miércoles, 26 de marzo de 2014

Jorge Zepeda Patterson - 24 horas en la mente de tu gober

Bola de ingratos, es lo que son: periodistas, blogueros, tuiteros de mierda. Nos acusan a los gobernadores de ser virreyes, sátrapas, señores feudales. Si supieran que no puedo dar un paso sin que un reportero se haga el listillo con preguntas de mala leche a pesar del chayote; o sin que algún pendejo de a pie me haga videos con su celular en cuanto salgo a la calle. Ya me veo en Youtube: que si la papada, que por qué tantos guaruras, que ya cambié de carro. Carajo, no hay manera de darles gusto.
 
¿Que nadie nos gobierna? ¿Que somos impunes? Ajá, ¿creen que es fácil dormir con eso que le están haciendo a Granier en Tabasco, tan buena persona. Y a Moreira sólo lo salva que es amigo del presidente, pero hay otro par de colegas a los que ya traen en salsa.
 
Ayer el tesorero me dijo por enésima vez que nuestro guardadito no tiene ningún riesgo. Una parte está en Canadá, otra en España y la más escondidita en no se que fondo bursátil en Islas Caimán a seis grados de separación de mi apellido. A ver si no me lo hacen perdidizo estos cabrones. El operador financiero que nos lo maneja le ha trabajado a varios generales durante años sin ningún problema. Pero a mí eso no me tranquiliza. A los militares nadie los audita porque ellos nunca dejan el poder. En cambio uno termina el sexenio y se convierte en cadáver, en árbol caído del que todos quieren hacer leña. El único refugio de un ex gobernador son los ahorritos que pueda uno juntar, pero luego resulta que por esos ahorritos te la andan haciendo de pedo.
 
 
 
 
 
 
Y ni manera de explicar públicamente la decencia con la que me he conducido. Veinte millones de dólares es nada. Cualquier otro en mi lugar se habría despachado con la cuchara grande. Pero yo preferí invertir en obra pública, servir a mi pueblo. Toda mi trayectoria política ha estado al servicio de la gente que menos tiene y mantendré un comportamiento intachable hasta el último día de mi administración. Por eso creo que 50 millones serían más justos; quedan dos años para completarlos. El fondo federal para la prevención de inundaciones y los negocitos con la remodelación del centro histórico van ayudar.
 
También necesito hacer puntos con el gobierno federal. Los únicos capaces de guardarme bien las espaldas cuando yo me vaya viven en Los Pinos y en Bucareli. Méndigos Duarte y Borge, ya me ganaron el mérito de ofrecer a mi estado como campo de laboratorio para las leyes esas que andan buscando los federuchos. En Veracruz metieron las nuevas normas para limitar a los pinches periodistas y en Quintana Roo los revoltosos tienen que pedir permiso para salir a la calle o si no, bote. Ya instruí a los diputados locales para que aprueban las dos leyes, pero los gorditos ya me ganaron la primicia en aquellos estados. Tengo que ofrecerme para ser el primero en algo. Contra el aborto no hay manera de ganarles a los del Bajío. Lo de la pena de muerte sería buenísimo, pero tengo que revisar si los de los de la Suprema no me van a venir con su cantaleta constitucional.
 
En mi fiesta de cumpleaños voy a medirle el agua a los camotes. Sólo ha confirmado la secretaria de la reforma y un par de gobernadores. Gamboa sigue dándole largas a la invitación. Si no logramos traer a los pesados voy a quedar exhibido. Creo que los del gabinete se la están pensando, porque en el bailongo del año pasado corrieron rumores de que un convoy de narcos había merodeado la hacienda donde celebré la fiesta. Puros infundios. Mi relación con el general de la Zona y con el mero mero de los Zetas es de lujo: todo terso y suavecito. Lástima que en los últimos meses los de Nueva Generación anden soliviantando el orden institucional. Pero vamos, noventa ejecutados en tres meses tampoco es para poner el grito en el cielo. Digo, esto no es Michoacán ni el Edomex.
 
Aquí viene el secretario de gobierno. Pobre güey, cree que lo voy a convertir en mi delfín. Ja, sería yo pendejo. Este es más listo que el hambre; a los seis meses de sentarse en la silla habría destruido todo mi legado político, que no es poco. Necesito dejar como sucesor a un cuadro menor, algún esperpento que sólo le interese hacerse millonario y que siga necesitando de mi asesoría política para gobernar. Es la fórmula que ahora están siguiendo mis colegas en otras entidades. El único problema es cómo escogerlo: casi todos tienen ese perfil.
 
¿Ven por qué un gobernador no se la acaba? Que si los auditores, que si los revoltosos, que si los periodistas entrometidos, que si los parientes incómodos, que si la jubilación comprometida, que si las exigencias de los narcos. Carajo, no sé qué haría sin la rayita blanca que me aliviana durante el día y las sabrosas carnes de la mulata que me aparta el compadre para la noche.
 

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