PRIMER TIEMPO: Al rescate, del secretario, y de Michoacán. “El secretario no está sereno”, dijo uno de los funcionarios a los que escucha el presidente Enrique Peña Nieto. “Está peleando mucho y eso no es bueno”. De esa manera, el final del secretario de Gobernación, Miguel Ángel Osorio Chong, como protagonista central del problema Michoacán, parecía, sin que nadie lo adelantara públicamente, sellada. Con un golpe de timón el martes, el Presidente seleccionó a su viejo colaborador mexiquense Alfredo Castillo, procurador federal del Consumidor, como comisionado para la Seguridad y Desarrollo Integral en Michoacán, un nuevo órgano desconcentrado. Fue una operación de rescate dual. La de Michoacán, al recurrir a una medida extraordinaria ante una situación extraordinaria, con un enviado del Ejecutivo con todo el poder para que administre y organice la pacificación y reconstrucción del estado, bajo la careta de legalidad y respeto federalista que otorgó el gobernador Fausto Vallejo al pedir el domingo la ayuda del gobierno federal, quien por la única razón por la que no le han hecho un juicio político para destituirlo es porque en las condiciones actuales de inestabilidad, el costo de una salida prematura sería más alto que el beneficio. Ya le llegará su tiempo de partir, a diferencia de Osorio Chong, a quien se le estaba acabando su reloj político.
La llegada de Castillo, para hacerse cargo del problema Michoacán, fue un salvamento político. El secretario de Gobernación, por sus declaraciones y por su indefinición sobre la legalidad y la legitimidad en el caso de las autodefensas, iba en picada. Su plan de seguridad para el estado presentado el lunes, resultó una mala copia del que presentó en el verano de 2013 y que dio resultados nulos. Aunque el Presidente le dio con gracia a su amigo y colaborador todo el espacio para que fuera él quien anunciara la nueva Comisión y el nombramiento a Castillo, la realidad dejó a un funcionario muy lastimado al terminar la semana. No pudo enfrentar con éxito su primera gran crisis de seguridad y política, y fue relevado de la responsabilidad de solucionar un conflicto que era de su competencia. Lo sacó el Presidente de la hoguera para salvar uno de los dos brazos de su gabinete. Hoy duele, pero el tiempo cura. Osorio Chong debe agradecerle siempre lo que hizo, porque le dio una viabilidad futura.
SEGUNDO TIEMPO: Un cafecito con vista al monte. La gobernación federal había entrado en crisis y el responsable de la política interna, el secretario de Gobernación, Miguel Ángel Osorio Chong, estaba en una espiral descendente ante la imposibilidad de armar un discurso y una estrategia de seguridad, que atacara de manera inmediata y contundente el desborde violento en Michoacán. Estaba pagando su decisión de juntar la política con la seguridad pero, sobre todo, experimentando en carne propia que a quien designó para hacerse cargo de la seguridad, lo dejó solo. Mientras Osorio Chong luchaba en la arena pública por salir adelante, el comisionado de Seguridad Pública, Manuel Mondragón, lo veía desde las gradas. El martes, un día crítico para el secretario, su comisionado terminaba jornadas de relaciones públicas con periodistas a quienes invitó a su oficina, que ve la serranía del valle de México, a tomar café y a platicarle lo que él hacía. El secretario podía hundirse. Quien debía haber salido codo con codo, a extender el pararrayos para salvar a su jefe, estaba ausente, cuidando la imagen y, quizás, su futuro. Pero cuando Osorio Chong fue hecho a un lado de la estrategia para encontrar la paz en Michoacán, el mayor desplazado fue el propio Mondragón. A quien el gobierno federal envió a Michoacán para coordinar la operación de tierra de la Policía Federal, no fue a nadie del comisionado de Seguridad Pública, de quien depende orgánicamente ese cuerpo. Despacharon a Monte Alejandro Rubido, secretario ejecutivo del Sistema Nacional de Seguridad, un órgano desconcentrado que depende de la Secretaría de Gobernación, quien del escritorio fue trasladado a las operaciones de campo. Ni Mondragón ni sus jefes policiales llegaron como los generales del mariscal Alfredo Castillo, nuevo comisionado para la Seguridad y Desarrollo Integral en el estado. Fue un enviado de Osorio Chong, institucional, profesional y, sobre todo, que le reportaría lo que hace la Policía Federal en Michoacán primero a él y luego a quienes les pagan los salarios. O sea, esos cafecitos, no pasaron desapercibidos.
TERCER TIEMPO: Hay justicia poética, puede decir Washington. Cuando el secretario de Gobernación, Miguel Ángel Osorio Chong, declaró la semana pasada que los grupos de autodefensa en Michoacán eran aliados en la lucha contra Los Caballeros Templarios, desató una crisis política y de seguridad. El tema de grupos armados tolerados por el gobierno, que había quedado reducido a algunos espacios de prensa, se socializó súbitamente. En México, donde las cosas tardan en cuajar, no se levantaron las cejas tan rápido como en el mundo, donde entendieron que sus palabras eran una claudicación del gobierno a al Estado de Derecho. La prensa internacional se comenzó a llenar de imágenes de vigilantes —personas al margen de la ley que cuidan de la seguridad— con armas que pertenecían al Ejército Mexicano. Las cancillerías de Estados Unidos y Canadá emitieron alertas a sus ciudadanos que viajaban por México y un tema que durante meses fue doméstico, se volvió global. Las voces que alertaron al gobierno lo que se le venía encima fueron soslayadas. Pero esta semana les comenzaron a retumbar los oídos. Una alta funcionaria del Departamento de Estado convocó de urgencia a varios periodistas en Washington para expresar la enorme preocupación del gobierno de Barack Obama por lo que estaba pasando en Michoacán, y este viernes se oficializó. Poco antes de reunirse con el secretario de Relaciones Exteriores,José Antonio Meade, y el ministro de Asuntos Exteriores de Canadá, John Baird, para afinar los detalles de la Cumbre de Líderes de América del Norte en Toluca el próximo mes, el canciller estadounidense, John Kerry, dijo estar “preocupado” por la violencia en Michoacán y que estaban listos a apoyar al gobierno mexicano en caso que lo pidiera. Justicia poética para los estadounidenses. Osorio Chong les dijo al comenzar el gobierno que las cosas no iban a ser como en el gobierno de Felipe Calderón, y que la nueva administración sabía cómo hacer las cosas. Con el guante blanco, Kerry replica ahora y Osorio Chong, tendrá que empezar a reconocer con humildad que algo muy equivocado hizo con la seguridad de México.
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