O P I N I Ó N
J O R G E C H A B A T
Energía: la madre de todas las batallas
Todo apunta a que, de manera inevitable, en unos días se vote la reforma energética en el Congreso. También todo apunta a que se va a aprobar una reforma constitucional en la materia con los votos del PRI, PAN y Partido Verde Ecologista.
Y todo parece indicar que la aprobación de dicha reforma va a desatar movilizaciones callejeras por parte de los seguidores de López Obrador y de una buena parte de los perredistas.
Lo que no está claro es qué ocurrirá después. En este sentido se pueden dibujar al menos tres escenarios posreforma. El primero es el de una oposición ruidosa pero al final inefectiva. En este escenario, Morena, PRD y los otros partidos de izquierda convocarían a marchas, plantones y cercos a los edificios públicos, pero después de algunos meses la oposición se volvería rutinaria y se iría desinflando poco a poco.
Claro, eso no significa que el tema vaya a desaparecer del discurso de la oposición de izquierda. Todo lo contrario, durante los siguientes cinco años, la izquierda usará, rehusará y volverá a usar este asunto para criticar al gobierno y para atraer votos.
En un segundo escenario la oposición a la reforma se canalizaría por vías institucionales y lograría promover una consulta popular, que se llevaría a cabo hasta la elección federal de 2015, en el supuesto de que se logren reunir las firmas necesarias para convocar a ésta, con la esperanza de que la participación sea mayor al 40 por ciento de los electores registrados y por lo tanto tenga carácter vinculante.
Esa es probablemente la apuesta de una buena parte del PRD. Evidentemente este escenario puede tener dos desenlaces: que la reforma energética sea en efecto rechazada por la mayoría de los electores que participen y que dicha participación sea mayor al 40 por ciento de la lista nominal, con lo cual la reforma sería anulada.
Sin embargo, el resultado puede ser que dicho rechazo no alcance la mayoría o que la participación total sea menor al 40 por ciento y con ello la reforma permanecería.
En un tercer escenario, en el que la consulta ciudadana no logre echar abajo la reforma, o que simplemente dicha consulta no se realice, se podrían presentar movilizaciones de gran magnitud que generaran ingobernabilidad y ello podría eventualmente llevar al gobierno a echar para atrás la reforma.
Sobra decir que este tercer escenario significaría una derrota política muy grande para el gobierno de Peña Nieto. El escenario 2-B, en el cual la reforma se retirara como resultado de una consulta, tendría desde luego un costo para el gobierno, pero generaría menos inestabilidad.
Como se puede apreciar, el panorama no es sencillo para el gobierno de Peña Nieto. Probablemente la apuesta que el gobierno hace ahora es que la oposición a la reforma se irá desinflando y que en caso de que se diera una consulta popular, ésta no echaría abajo la reforma energética.
De hecho, éste último escenario sería el que fortalecería más al gobierno de Peña Nieto, pues éste podría decir que el rechazo popular a la reforma constitucional al final no era real. Ello no evitará, desde luego, que la oposición de izquierda y, en particular López Obrador, use un discurso radical en el cual acusará al gobierno de ceder la soberanía del País a extranjeros.
Si se realizara la consulta popular en 2015, es previsible que durante 2014 y la mitad de 2015 las baterías de la izquierda se centren en este discurso. Sin embargo, éste podría perder fuerza si la reforma energética se refleja paulatinamente en un incremento en la inversión y ello tiene un impacto positivo en la tasa de crecimiento del País y en la creación de empleos.
No obstante, este escenario no es automático y es previsible que las instituciones políticas del País y los encargados de mantenerlas estén bajo una gran presión después de la reforma. La gran pregunta es si el sistema político podrá resistir dicha presión.
Es evidente que el gobierno de Peña Nieto ha invertido en la reforma energética todo su capital político y que está dispuesto a sacarla adelante a pesar de la oposición de la izquierda, con la esperanza de que al final de su gobierno la economía tenga un buen repunte y que el Presidente pase a la historia como el gran modernizador del País.
Es una apuesta de alto riesgo pero puede funcionar. La clave está en que las estructuras políticas resistan hasta que llega la bonanza económica. Claro, suponiendo que ésta llega. De no ser así, Houston, tenemos un problema... un gran problema.
jorge.chabat@cide.edu
Analista político e investigador del CIDE
Leído en http://www.noroeste.com.mx/opinion.php?id_seccion=104
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