lunes, 4 de noviembre de 2013

Raymundo Riva Palacio - Fantasmas en el clóset

Nueva York.- En el gobierno de Estados Unidos hay varios funcionarios que no terminan de comprender la ambivalencia del gobierno mexicano en el tema del espionaje a los presidentes Felipe Calderón y Enrique Peña Nieto. Entienden la necesidad de mostrar energía de cara a la opinión pública, pero ven en sus vecinos una contradicción cada vez que la Casa Blanca les estira la mano de ayuda y se la rechacen.

Una propuesta del gobierno de Barack Obama para que expertos en comunicación de la Casa Blanca viajaran a México para trabajar con la cancillería mexicana en el manejo público del espionaje que ha tensado las relaciones bilaterales con muchos aliados, no tuvo respuesta. Una visita la semana pasada de Lisa Monaco, principal asesora de Obama en seguridad y contraterrorismo, se canceló porque el gobierno mexicano ha querido bajar el perfil de este tema al máximo posible.






El espionaje que realizó la Agencia de Seguridad Nacional sobre Calderón y su gabinete, y lo que hizo sobre el entonces candidato Peña Nieto y nueve de sus colaboradores en 2012, colocó en una situación delicada al actual gobierno, que tuvo que caminar de una postura débil ante la opinión pública —que le dio resultados inmediatos y más concretos que Brasil, que reclamó de manera enérgica—, a una de mayor beligerancia a sabiendas que no sacará mucho de Washington.

La ambivalencia y los reclamos débiles mexicanos no parecerían tener mucha lógica cuando la propia Casa Blanca ha mostrado su disposición a enfrentar juntos el escándalo del espionaje. Sin embargo, tienen sentido los múltiples esfuerzos del gobierno mexicano para evitar que un tema que todavía hoy no está en la conciencia política de sus ciudadanos, muestre las debilidades pasadas del aparato de seguridad de México que llevaron –sobretodo al gobierno de Calderón- a una dependencia profunda de los servicios de inteligencia de Estados Unidos, y a las vulnerabilidades actuales al haber suspendido muchos de esos trabajos coordinados sin remplazo alguno.

Documentos confidenciales del gobierno estadounidense revelan, por ejemplo, que uno de los pocos esfuerzos donde el gabinete de seguridad de Calderón trabajó homogéneamente, sin conflictos entre sus funcionarios y compartió sin recelo su información, fue en Michoacán, que en este año se volvió a desbordar y a ser controlado por el narcotráfico. Este es el caso más documentado que el desmantelamiento de la cooperación bilateral no fue acompañado por una sustitución adecuada, con lo cual el avance contra los criminales se desmoronó en unos cuantos meses.

Paradójicamente, entre quienes sirvieron como fuentes importantes de la Embajada de Estados Unidos en México para conocer los detalles de los conflictos en el gabinete de Calderón y detallar los esfuerzos frustrados por las fracturas en el equipo del ex Presidente, fueron miembros del PRI. Por ejemplo, cuando inició Calderón el plan para recuperar Chihuahua —en especial Ciudad Juárez—, confiaron a los agregados políticos estadounidenses que el exceso del uso de tropas sin el uso estratégico y operativo de inteligencia, había impedido que tuvieran beneficios reales.

Si el diagnóstico que realizaban los priistas a los diplomáticos extranjeros era preciso, una pregunta que podría hacer la opinión pública de socializarse los detalles del espionaje en México es qué fue lo que hicieron para evitar el mismo destino. Se ha mejorado significativamente la comunicación interna en el gobierno, pero se mantienen las debilidades institucionales e insuficiencias técnicas y presupuestales.

Entre la abultada documentación confidencial sobre México están los detalles de la poca capacidad que tenía el CISEN para servir como coordinador de la información de inteligencia, rebasada en personal, presupuesto y tecnología por la extinta Secretaría de Seguridad Pública. El CISEN, que fue desmantelado por el primer director que tuvieron los gobiernos panistas, Eduardo Medina Mora, no se ha podido recuperar. Medina Mora figura en esos documentos como uno de los funcionarios de Calderón que pelearon en el gabinete contra el entonces secretario de Seguridad Pública Genaro García Luna, lo que lleva a otra pregunta que tendría que aflorar: porqué Medina Mora, una de las puertas por donde entraron la CIA y la DEA a México, es ahora embajador en Washington.

Los detalles del espionaje de Estados Unidos sobre México son todavía frugales. Pero aún así, son suficientemente vergonzosos para políticos y funcionarios en activo que trabajaron mal o entregaron información e instrumentos del Estado Mexicano más allá de lo que una buena colaboración exigía. Obama ha estado pagando el que la divulgación de sus esquemas de espionaje lo haya desnudado. México lucha, por lo que se ve, para no caer en ese mismo problema. Sobretodo, se puede oler, porque tiene muchos fantasmas en el clóset.

rrivapalacio@ejecentral.com.mx
twitter: @rivapa



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