viernes, 29 de noviembre de 2013

Juan Villoro - Artículo bonsái

Cuando era niño, si alguien bajaba la vista con insistencia, significaba que se veía los zapatos o buscaba una mancha de huevo en su camisa. Hoy eso quiere decir que la persona está “texteando”. Vivimos inmersos en la cultura de la letra. La escritura dejó de ser un ejercicio aislado y se convirtió en parte de la atmósfera.

Un efecto paradójico de esta propagación de la palabra escrita es que los periódicos han entrado en crisis. Suscribirse a un diario o ir al kiosco son tareas obsoletas en tiempos en que las noticias llegan al celular que llevas en el bolsillo. El impacto de esta nueva circulación informativa aumenta en los países con mayor cobertura digital: Newsweek se dejó de imprimir en papel y The Washington Post fue vendido a Amazon.




Ciertos medios impresos (La Repubblica, Süddeutsche Zeitung, Le Monde) han tomado la decisión de ahondar en los recursos que los hicieron posibles para distinguirse de los nuevos canales de información. Esos diarios apuestan por la palabra sin imitar en su formato las páginas web.

Reforma acaba de cumplir 20 años como un notable empeño periodístico. En dos décadas ha transformado las estrategias para imprimir, distribuir y ejercer el periodismo, garantizando una irrestricta libertad a sus colaboradores. Desde hace más de nueve años me he beneficiado de la hospitalidad y el respaldo de este diario. Es mi casa. Si hablo de ella, lo hago con la autoridad del afecto.

Confieso que en los últimos días me he sentido extraño en este espacio familiar. El cambio de diseño me provocó una sensación semejante a la de prestarle la casa a unos amigos y regresar para descubrir que cambiaron la decoración. ¿Soy yo o son los muebles los que están mal?

Otros colaboradores ya han tocado el tema, demostrando la pluralidad del diario. Más allá de los gustos personales, vale la pena dirimir asuntos de criterio editorial. Los articulistas perdimos 500 caracteres por entrega, lo cual equivale a unos mil 500 caracteres por página. Esto disminuye la fuerza de la opinión y de la información. Además, el nuevo diseño privilegia lo visual, pero, paradójicamente, no permite una puesta en valor de la fotografía. Se trata, básicamente, de plastas de color que tratan de llamar la atención con la estridencia de los volantes que promueven ofertas en el supermercado.

Desde que la página -ordenada en párrafos- encontró su forma entre los escolásticos del siglo XII, Occidente sigue un método definido de lectura, de arriba abajo y de izquierda a derecha. En el nuevo diseño las “cabezas” de cada sección están a la altura del “tórax” de la página, como si imitaran al mártir San Dionisio, que murió con la cabeza entre las manos. Para leer ese “cabezal”, hay que bajar la vista.

El diseño no parece concebido para usarse, es decir, para leerse, sino para verse. Esto modifica el periodismo que ofrecemos. Por desgracia, también se enfatiza una tendencia presente en numerosos medios mexicanos, que no honra a ninguno de ellos: la explotación de la mujer como objeto sexual.

Gómez Corchado, cacique que controló durante décadas la distribución de la prensa en México (y a quien Reforma se enfrentó con su audaz estrategia de distribución), sólo reconocía una primitiva razón para que una publicación no se vendiera: “Le falta nalga”. ¿Tiene sentido seguir este criterio?

El exceso de colores me hizo pensar que tendría que leer Reforma con lentes oscuros y la noticia de perder 500 caracteres me preocupó porque era la segunda vez que eso sucedía. Si el primer recorte fue una poda, el segundo nos metía de lleno en la jardinería estilo bonsái.

El domingo mi desconcierto se convirtió en alarma. Dos importantes suplementos, Enfoque (dedicado a la política) y el espacio cultural El Ángel (de por sí disminuido), se fundieron en una frívola publicación que dedicó su primera portada a una diputada en ropa interior. Si existiera el Premio Gómez Corchado, no lo recibiríamos nosotros. Hay publicaciones más morbosas, pero esto no sirve de consuelo.

Desde su origen, Reforma convivió con las exigencias del mercado sin perder seriedad informativa. El mejor ejemplo para renovarnos proviene de nuestra propia historia.

Poder criticar en estas páginas una decisión preocupante es un signo de tolerancia que ojalá desemboque en una discusión más amplia.

Reforma ha defendido durante 20 años la cultura de la letra. Algo podemos aprender de nosotros mismos: un periódico es tan bueno como sus palabras.

Leído en http://criteriohidalgo.com/notas.asp?id=207009

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