Michoacán es una herida abierta en el cuerpo del Estado mexicano. Si no se cierra pronto para emprender un proceso de cicatrización, puede infectar partes sanas y poner en riesgo la salud de la nación entera, como ocurrirá si el cáncer de la extorsión se extiende. Hay zonas de la entidad donde la autoridad es ejercida por el crimen organizado, lo que constituye una anomalía mayúscula. Es una crisis de gobernabilidad sin parangón. Los vacíos de poder formal los ocupan poderes fácticos, en este caso de carácter mafioso. El nuevo gobierno federal ha implementado acciones ambiciosas que buscan reinsertar a la entidad en el estado de derecho. Hasta ahora los frutos son discretos. Se ubican apenas en el renglón de la contención, para evitar que el mal se desborde. Michoacán semeja un barco en proceso de naufragar. Que fuerzas federales hayan asumido el control del puerto de Lázaro Cárdenas es un paso en la dirección correcta, pero un paso dado con una década de retraso.
La ciudadanía no parece entender la gravedad de lo que ahí ocurre. La sucesión de actos violentos que se publican en las primeras planas de los diarios provocan que la gente olvide episodios gravísimos que pasaron hace algunas semanas, por concentrar la atención en las notas del día. Por ejemplo, las emboscadas a fuerzas federales en carreteras y caminos del estado, los robos de camiones repartidores de mercancías en pleno centro de Morelia, la ejecución de un vicealmirante, o los ataques a instalaciones de la Comisión Federal de Electricidad, que permanecen impunes y van camino al olvido. La opinión pública olvida esos acontecimientos ante el impacto de grupos de autodefensa tomando municipios, o las filtraciones escandalosas de supuestos encuentros entre políticos y jefes mafiosos de la entidad, o la visita al Senado de personeros Templarios.
Los tres principales partidos políticos del país han fracasado en Michoacán. Fracasó de manera estrepitosa el PRD, pues durante las administraciones de Lázaro Cárdenas Batel y Leonel Godoy las bandas criminales dejaron de operar en las sombras, en los callejones, para transformarse en figuras de la plaza pública. Esto sólo puede explicarse por la complicidad y complacencia de políticos perredistas. Bandas antagónicas de maleantes comenzaron a ajustar cuentas a la vista de todos, sin ocultarse, buscando incluso la cobertura de la prensa. El patético caso del ex diputado Julio César Godoy, que recibió impunidad legislativa, debería mantener abochornados a los perredistas; pero no. Fracasó el PAN, pues Felipe Calderón puso en marcha en Apatzingán los Operativos Conjuntos y, siete años después, esa localidad, Apatzingán, sigue siendo territorio dominado por el crimen. El PRI no puede presumir ninguna victoria importante. El gobernador Fausto Vallejo está lejos de cumplir las expectativas, en parte por su deteriorado estado de salud, pero también porque no tiene idea de cómo entrarle a un problema que lo rebasa. Un problema al que pretende exorcizar con declaraciones de que las cosas no están tan mal como parecen. El gobierno estatal no ha emprendido ni siquiera una cruzada a favor del respeto al marco legal que todo mundo hace a un lado a la hora de defender intereses personales y de grupo, comenzando por los normalistas que pueden incendiar camiones a la vista de todos sin temor a las consecuencias legales de sus actos. La policía estatal sigue estando bajo sospecha de cobrar en dos ventanillas, la del gobierno y la de las bandas del crimen organizado. El gobierno no ha podido reanimar la actividad económica y la pobreza es campo fértil para el reclutamiento de nuevos cuadros para la mafia.
Durante mucho tiempo fue un secreto a voces la existencia de enormes sembradíos de mariguana y amapola en tierras michoacanas. Es necesario plantear algunas preguntas incómodas cuya respuesta puede esclarecer la situación. ¿Qué autoridad federal o estatal les permitió florecer por años? ¿A cuánto ascendieron los sobornos? ¿Los sembradíos siguen estando ahí o ya fueron destruidos? Hay aspectos novedosos en la pesadilla michoacana: la proliferación de grupos de auto defensa, las demandas de desaparición de poderes y las versiones de que políticos de diversos partidos han sostenido encuentros con jefes mafiosos, a quienes en un despropósito colosal se les da jerarquía de interlocutores.
La reciente toma del poblado de Tancítaro ante cámaras y micrófonos muestra hasta qué punto esos grupos armados irregulares actúan con total cinismo, conscientes de que nada les pasará. Uno de los líderes de las autodefensas, el doctor Mireles, ofrece entrevistas a los medios de comunicación como una celebridad, en las que habla de las muertes que han provocado entre sus rivales. Habla de asesinatos como marcadores de justas deportivas. Reconoce que son pueblos levantados en armas. El estado de derecho se desvanece hasta casi desparecer. Algunos dicen que las autodefensas son ciudadanos hartos de las extorsiones y humillaciones de los Templarios, que están dispuestos a jugarse el todo por el todo. Otros afirman que son pistoleros de un cártel antagónico, el de Jalisco Nueva Generación, que les da dinero y armas de alto poder. Lo indiscutible es que se trata de grupos armados irregulares que se hacen justicia con su propia mano. Los grupos de autodefensa han amenazado varias veces con tomar la ciudad de Morelia.
