A la memoria de Josefina Álvarez Ierena
por la incansable energía de su batuta.
Podría parecer inútil, absurdo. Por qué no hablar de lo obligado, preguntarnos por dónde entra el armamento, cómo capacitar a aquellos ciudadanos de Michoacán que, de buena fe y sin alternativas, optaron por armarse para defender a sus familias, a sus comunidades. Cómo construir su tránsito para garantizar su conversión en un activo del estado. Esas son las prioridades obvias. Y, sin embargo, la pertinencia no podía ser mayor: también es momento para hablar de la cultura, la cultura como gran puerta a la ampliación de la sensibilidad, como llave mágica que descubre pasiones sensibles y creativas, como catalejo que permite avizorar destinos vitales. Pero sobre todo como la mejor semilla para inculcar el aprecio por la vida, la propia y la de los otros. La cultura es un “arma” poderosísima de cualquier proyecto civilizador que asienta la convivencia pacífica entre los seres humanos. Si queremos paz duradera debemos invertir más en cultura. En eso la cosecha está garantizada.
Platicamos de cine, cada vez que me ajusta el cabello para intentar mantenerlo en control. Me recomienda películas excelentes, nos prestamos CDs. Mi curiosidad explotó, oiga, Fernando, por qué sabe usted tanto de cine. Mi hijo estudió artes visuales en la UNAM, habla cuatro idiomas, da clases a ejecutivos extranjeros que llegan a instalarse en México y además está asociado con un grupo para la producción de guiones. Un joven invadido de inquietudes culturales. Allí la cosecha. Se nos olvida que cultura y entretenimiento hoy generan 3% del PIB (.6% más que la agricultura). Nada más lejano a la realidad que la imagen de la cultura como improductiva, que pensar en “gasto”.
Por eso el festejo de los 25 años del Conaculta es mucho más que un trámite, se trata de un pilar del Estado mexicano. Atrás están instituciones centenarias y nuevas que cobraron otro perfil hace un cuarto de siglo. Los logros de priistas y panistas de la República son muchos, si no cómo explicar la expansión del enorme aparato cultural de los mexicanos: INBA, INAH, decenas de museos, teatros, una Cineteca renovada, escuelas igual de danza, diseño, de arte dramático o de laudería, el Conservatorio Nacional, también coreografía y un largo etcétera. Si sumamos a las universidades, UNAM y UAM, pero también muchas estatales con un trabajo cultural notable como la Universidad de Veracruz, por citar sólo una de la larga lista, el patrimonio asombra.
Y qué decir de otras instituciones como el Auditorio Nacional, capaz de atender anualmente a casi dos millones de personas con intereses muy diversos. Cómo emociona ver la estación del Metro correspondiente convertida en un hormiguero de jóvenes, fundamentalmente igual para asistir a un concierto de rock o a las transmisiones de ópera desde Nueva York. En otro ámbito administrativo, qué haríamos sin el IMER. La demanda allí está: la exposición de l’Orangerie en el Museo Dolores Olmedo atrajo a 200 mil visitantes en 12 semanas.
Pero al presidente Peña y a Rafael Tovar —que es un profesional en la materia— les tocó un momento delicado. Con la mitad de la República convulsa y Michoacán levantado en armas, más de lo mismo hubiera sido insensible. Cultura para la Armonía: “hacer de la cultura un medio para la cohesión, la inclusión, y la prevención social de la violencia”, es la instrucción. El escepticismo se vale: ¿de verdad funciona invertir en cultura? Sí. La expresión tejido social, tan de moda ahora cruza, por el entramado cultural. En The Origins of Political Order, el polémico Francis Fukuyama hace un vasto recorrido del entramado cultural subyacente al estado contemporáneo.
Allí están las experiencias, el Sistema de Orquestas Juveniles creado por José Antonio Abreu en Venezuela, para sensibilizar a niños en situación de calle, que además facilitó la aparición de un virtuoso como Gustavo Dudamel. Ahora van por diez mil directores. El esfuerzo de Eduardo Mata en Tepoztlán en el mismo sentido o los coros de la Fundación Azteca que abrazan a miles de niños en toda la República, son ejemplos. No sólo se puede, se debe. La actividad coral —al igual que el deporte en equipo— obliga a la sana socialización. Los espacios culturales pueden ser pequeños continentes de encuentro como lo muestra hoy Daniel Goldin en la biblioteca José Vasconcelos.
Octavio Paz insistió, el Estado no debe dirigir la cultura que es producto de la libertad, pero sí debe fomentarla todos los días. Michoacán tiene una enorme riqueza cultural: de la tradición étnica al Conservatorio de las Rosas, pasando por la Universidad Nicolaita. Niños, jóvenes, adultos que deben encontrar sanas tentaciones culturales que los atrapen para llevarlos al desarrollo pleno de su ser, al aprecio por la vida. La violencia será sofocada, la cultura ayudará a librar la tormenta y, además, permanecerá. Así de poderosa es el arma.
PD. Y ya que en la cultura andamos, esa gran revista que es Letras Libres, en donde por fortuna Enrique Krauze y su equipo confabulan mes a mes a favor de la herencia liberal, cumple 15 años. ¡Felicidades!
*Escritor
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