sábado, 15 de febrero de 2014

Francisco Martín Moreno - ¿El perdón o la cárcel?

¿Usted amable lector que pasa la vista por estas líneas, ha visto tras de las rejas a uno de esos diabólicos ensotanados que violan a niños, obviamente indefensos menores de edad, en uso y abuso de su autoridad espiritual? 
¿Usted amable lector que pasa la vista por estas líneas, ha visto tras de las rejas a uno de esos diabólicos ensotanados que violan a niños, obviamente indefensos menores de edad, en uso y abuso de su autoridad espiritual? 
Es evidente que no solo me refiero a los curas pervertidos de México, sino a los del mundo entero que logran evitar las sentencias de cadena perpetua gracias a la inmensa riqueza del clero católico, misma que ha logrado con arreglo a chantajes por medio de los cuales prometen la eternidad, un pedacito de cielo, a cambio de obediencia y de cuantiosas limosnas que invierten en bolsas de valores, fraccionamientos y diversas empresas, entre ellas laboratorios productores de anticonceptivos… 





Esos curas, auténticos parásitos sociales que jamás han trabajado, además de lucrar abiertamente con los miedos del prójimo sin pagar un centavo de impuestos por sus ganancias mal habidas, todavía ultrajan a la parte más sensible de la sociedad como, sin duda lo son nuestros hijos y, sin embargo, continúan delinquiendo con absoluta impunidad. 
Su conducta demuestra que no solo no temen a la justicia mexicana, sino tampoco les preocupa ni una cuarta parte de un comino la ira de su tal Dios… 
Usted, querido lector, ¿cree, con la mano en el corazón, que un sacerdote pedófilo teme la sentencia que dicte el día del Juicio Final? ¿Cree usted que estos coprófagos que no nacieron de vientre humano temen su ingreso eterno en el infierno mientras se les calcinan los pies o lo que sea…? No, no temen a la justicia ni al fisco ni a la sociedad ni a su Dios ni al Juicio Final ni al infierno ni a nada porque están absolutamente rotos por dentro.
Pero claro está, como siempre, no existen las culpas absolutas. ¿Qué decir de los padres cuyos hijos fueron mancillados por estos delincuentes representantes de Dios que los creó a su imagen y semejanza, que ofrecen cantidades gigantescas de dinero a cambio de que se retiren de los tribunales las denuncias, ofertas cuantiosas que son aceptadas por quienes indebidamente ejercen la patria potestad de sus hijos? 
¿Cómo es posible que los jefes de familia acepten una cantidad de monedas para compensar el daño moral y psicológico sufrido como consecuencia de las reiteradas agresiones sexuales padecidas por sus descendientes, pago que implica el desistimiento de toda acción penal y la liberación de los pedófilos homosexuales que destruyeron sin piedad alguna el equilibrio psíquico y emocional y por ende, la existencia de los menores?
¿Qué sociedad putrefacta es esta, en donde la máxima autoridad espiritual de la nación viola y desecra a los menores de edad, los padres aceptan una compensación económica a cambio de desistirse de las acciones penales y los tribunales se abstienen de perseguir de oficio a esos execrables ensotanados enemigos arteros de toda comunidad medianamente civilizada?
No, nada de concederles perdón alguno a los pedófilos, nada de recibir dinero para compensar los daños, nada de que se ordene su retiro para meditar con la prohibición de cantar la misa, no, nada eso: a la cárcel con ellos y, muy a pesar de que soy enemigo de la pena de muerte, en estos casos, la pediría sin piedad alguna, al fin y al cabo, ¿quién tiene piedad en México?


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