“Recesión es cuando un vecino pierde su empleo. Depresión es cuando tú pierdes el tuyo”.
Harry S. Truman
Nadie en el gobierno quiere usar la palabra. Es un término peligroso, incluso obsceno. Se utiliza más como amenaza que como descripción técnica.
Cuando el diputado petista Adolfo Orive le preguntó al secretario de Hacienda el 12 de septiembre si México estaba en recesión, Luis Videgaray fue tajante: “La respuesta es no”. Pero añadió: “De no tomarse medidas para acelerar el crecimiento, particularmente no alterar la meta de balance cuando están disminuyendo los ingresos públicos, entonces sí que el bajo crecimiento se transformará en una recesión.” En otras palabras, hay que aumentar el déficit para evitar la recesión. La definición popular de recesión, como dos trimestres de contracción en el Producto Interno Bruto (PIB), no la utilizan los economistas profesionales. La Oficina Nacional de Investigaciones Económicas de los Estados Unidos define una recesión de manera más vaga: como una caída significativa de toda la actividad económica -el PIB, el ingreso real, el empleo, la producción industrial, las ventas al mayoreo y al menudeo- durante varios meses. Sobre esta base el economista Jonathan Heath afirma que nuestro país se encuentra en recesión desde noviembre de 2012.
Es verdad que las cifras anuales del INEGI muestran un crecimiento pequeño del PIB en los dos primeros trimestres de 2013. Pero las desestacionalizadas, las que comparan un trimestre contra el inmediato anterior, reflejan un alza de sólo 0.3 por ciento en el primer trimestre y una caída de 0.74 por ciento en el segundo, mientras que la tendencia ciclo tiene ya dos trimestres con caídas.
La discusión sobre si estamos o no en recesión es insustancial. Aceptar que hay una recesión es reconocer un fracaso y por eso los gobiernos no la reconocen sino hasta después de terminada. Pero nadie niega que estamos viviendo cuando menos una desaceleración brusca.
Este 8 de octubre el FMI bajó su predicción para el crecimiento mexicano de 2013 de 2.9 a 1.2 por ciento. En los Criterios Generales de Política Económica para el año que viene la Secretaría de Hacienda todavía prevé una expansión de 1.8 por ciento para el 2013, pero la proyección original era de 3.5 por ciento.
La receta del gobierno para evitar la recesión -o para impedir que ésta empeore- es aumentar el déficit de presupuesto. Hacienda dice que lo llevará a 1.5 por ciento del PIB para 2014.
Los gobiernos siempre presentan el déficit así, como porcentaje del PIB, porque lo grande, 263 mil 877 millones de pesos, se vuelve pequeño, “apenas 1.5 por ciento”. Las cifras oficiales del déficit, sin embargo, nos presentan sólo una parte de la realidad. Si sumamos todo el gasto gubernamental, incluyendo la inversión de Pemex, los pagos de Pidiregas y el servicio de deuda del Fobaproa, el déficit real alcanza el 4.1 por ciento del PIB, o sea 721,264 millones de pesos. Esto significa que el 16 por ciento del gasto gubernamental no estará respaldado en 2014 por ingresos sino por nueva deuda.
Quizá este enorme gasto deficitario impulse un crecimiento temporal de la economía. Pero ¿a costa de qué? De un aumento brutal de la deuda pública. Mientras los mexicanos comunes y corrientes hacemos sacrificios para dejar una mejor situación a nuestros hijos, nuestros políticos quieren gastar hoy para dejar la factura a los que vienen detrás. La experiencia en los sexenios de Luis Echeverría y José López Portillo, de cuya sabiduría económica abreva el gobierno de Enrique Peña Nieto, sugiere que este endeudamiento extremo tarde o temprano llevará a una crisis.
Pero eso quizá quiere el gobierno. Los pobres son la mejor clientela de los gobiernos populistas. Una buena crisis aumentará su número.
Urgente
Dice César Camacho, presidente del PRI, que la reforma fiscal es urgente e impostergable. No la consideró así cuando el PRI estaba en la oposición. No quiere tampoco ver sus consecuencias negativas.
www.sergiosarmiento.com
Leído en http://criteriohidalgo.com/notas.asp?id=196988
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Por favor, sean civilizados.