Nadie puede saber si la salida, se supone que definitiva, del PRD del Pacto y de la negociación de las reformas política y energética, es simplemente un berrinche o una decisión asumida desde tiempo atrás. Lo que es un hecho es que nadie se debería asombrar de que el perredismo se apartara del Pacto en el momento en que comenzara la hora de las definiciones en el terreno energético, pero asombra que se abriera de esa forma en la reforma política. Salir de esa negociación es un error tan grave como el que cometió el PAN cuando se retiró de las negociaciones fiscales, dejándole un amplio espacio que utilizó el PRD para colocar muchas de sus propuestas.
Pero en realidad en el perredismo no está preocupados por lo que pueda salir en la reforma política: la mayoría de sus temas ya están incluidos. Les queda, sin embargo, un capítulo central: el de la consulta popular. Se estima que a partir de esa reforma se podrá poner a consulta popular, temas que no estén ya en las leyes. En otras palabras, si el Congreso aprueba la reforma constitucional, no se podrá poner a consulta algo que acaba de ser dictaminado, que es lo que quiere hacer el PRD con la reforma energética: ponerla a consulta en el 2015 con el objeto de echarla para atrás. Si sale la ley como se está proponiendo, esa posibilidad se cerraría.
Interviene en ese sentido también el factor tiempo: el perredismo quería retrasar la reforma política, alargando el debate en el pacto y en comisiones para que ya no hubiera tiempo para sacar la reforma constitucional en el terreno energético. Aceptar una postergación de ese tipo en la energética sería una derrota para el Gobierno y para el PAN, y pondría el tema en bandeja para ser explotado a lo largo del año próximo por el perredismo.
No hay razón alguna para alargar los tiempos de debate de la reforma electoral y política. Se esté o no de acuerdo con ella, son capítulos que están sobrediagnosticados, con propuestas que están, la mayoría de ellas, sobre la mesa desde hace años. Hay que llevarlas a votación y ya. Lo mismo sucede con la reforma energética: desde hace casi 20 años está planteado el diagnóstico y las posibles soluciones y todos saben que las mismas no se podrán adoptar por unanimidad, ni siquiera por un muy amplio consenso. Para eso está el Congreso, para votar las leyes, y aún más, si se trata de una reforma constitucional donde se requieren dos terceras partes de los votos en ambas cámaras y luego la mitad más uno de todos los congresos estatales. ¿No es una mayoría suficientemente calificada? ¿en qué democracia del mundo se votan las leyes pretendiendo unanimidades?
Decía ayer en distintas entrevistas el presidente nacional del PRD, Jesús Zambrano, que lo que se violó fue el “espíritu” del Pacto, que todas las medidas incluidas en esa agenda de 95 puntos debían salir con el respaldo de los tres partidos participantes. En realidad no ha sido así en buena parte de las reformas ya aprobadas: en algunas de ellas los tres partidos votaron en consonancia; en otras hubo fracciones de esos mismos partidos que no votaron por las reformas propuestas; en otras, por ejemplo en las leyes secundarias de la educativa, el PRD votó en contra, y en la fiscal el acuerdo se dio entre el PRD y el PRI, dejando afuera al PAN.
Quizás ya era la hora de que el Pacto por México pasara a mejor vida. El Pacto se creó y fue un gran acierto, apenas un día después del inicio de la gestión del presidente Peña Nieto. El primer aniversario del Pacto se cumple el lunes y existía conciencia de que al momento de que llegara la reforma energética las posibilidades de mantener ese acuerdo serían por lo menos escasas. El debate, la lucha política siempre giró en torno a la reforma energética (que por supuesto está incluida en forma muy destacada entre los 95 puntos del Pacto) y ya es la hora de que los distintos actores asuman sus responsabilidades y jueguen sus cartas. El PRI y el PAN, junto con otros partidos como el Verde y Nueva Alianza pueden sacar esa reforma adelante, por lo menos en el ámbito constitucional, antes de que concluya este periodo ordinario. Sería un gravísimo error no hacerlo, sobre todo asumiendo que la posición perredista es y será irreductible.
El avión misterioso
Cada día que pasa la historia del avión mexicano incendiado por tropas venezolanas en la frontera entre ese País y Colombia es más oscura. Ahora nos enteramos por una comparecencia del futuro embajador de nuestro País en Venezuela que cuatro de los pasajeros de ese avión regresaron a México, vía Colombia, y que tres ya fueron interrogados por la PGR, no se sabe dónde está el cuarto, ni qué pasó con los pilotos, ni por qué se bajó e incendió el avión, ni mucho menos si, como dijo el presidente Nicolás Maduro, la nave iba “full” de cocaína, algo imposible de comprobar porque quemaron el avión y la posible evidencia. Son demasiadas preguntas en una historia que no ha tenido una sola respuesta.
Leído en http://www.am.com.mx/opinion/leon/prd-y-pacto-se-acabo-el-amor-5375.html
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