En el extremo de tal acción, se encuentra el otro más buscado de México. Joaquín Guzmán Loera “El Chapo” se maneja en un perfil más bajo mientras se esconde, se refugia, en la tierra que lo vio nacer y crecer en Sinaloa.
Ambos criminales se ocultan del gobierno en las sierras mexicanas. Y preciso del Gobierno, porque hay quienes de manera discreta o de manera pública, pueden acceder a estos personajes de la vida criminal mexicana contra quienes los aparatos de seguridad e inteligencia del Estado Mexicano, nada más no pueden.
Obvia decir que la sierra no es el único elemento que a su favor tienen para burlar de manera sistemática a la autoridad mexicana. La población a la que se deben y a la que sirven, es un factor importantísimo en la proeza criminal de esconderse a plena luz del día en cualquier pueblo, plaza principal, quiosco o fiesta de alcurnia o de barrio.
A estas alturas de la guerra sin razón ni estrategia de Enrique Peña Nieto contra los Caballeros Templarios, es más fácil para un periodista nacional o extranjero encontrar a Servando Gómez para hacerle una entrevista, que llegar a Alfredo Castillo, el Comisionado para la Seguridad de Michoacán.
Mientras el gobierno pone trabas, obstáculos mayores y hermetismo para liberar la información de la seguridad en el País, los narcotraficantes como “La Tuta” conceden encuentros para proyectarse y justificar la vida criminal que llevan bajo el argumento de la pobreza, la marginación y la falta de oportunidades que, precisamente, el gobierno que los persigue proveyó. Es pues un círculo vicioso.
Ya hasta los líderes de las autodefensas, que antes también eran accesibles al micrófono, van quedando poco a poco minimizados ante el avasallamiento del que están siendo objeto –ellos sí- por parte del gobierno mexicano.
Debido a la intensidad en la guerra de Peña –asegún con estrategia económica de por medio- hacia los Caballeros Templarios, la tercia criminal sinaloense va beneficiándose en el olvido. Pocos hablan de Joaquín “El Chapo” Guzmán, Ismael “El Mayo” Zambada y de Rafael Caro Quintero. Los Jefes de jefes como les llaman y les protegen en la sierra de Sinaloa, o en su Badiraguato, gozan de plena impunidad a propósito de la toma de Michoacán primero por el narcotráfico, después por las autodefensas y ahora supuestamente por el Gobierno.
Lo último, los 45 mil millones de pesos que dice el Presidente Enrique Peña Nieto invertirá en el apaleado estado. En obras, en infraestructura, que lo mismo servirá a civiles que a criminales. Invertir en una zona aun infestada por la criminalidad es tanto como meterle dinero bueno al malo. Pero a Peña lo que le va son los anuncios “espectaculares” y si son por miles de millones de pesos mejor aún.
No hay, como complemento a las obras e inversiones que pretende el Presidente, una estrategia pública de combate al crimen organizado y el narcotráfico en Michoacán. Ni siquiera para contrarrestar las muchas y constantes entrevistas o apariciones públicas que realiza “La Tuta”. Lo único, es que dice el Secretario de Gobernación, Miguel Angel Osorio Chong, que lo de ellos no será otro michoacanazo, y mientras dice el Comisionado Castillo, que van 334 detenidos desde que inicio la desconocida estrategia, de los cuales 128 asegún son del crimen organizado. Pero la cosa no baja de color; los ejecutados continúan, los balazos no cesan ni la inseguridad; los michoacanos la gran mayoría sigue teniendo hambre y cayendo –aun cuando sea injustificable esa premisa- en las redes del narcotráfico porque ahí sí les dan dinero.
Vaya, nada hace el gobierno más allá de la promesa de dinero, o de la estadística de detenidos que a nadie consta solo a ellos, para detener a quienes desde cualquier sitio público les responden, les afrentan y los enfrentan. La estrategia mediática de los criminales, particularmente de “La Tuta” que lo mismo sale en televisión nacional –Televisa- que en televisión del extranjero o en YouTube, no la han podido detener. Porque la diferencia es que mientras el criminal es transparente en su bizarra conducta, el Gobierno de Peña es opaco hasta en su propio plan nacional de seguridad, si es que en alguna parte existe.
En estas condiciones, apoyados en elementos naturales, en idiosincrasia del mexicano y en la necesidad económica y social de la población, en la sierra de Sinaloa, como en la sierra de Michoacán, los narcotraficantes se esconden públicamente, del gobierno mexicano. Que cosas.
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