A lo largo de su historia, el país ha soportado todo tipo de gobernadores: caciques, peleles, simuladores, narcotraficantes... Pero lo que ocurre hoy en Oaxaca es lastimoso. Gabino Cué, el primer gobernador de la alternancia en ese estado entrañable, el político joven que prometía un gobierno democrático, de respeto a la ley, comprometido con el bienestar de la sociedad, en la que una educación de calidad es ingrediente mayor, se ha convertido en rehén de una turba que, desde hace más de 30 años, chantajea a las autoridades.
Cué tiene miedo a gobernar, por eso sólo aparenta hacerlo. Ante el abandono de las aulas y la violencia que impone la CNTE, llama a mesas de diálogo en las que siempre termina cediendo todo a cambio de nada.
Las agresiones rutinarias de los integrantes de la sección 22 en la capital del estado (la “toma” del Centro Histórico, sus bloqueos y plantones) han provocado daños severos a la economía de la ciudad, pequeños empresarios y los trabajadores del sector turístico han sido dañados duramente por el comportamiento vandálico de quienes debían estar en las aulas formando a más de un millón de niños y jóvenes. Las evaluaciones sobre el desempeño educativo de los alumnos reflejan el estado ruinoso en el que mantienen los llamados profesores “democráticos” la educación en Oaxaca.
A partir de la alternancia en la Presidencia, muchos gobernadores se volvieron locos, la ausencia de contrapesos institucionales y sociales, y los recursos sin precedente que recibieron en esos años, los llevaron a asumirse como dueños de sus estados. La alternancia en los gobiernos estatales alentó ilusiones: se creyó que los gobernadores de la oposición harían gobiernos distintos, que se acabarían las complicidades de cada nuevo gobernante con su antecesor, que someterían a sus predecesores a la justicia; que se conducirían con honestidad y atenderían las prioridades sociales largamente pospuestas. En el caso de Oaxaca, después de los gobiernos de José Murat y Ulises Ruiz, la llegada de Gabino Cué generó esperanzas de un cambio constructivo. No ha sido así. Atemorizado por las acciones de la APPO y de su principal nutriente, la CNTE, se dobló y en vez de cumplir y hacer cumplir la ley, ha claudicado.
El grueso de la sociedad oaxaqueña está secuestrada por una banda de rufianes con credencial de maestros. En el colmo, la sección 59 del SNTE, que afilia a los maestros que sí están comprometidos con la enseñanza, sufre la violencia del grupo que controla la sección 22: hace unos días sus oficinas y las escuelas que resguardaban padres de familia fueron asaltadas por miembros de la Coordinadora que acudieron con varillas, palos y tubos, ante la complacencia de la policía y las autoridades del estado.
Cué se ha puesto al servicio de quienes usurpan el poder y que ahora también hacen de las suyas en la Ciudad de México. La profesora de Veracruz que atacó con un arma filosa y letal a dos policías de la Ciudad de México no ha encontrado una respuesta enérgica del juzgador, todo lo contrario. Ni qué decir de los cuantiosos daños a miles de negocios por los plantones, bloqueos y marchas de la CNTE que permanecen impunes.
Pero siendo el caso de Oaxaca el más grave, la CNTE está dañando en otros estados.
En Chiapas, un gobernador muy verde y mediático —con cargo al erario, por supuesto—, Manuel Velasco Coello, sigue el mismo comportamiento de Cué. Los profesores que suspendieron clases por 98 días han regresado a las aulas sin sanción alguna. La Ley General de Educación es letra muerta en varios estados de la República y los gobernantes que sólo simulan, siguen, sin pudor alguno, igual que los miles de profesores que abandonan las aulas, recibiendo sus quincenas.
Gobernar es aplicar la ley, esto no ocurre en Oaxaca.
(El autor es presidente de Grupo Consultor Interdisciplinario)
Twitter: @alfonsozarate
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