Desde la perspectiva del Partido Acción Nacional, la situación conduce a una desaparición de poderes estatales, y un grupo de senadores ya emprendió una ruta formal. El dirigente nacional, Gustavo Madero, sostuvo que no existen ya garantías de libertad, seguridad y libertad de tránsito en el estado. La respuesta por parte del gobierno federal no tardó en llegar. El propio secretario de Gobernación, Migue Ángel Osorio Chong, dijo que la desaparición de poderes no es la opción. El funcionario recordó que existen en el estado poderes legalmente constituidos que están en sus cargos trabajando. De manera que la desaparición de poderes es una opción sin posibilidades de prosperar. Planteo para concluir una pregunta que inquieta: ¿Cómo es posible que no se haya podido detener, y presentar vivo ante un juez, a ninguno de los jefes Templarios?
Verba volant scripta manent
gor@cronica.com.mx
La ciudadanía no parece entender la gravedad de lo que ahí ocurre. La sucesión de actos violentos que se publican en las primeras planas de los diarios provocan que la gente olvide episodios gravísimos que pasaron hace algunas semanas, por concentrar la atención en las notas del día. Por ejemplo, las emboscadas a fuerzas federales en carreteras y caminos del estado, los robos de camiones repartidores de mercancías en pleno centro de Morelia, la ejecución de un vicealmirante, o los ataques a instalaciones de la Comisión Federal de Electricidad, que permanecen impunes y van camino al olvido. La opinión pública olvida esos acontecimientos ante el impacto de grupos de autodefensa tomando municipios, o las filtraciones escandalosas de supuestos encuentros entre políticos y jefes mafiosos de la entidad, o la visita al Senado de personeros Templarios.
Los tres principales partidos políticos del país han fracasado en Michoacán. Fracasó de manera estrepitosa el PRD, pues durante las administraciones de Lázaro Cárdenas Batel y Leonel Godoy las bandas criminales dejaron de operar en las sombras, en los callejones, para transformarse en figuras de la plaza pública. Esto sólo puede explicarse por la complicidad y complacencia de políticos perredistas. Bandas antagónicas de maleantes comenzaron a ajustar cuentas a la vista de todos, sin ocultarse, buscando incluso la cobertura de la prensa. El patético caso del ex diputado Julio César Godoy, que recibió impunidad legislativa, debería mantener abochornados a los perredistas; pero no. Fracasó el PAN, pues Felipe Calderón puso en marcha en Apatzingán los Operativos Conjuntos y, siete años después, esa localidad, Apatzingán, sigue siendo territorio dominado por el crimen. El PRI no puede presumir ninguna victoria importante. El gobernador Fausto Vallejo está lejos de cumplir las expectativas, en parte por su deteriorado estado de salud, pero también porque no tiene idea de cómo entrarle a un problema que lo rebasa. Un problema al que pretende exorcizar con declaraciones de que las cosas no están tan mal como parecen. El gobierno estatal no ha emprendido ni siquiera una cruzada a favor del respeto al marco legal que todo mundo hace a un lado a la hora de defender intereses personales y de grupo, comenzando por los normalistas que pueden incendiar camiones a la vista de todos sin temor a las consecuencias legales de sus actos. La policía estatal sigue estando bajo sospecha de cobrar en dos ventanillas, la del gobierno y la de las bandas del crimen organizado. El gobierno no ha podido reanimar la actividad económica y la pobreza es campo fértil para el reclutamiento de nuevos cuadros para la mafia.
Durante mucho tiempo fue un secreto a voces la existencia de enormes sembradíos de mariguana y amapola en tierras michoacanas. Es necesario plantear algunas preguntas incómodas cuya respuesta puede esclarecer la situación. ¿Qué autoridad federal o estatal les permitió florecer por años? ¿A cuánto ascendieron los sobornos? ¿Los sembradíos siguen estando ahí o ya fueron destruidos? Hay aspectos novedosos en la pesadilla michoacana: la proliferación de grupos de auto defensa, las demandas de desaparición de poderes y las versiones de que políticos de diversos partidos han sostenido encuentros con jefes mafiosos, a quienes en un despropósito colosal se les da jerarquía de interlocutores.
La reciente toma del poblado de Tancítaro ante cámaras y micrófonos muestra hasta qué punto esos grupos armados irregulares actúan con total cinismo, conscientes de que nada les pasará. Uno de los líderes de las autodefensas, el doctor Mireles, ofrece entrevistas a los medios de comunicación como una celebridad, en las que habla de las muertes que han provocado entre sus rivales. Habla de asesinatos como marcadores de justas deportivas. Reconoce que son pueblos levantados en armas. El estado de derecho se desvanece hasta casi desparecer. Algunos dicen que las autodefensas son ciudadanos hartos de las extorsiones y humillaciones de los Templarios, que están dispuestos a jugarse el todo por el todo. Otros afirman que son pistoleros de un cártel antagónico, el de Jalisco Nueva Generación, que les da dinero y armas de alto poder. Lo indiscutible es que se trata de grupos armados irregulares que se hacen justicia con su propia mano. Los grupos de autodefensa han amenazado varias veces con tomar la ciudad de Morelia.
Desde la perspectiva del Partido Acción Nacional, la situación conduce a una desaparición de poderes estatales, y un grupo de senadores ya emprendió una ruta formal. El dirigente nacional, Gustavo Madero, sostuvo que no existen ya garantías de libertad, seguridad y libertad de tránsito en el estado. La respuesta por parte del gobierno federal no tardó en llegar. El propio secretario de Gobernación, Migue Ángel Osorio Chong, dijo que la desaparición de poderes no es la opción. El funcionario recordó que existen en el estado poderes legalmente constituidos que están en sus cargos trabajando. De manera que la desaparición de poderes es una opción sin posibilidades de prosperar. Planteo para concluir una pregunta que inquieta: ¿Cómo es posible que no se haya podido detener, y presentar vivo ante un juez, a ninguno de los jefes Templarios?
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