Allí está la fotografía añorada por algunos, detestada por otros. El dictador cubano en su lastimosa condición y el joven Presidente mexicano en charla que se prolonga por una hora. Enterrar el incidente “comes y te vas” y restablecer una relación “estratégica”. La diplomacia mexicana se juega sus mejores cartas en una delicada misión. Juan José Bremer —uno de los personajes más sólidos de la cancillería— muestra sus habilidades. En unos cuantos meses se logra el encuentro y anuncia una muy próxima visita de estado de Peña Nieto a la isla. En la versión oficial el enfriamiento en la relación le ha costado a México muy caro en sus vínculos con Brasil, con Bolivia, con Venezuela, con Nicaragua, con Ecuador, entre otros. Recuperar la relación con el vecindario latinoamericano es prioridad de la nueva gestión. Pero hay otra lectura.
“Tú no puedes ir a hablar de democracia si eliges a Cuba como la sede. ¡Es grotesco!”, declara Vargas Llosa a El Mercurio, montado en cólera. “... van a un país que tiene una dictadura de 54 años de existencia y que lo primero que hace para recibir a los presidentes es meter presos o silenciar a los pocos opositores que se atreven a sacar la cabeza. Ahí hay una contradicción inaceptable...”. Qué decir. Pero la realidad latinoamericana camina por otro sendero. Raúl Castro logró reunir a 31 de los 33 presidentes de la zona en la Cumbre Celac. Se excusaron Funes de El Salvador por motivos de salud y Martinelli de Panamá probablemente por la fricción que produjo el apresamiento de un barco norcoreano con armamento destinado a la isla (El País, 30-1-14). Eso también sigue existiendo. En la cumbre se habló de todo, menos de derechos humanos y democracia. Todos alineados, una farsa.
La historia es larga. Décadas de una relación entre los dos países, la isla con una franca dictadura y México con un sistema autoritario de partido dominante. Hacia abajo en el continente un rosario de dictaduras y golpes de Estado. Pero en México la situación evoluciona hacia una democracia imperfecta, pero sin duda participativa. A diferencia de España, aquí la transición no tiene una sola fecha fundacional sino varias. También en Latinoamérica las cosas cambian. El péndulo oscila hacia la democracia en Brasil, Argentina, Chile, Nicaragua, El Salvador, Panamá, entre otros. Un momento clave de quiebre en la relación entre Cuba y México se da en 1999, cuando Ernesto Zedillo, allí en La Habana, hace un fuerte pronunciamiento sobre las libertades en la isla. Las relaciones se paralizan.
Pero el péndulo vuelve a oscilar ahora hacia la restauración de regímenes de caudillos disfrazados de demócratas. Menem y los Kirchner en Argentina, Fujimori en Perú, Chávez en Venezuela, Evo Morales en Bolivia, Correa en Ecuador. El mismo día que Raúl Castro agasajaba a la Celac, la Asamblea Nacional de Nicaragua —en manos de los sandinistas gobernantes— aprueba una modificación constitucional que le permite a Ortega la reelección ilimitada. Además del Legislativo, Ortega controla el Poder Judicial y el sistema electoral. Esas son las nuevas democracias del vecindario. Y sin embargo Costa Rica y El Salvador fueron a elecciones competidas el domingo pasado. Muchas contrahechuras regionales: elecciones ejemplares en algunos países, sistemas autoritarios, caudillos y hombres fuertes en otros y la franca dictadura de Cuba que reprime y persigue minorías. Haití deshecho.
Pero el invencible nacionalismo cubano no se puede explicar sin ir al pasado, al rescate de una nación convertida en el prostíbulo de EU, sin la invasión de Bahía de Cochinos, sin Guantánamo, sin la crisis de los misiles y, por supuesto, sin el bloqueo. Los imperios, la URSS y EU, ambos interviniendo en Nicaragua, en El Salvador, en el apoyo a Pinochet. La lista es larga. Cuba se convirtió en el mascarón de proa del nacionalismo latinoamericano. Pero el mundo cambió, la URSS implosionó y todavía hoy la compleja Ucrania se desgarra por abrirse al mundo. El libre comercio ha propiciado alianzas tanto en América del Sur como en el norte. Peña Nieto habló del potencial económico de la región Celac que sería 20% mayor al de la Unión Europea. El espíritu bolivariano volvió a ser invocado, ese espíritu que igual da para hablar de comercio potencial que para modificar constituciones y perpetrarse en el poder, como lo hizo Chávez, calificado ahora como “humanista incansable”.
La instauración generalizada de las democracias liberales en la zona todavía es ilusión. Ahora México optó por el acercamiento simbólico con la izquierda latinoamericana y con la nacional. No somos los únicos, también la Unión Europea acordó —en las mismas horas de la Cumbre— llegar a un acuerdo con La Habana que entierre la “posición común” tejida por Aznar en el 96 que cerró las puertas a la isla. A veces el pragmatismo sulfura a quienes vivimos en el mundo de las palabras y las ideas. Ir a Celac, necesario. Condonar deuda, el encuentro particular y la expresión “líder político y moral” en boca del Presidente mexicano, inaceptable. ¿Líder moral?
*Escritor
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