sábado, 9 de noviembre de 2013

Beatriz Pagés - Entre Ku Klux Klanes y anarcos

Luis Alberto Villarreal, coordinador del grupo parlamentario del PAN en la Cámara de Diputados, se describió —sin querer— a sí mismo y a la extrema derecha de su partido cuando dijo: “No somos el Tea Party ni el Ku Klux Klan”.

Si la campaña persecutoria en contra de los legisladores se originó —como algunos compañeros suyos aseguran— en su oficina, significa que sus tácticas son muy similares a las del Ku Klux Klan. Y lo que ha venido promoviendo esa organización de extrema derecha, desde el siglo XIX, es la xenofobia, la supremacía de la raza blanca, el antisemitismo y la intolerancia a todo aquello que se oponga a su ideología, intereses o pensamiento.

Recurre al terrorismo físico, aunque también a la intimidación política y psicológica para destruir a sus víctimas. Si —como asegura Villarreal— eso no es el PAN, entonces, ¿por qué recurren a prácticas de esa naturaleza para atacar a los legisladores que decidieron votar a favor de la reforma fiscal?




El punto a discutir no es si la reforma es la adecuada o no sino que, desde alguna de las oficinas del panismo, se orquestó una vez más una campaña destinada a despertar odio y avivar en las masas actitudes fanáticas.

La campaña en redes sociales donde el PAN llama traidores y personas non gratas a los diputados y senadores que votaron a favor del 16% al IVA en la frontera es —como bien lo expresó el diputado Manlio Fabio Beltrones— una expresión fascista.

Fascismo no sólo por tener una implicación autoritaria, ajena a los principios y valores de la democracia, sino porque recurre a los instrumentos más oscuros del catolicismo medieval para satanizar y condenar a la hoguera a sus víctimas.

La extrema derecha del Congreso, encabezada por el senador Ernesto Cordero y la senadora Luisa María Calderón, se ponen cada vez con más frecuencia la capucha del Ku Klux Klan, creyendo que así van a recuperar el poder.

Y así como del lado del PAN hoy dominan quienes Luis Alberto Villareal llamó los Tea Party, del otro lado, andan sueltos los anarcos.

El Monumento a la Revolución debe ser declarada como zona de desastre, y no sólo por las enormes pérdidas económicas que ha producido el campamento de los maestros sino por la pérdida de libertades, por la pauperización, el daño a los servicios públicos, al patrimonio histórico, por la inseguridad, el atraco a tiendas de autoservicio, la insalubridad y la cancelación del libre tránsito.

Los campamentos de la CNTE —los anarcos— violan todos los días los derechos humanos y ciudadanos de millones de mexicanos. Sin embargo, las autoridades sólo se preocupan por no afectar los supuestos derechos de activistas que se dicen maestros, y que viven de extorsionar al gobierno.

La pregunta es: ¿cuánto valemos el resto de los ciudadanos y qué tiene que hacer el restaurantero, el hotelero o el comerciante que está a punto de cerrar su negocio, que paga impuestos, que trata de ser un ciudadano honorable, para defenderse?

El Monumento a la Revolución es hoy un centro de infección, un lugar fétido. Las dependencias encargadas de la salud pública deberían hacer una evaluación del riesgo que implica para la ciudad tener un lugar donde las necesidades fisiológicas se realizan al aire libre.

Lo que sucede, y lo que suceda, en la Plaza de la República nos afecta a todos. No sólo a los negocios que están ahí establecidos sino a todos los capitalinos. ¿Por qué? Porque se trata del triunfo de la arbitrariedad, de la ilegalidad y del abuso sobre la ley.

Alguien dirá: ¡bueno, es que no son tantos! Aquí el problema no es de cantidad, sino lo que representa; y lo que representa es que un grupo de impostores pueden más que el gobierno y la sociedad.

Mientras el gobierno de la ciudad siga permitiendo la expropiación del Monumento a la Revolución, seguirán llegando desestabilizadores procedentes de todos los rincones del país.

La CNTE debe ser desalojada de la Plaza de la República, y no por razones políticas —que pueden ser muchas—; no para beneficiar al gobierno federal o local, sino para proteger al ciudadano cuyos derechos, en una verdadera democracia, deberían ser intocables.

Leído en http://www.siempre.com.mx/2013/11/entre-ku-klux-klanes-y-anarcos/

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