martes, 14 de enero de 2014

Federico Reyes Heroles - La bomba

Enrique Peña Nieto tuvo mucha suerte en su primer año de Gobierno. A pesar de desastres naturales, como “Manuel” e “Ingrid” entre otros, pudo mantener el rumbo que se había trazado. Eso en política es algo excepcional. Lo más frecuente es que los propósitos de los gobernantes se desvanezcan y muestren las inconsistencias entre lo que prometieron y lo que de verdad querían y podían hacer. Pero también es cierto que si los gobernantes se aferran a lo que su imaginación construyó en sus mentes, si no reconocen las aguas desconocidas que nunca imaginaron y que habrán de navegar, la terca realidad termina por vencerlos. El primer año mostró a un político hábil y tenaz, pero es el segundo el que ya lo somete a una prueba mayor. ¿De qué madera está hecho EPN? El 2014 lo enseñará.






The New York Times, 4 de enero, “México: seis policías acusados de la muerte de un ciudadano estadounidense en custodia”. “México enfrenta una Guerra en Michoacán”, primera plana de El País del domingo 12 con un amplio reportaje sobre cómo el narco se expande a la minería. El sábado 11 The Wall Street Journal reprodujo una aterradora historia de un alto ejecutivo de ArcelorMittal -la mayor siderúrgica del mundo asentada también en Michoacán- que fue asesinado al quedar atrapado en las negociaciones entre la empresa y el cártel de Los Caballeros Templarios. La nota presenta la complejidad del grupo criminal con “trazos de culto popular” y grupos de autoayuda que han penetrado a la sociedad michoacana. Ese mismo día el Departamento de Estado indicó que 81 estadounidenses fueron asesinados en México en el 2013, “ciudadanos de Estados Unidos han sido blanco de crímenes violentos, como secuestro, robo de vehículo, asalto con violencia...” y alertó a los estadounidenses a no visitar 19 entidades. The Guardian, enero 13, el caso de Nueva Italia.


Presidencias municipales incendiadas, Apatzingán, Uruapan, Zitácuaro, Tepalcatepec, toda la entidad presa del descontrol. Carreteras bloqueadas, Lázaro Cárdenas controlado por el Ejército después de caer en manos de los Templarios. Michoacán arde y los llamados grupos de autodefensa muestran su poderío. Las notas no tienen fin. En cuestión de semanas la imagen de México como territorio de esperanza mutó a los caminos sin ley de Graham Greene. El contagio se extiende: Morelos; Guerrero, entidad en la cual más de la mitad de los municipios ya también está en manos de grupos armados. La historia es larga y remite a los famosos Guardias Rurales que durante décadas no sólo fueron tolerados sino fomentados desde el Estado en sustitución de las policías municipales. Pero para todo fin práctico se trata de la aceptación de que el monopolio de la violencia en manos del Estado está roto.


Lo más desconcertante ha sido la reacción de la autoridad. En Guerrero se da financiamiento a las autodefensas que considera legítimas. El propio Secretario de Gobernación acepta la negociación y apoyo al grupo de Juan Manuel Mireles para confrontarlo con los Templarios. En las últimas semanas se ha desnudado a un México que todos sabemos que está allí, un México carente de cultura de la legalidad en el cual la figura misma del Estado se tambalea. La neblina que enmascara a los grupos de autodefensa y la indefinición conceptual de la autoridad ha creado una confusión aterradora. ¿Cuál es la salida? ¿Armar más grupos de autodefensa con la esperanza de que sean leales? Cada hombre armado, convencido de que está en su derecho de hacerse justicia por propia mano, es un desafío al Estado. El 17.5% de los mexicanos está totalmente de acuerdo y 24.5 está de acuerdo en parte con la justicia por propia mano, IFE/IIJ/UNAM. En números absolutos es una bomba: 50 millones de mexicanos podrían simpatizar con la propuesta. Parametría arrojó otro resultado escalofriante, un 57% de la población ve con buenos ojos a las autodefensas y creen que ayudan a la autoridad. Es tanto como prender fuego a una pradera sin fin.


¿De qué lado está la autoridad? La simple pregunta altera. En esto el Gobierno de Peña Nieto en su intento por bajarle el volumen a la persecución de narcos y a la reverberación ensordecedora que la comunicación oficial produjo en los medios podría estar cometiendo un grave error. No hay forma de ocultar el desastre y la única salida es la construcción de cuerpos policiales capaces de contender con los fenómenos. Ernesto Cervera recordaba ayer los números; el déficit de elementos es de casi 400 mil. Prepararlos se llevará tiempo y se necesitarán recursos, como en cualquier Estado de derecho que se respete.


En la reunión del cuerpo diplomático de la semana pasada el ex canciller Bernardo Sepúlveda preguntó preocupado por ese tema, el Estado de derecho. La respuesta superficial y acelerada del Gobierno federal generó preocupación en muchos. La gestión no quiere admitir la realidad. Ese es el dilema de Peña Nieto, por más que trate de alejarse de Calderón y su “guerra” y hablar de un futuro promisorio, el 2014 lo obliga a modificar la ruta, a aceptar que está (estamos) sentado sobre una bomba

Leído en http://www.am.com.mx/opinion/leon/la-bomba-6306.html

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