México ha sido el país de un solo hombre. Históricamente integramos una sociedad cerrada carente de democracia, gobernada por tlatoanis, virreyes, caciques, jefes máximos o presidentes imperiales que dirigían a la nación de acuerdo a sus estados de ánimo.
Los mexicanos jamás hemos vivido dentro del entorno de un Estado de Derecho, salvo que se acepte la rigidez normativa prevaleciente en los remotos años del México precolombino, momento singular en nuestra historia judicial que, entre otras razones, permitió la formidable expansión del imperio azteca, por más que agreda a algunos el término imperio por su origen castellano.
Durante los 300 años de la colonia española surgió la corrupción y con ella la impunidad, y con la impunidad desapareció el mágico Estado de Derecho, y al desaparecer el Estado de Derecho proliferó la delincuencia inalcanzable a las sanciones jurídicas que podían desprenderse de las conductas ilícitas. ¿Cómo olvidar cuando Álvaro Obregón sostenía que en México solo los pendejos y los pobres iban a la cárcel…?
El crimen fue (y es) un gran negocio que se desarrolla eficazmente en el seno de un país de reprobados, en donde la inmensa mayoría de la sociedad que creció de acuerdo al lema de que “quien no transa no avanza”, carece de un título universitario…
¿Cómo hablar de la erradicación de la delincuencia cuando el propio gobierno se encuentra devorado por el cáncer de la corrupción? ¿Qué se puede esperar de una autoridad carcomida por una incontenible delincuencia que ella mismo prohijó con el paso del tiempo en un ambiente de analfabetismo, ignorancia y cinismo estimulado por un clero que todo perdona a cambio de dinero…?
Entre las razones de la delincuencia se encuentra el escandaloso fracaso educativo, la deserción escolar, la descomposición familiar, la ausencia de democracia, la inexistencia de la separación de poderes, la presencia de instituciones consignadas en el papel para tratar de acreditar una república moderna y eficaz, la compra-venta de facultades de la autoridad a los particulares, un sector empresarial que busca prosperar al amparo de concesiones oficiales orientadas a fortalecer monopolios igualmente corruptos y que ha sido incapaz de crear los empleos requeridos por el país, en donde los “ninis” son candidatos a engrosar las filas del crimen…
Es menester imponer una reforma ética en la escuela, en los medios de difusión, entre las asociaciones de padres de familia y finalmente en el clero para que nuestros hijos crezcan con otro concepto del honor, de la dignidad y de la legalidad.
¿Cómo no va a prosperar la delincuencia si el 98 por ciento de los crímenes no se resuelven? ¿Todo es incapacidad o corrupción y negligencia o ausencia de compromiso social o una mezcla de todo lo anterior? ¿Por qué en Alemania, Francia, Inglaterra o Japón no proliferan gusanos como la tal “Tuta” o un macabro “mocha orejas…”?
La televisión –sálvese quien pueda- estupidiza a la nación, al igual que lo hace la escuela y la iglesia. La ignorancia, la frivolidad social, la ausencia de compromiso nacional, la debacle educativa, la indolencia y la irrelevancia de la protesta ante el cinismo del gobierno, todo ese siniestro conjunto integra una perversa amalgama de agentes que acabarán por destruir lo mejor de nosotros en el entorno de un México podrido…
Leído en http://www.reporteindigo.com/reporte/mexico/un-mexico-podrido
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