¿Qué podíamos esperar de Michoacán si fue dirigido y controlado caciquilmente por varias generaciones de Cárdenas, desde Dámaso, el tío, hasta el general Cárdenas, siguiendo con su hijo Cuauhtémoc y rematando con el nieto del “Tata”, para ya ni hablar de Leonel Godoy, otro émulo igualmente incapaz que se sumó con mucha eficiencia a la destrucción de su estado natal? La catástrofe actual era previsible desde que se lastimó gravemente la agricultura y la ganadería, se produjo una masiva y no menos desesperada migración de campesinos hacia EU, en un entorno de analfabetismo, fracaso educativo, miseria intelectual y material, de agotamiento de fuentes de riqueza y de erosión de la esperanza como consecuencia de las promesas reiteradamente incumplidas de una cadena de políticos corruptos e incapaces.
Al escindirse el Cártel del Golfo surge el de Jalisco y este, a través de los Zetas, según mi personal punto de vista, se apodera de Michoacán. La ausencia de gobierno, como acontece hasta el día de hoy, facilitó el acceso de los rufianes.
Cuando la sociedad michoacana se harta de la presencia de los Zetas, surge La Familia, una organización natural de la comunidad, en principio bien vista, creada para sacar a los Zetas del estado y recuperar la paz y la legalidad. La “Tuta”, un simple maestro rural controlaba la tierra caliente. La voracidad económica prostituye a La Familia, de cuyo seno surgen Los Caballeros Templarios que esquilman a la población, paralizan la economía y aterrorizan a los habitantes.
Los antiguos Zetas, ahora conocidos como la Nueva Generación, esta vez disfrazados de grupos de autodefensa, aliados con la Policía Federal, intentan “defender” a los michoacanos de los secuestros y del pago de derechos de piso de los Templarios, además de los impuestos federales y locales que la ciudadanía entera a las autoridades respectivas, so pena de perder hasta la propia vida.
¿Qué sucedería si la sorprendente alianza con los mafiosos de la Nueva Generación y la Policía Federal llegara a tener éxito? Pues los antiguos Zetas volverían a apoderarse de sus antiguos dominios… ¿Kafkiano…?
La solución, aunque parezca políticamente terrorista, consiste en desaparecer poderes en Michoacán, para permitirle a la Policía Federal, en ejercicio del monopolio de la fuerza del Estado, atrapar a los Zetas, camuflados o no de autodefensas, desarmarlos en su caso y enfrentar a los Templarios con la ley y las armas en la mano, sin recurrir a extrañas alianzas que complican el problema y confunden a la opinión pública.
De fracasar Alfredo Castillo, el comisionado para la paz en Michoacán, no habrá más remedio que desaparecer los poderes en del Estado y erradicar Templarios, Nueva Generación, Zetas, autodefensas o lo que sea, para recuperar la paz y el desarrollo en ese estado, hoy fallido, antes de que el mal cunda por el resto del país.
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