Las nuevas formas que ha adquirido el sistema capitalista están obligando a todas las fuerzas políticas a modificar sus programas para adaptarse a una situación en gran parte desconocida. La izquierda es la que más ha sufrido los cambios a escala mundial, pues no sólo el capitalismo ha sufrido mutaciones importantes, sino que además el mundo socialista prácticamente ha desaparecido del mapa. La derecha se ha visto menos afectada, pues siempre se ha inclinado pragmáticamente por auspiciar la economía de mercado. En contraste, la izquierda ha cobijado, en mayor o menor grado, tendencias anticapitalistas, en algunos casos revolucionarias y encaminadas a instaurar un nuevo régimen socialista. En otros casos, intentó frenar los aspectos más depredadores de la economía de mercado, para auspiciar reformas que limitaban sus efectos más agresivos con el objeto de proteger a los trabajadores y a los sectores pobres. De aquí nació el Estado del bienestar o Welfare State que, como sabemos, está en crisis.
Hoy en día el problema, para la izquierda, es que no puede limitarse a defender los derechos de los trabajadores con empleo fijo. Los sujetos políticos cuyos intereses la izquierda aspiraba a representar están sufriendo mutaciones notables. Además de defender los intereses de los empleados y obreros, ahora es necesario poner en el primer plano la preparación y educación, para que las nuevas generaciones puedan enfrentar mejor los retos de una economía globalizada cada vez más caracterizada por formas precarias de trabajo. La estructura del mercado laboral está cambiando y cada vez son necesarias nuevas formas de talento para acometer tareas novedosas, altamente informatizadas y especializadas. Esta situación debería provocar en la izquierda un radical desplazamiento de sus prioridades.
Los sindicatos y las organizaciones de empleados ven cómo paulatinamente disminuye su influencia y su fuerza. Las luchas cada vez se desplazan más hacia la ampliación de las posibilidades de educación y formación. La izquierda se ve obligada a centrarse cada vez más en el impulso a la preparación de personas imaginativas, audaces, innovadoras y capaces de enfrentar los riesgos y las oportunidades de las nuevas formas de trabajo. El cambio de paradigma ha llevado a sectores de la izquierda a colocar el tema de la democracia y de la igualdad en estrecha vinculación con la defensa de la educación popular. Si la izquierda se limita a la protesta, a la lucha defensiva y a augurar (e incluso desear) que la derecha en el poder nos lleve a la catástrofe, su horizonte se estrechará lentamente y retrocederá electoralmente. El traslado de la protesta hacia la defensa de los llamados intereses "nacionales" amenazados por la globalización no parece tampoco ser una alternativa duradera para la izquierda. La derecha, especialmente en sus formas extremas, logra competir con ventaja en el terreno del nacionalismo y del populismo.
Ante los retos de un mundo cambiante, la izquierda -si quiere evadir el estancamiento- necesita dotarse de una amplia base social culta, educada y politizada capaz de abrir con imaginación y creatividad caminos que rompan con los modelos establecidos. Si la base social que apoya a los partidos de izquierda queda restringida a los sectores marginales más pobres y menos preparados, su capacidad de expansión para llegar a gobernar se verá frenada por las inevitables tendencias a la expansión de la clase media, una clase que tiende a mirar con desprecio sus orígenes humildes y que quiere olvidar su pasado.
La ampliación de los sectores medios de la sociedad ha sido siempre un problema difícil para la izquierda. Las socialdemocracias lograron en Europa con cierto éxito echar raíces en estos sectores, que tradicionalmente habían sido despreciados como "pequeñoburgueses". Es cierto que la clase media ha prohijado tendencias de extrema derecha; pero este no es un fenómeno político inevitable.
En muchos lugares del mundo la izquierda ha comenzado a modificar el eje de sus preocupaciones, y se ha centrado en impulsar la emancipación de las personas mediante la educación, abandonando el obrerismo tradicional. Aunque con tropiezos, en América Latina se está avanzando en esa dirección, como en Brasil y en Chile. En otros lugares, como en México, la izquierda se encuentra todavía atrapada en el laberinto del nacionalismo populista.
Leído en: http://www.reforma.com/editoriales/nacional/727/1453376/#ixzz2qNAIj3qo
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