de Morena. Así o más clara la respuesta de Peña al señor López.
Leído en http://www.eluniversalmas.com.mx/columnas/2013/10/103816.php
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