sábado, 26 de abril de 2014

René Delgado - ¿Golpe al parlamento?

Si alguien pretende asestarle un golpe al parlamento, esta vez -a diferencia del ardid de los años sesenta- ni por qué pensar en agitadores profesionales, grupos subversivos o comunistas come niños. Cosa de voltear a ver a los legisladores tripulados y empeñados en denigrar al Poder Legislativo. Vamos, cuestión de fijarse en quienes parecieran tentados por la vesania de darse un autogolpe, si algo les deja esa aventura.

El vodevil montado por la actual Legislatura -en estos días, particularmente por el Senado de la República- sugiere la idea de que, en su seno, hay una confabulación para acabar con los restos de un parlamento que no debate ni legisla y menos se respeta a sí mismo.

Asombra, hasta anular la esperanza democrática, que, en medio de la crisis que arrastra el Poder Legislativo, un nutrido grupo multicolor de legisladores ahonde la falta de credibilidad y de representatividad que afecta al Congreso.







De a poco, esos siervos de la nación invertidos le vienen llenado el buche de piedritas a la ciudadanía.

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Viejísimas historias protagonizadas y sazonadas por los legisladores con sello de burla a la soberanía popular que supuestamente encarnan, hoy quedan como juego de niños frente a lo que están haciendo.

El uso de la charola y el fuero como garantía de impunidad frente al abuso. La elevación a rango de moche de lo que es una vulgar extorsión. El increíble reloj parlamentario que marca el tiempo a capricho de los legisladores. El fantástico invento de las "juanitas" para asegurarle la curul o el escaño al hermano, el esposo o el hijo. El canje de votos por leyes o de leyes por votos. El pase de lista, y te pintas. El madruguete legislativo que despierta al ciudadano con una ley inconcebible. La subasta del voto parlamentario al mejor postor, público, privado o mixto. El ocultamiento del despilfarro de recursos para premiar o castigar a los integrantes de la fracción correspondiente. El encajuelamiento de presuntos delincuentes hasta convertirlos en señores con fuero. El uso del Senado como salón de fiestas particulares. El invento de comisiones en el extranjero para conocer el país anhelado. La evasión del pago de impuestos con cargo a la ciudadanía. Las reuniones de las bancadas en destinos turísticos, recomendadas para pasar un espléndido fin de semana...

Esas historias de abusos y burlas palidecen frente a la abdicación de un muy buen número de legisladores a su función de representar a sus electores; de elaborar leyes, por sí, en beneficio del interés nacional; de enaltecer el parlamento como el foro por excelencia del debate nacional; y de ser un balance frente al Poder Ejecutivo. No, no son fuerzas extrañas ni agentes del extranjero quienes impulsan dar un golpe al parlamento, son miembros del mismo Poder Legislativo quienes inclinan su voto por golpearlo y denigrarlo a fin de ensanchar el autoritarismo compartido por una reducida élite.

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¿Cómo avanza ese grupo plural de legisladores en la demolición del parlamento?

Avanza a partir de una serie de conductas propias de quienes se interesan en reducir la democracia a un ejercicio electoral donde aplican restricciones, mutilando, por peligrosa, la participación ciudadana y abandonando las tareas propias del parlamentario que aprecia y respeta el mandato recibido.

Hoy, decir que los legisladores legislan es un sinsentido. Lo es porque ese grupo de legisladores ha denigrado esa función, reduciéndola a una oficialía de partes donde reciben iniciativas intocables o elaboradas por consultoras que les llevan la mano si es que ellos participan en la redacción de leyes que presentan como propias. El Congreso ya no es el lugar donde se legisla, es la recepción donde se estampa el sello de recibido y aprobado o, bien, donde se contrata a quienes cuentan con talleres para hacer o enderezar leyes. Pese a contar con asesores propios, institutos especializados o aun con comisiones, esos legisladores han delegado su función a los secretarios del Ejecutivo o al despacho privado, privilegiado por su preferencia.

En su aparente discapacidad, esos legisladores han encontrado un gran negocio. Dejan que otros hagan las leyes y, en el ejercicio de levantar la mano, aseguran prebendas, prerrogativas, cargos o favores. Autodenigrarse les resulta rentable porque, a fin de cuentas, rendir cuentas al electorado es materia de olvido. En todo caso, el compromiso de cumplir lo tienen con su partido o con el patrocinador, público o privado, que los ampare.

Por eso, a esos legisladores muy poco les importa torcer leyes, aunque enchuequen la Constitución, o vulnerar la integración de los órganos autónomos si de ello derivan una cuota para su partido y una recompensa. Muy poco les importa legislar sobre las rodillas porque, en el fondo, su anhelo no es contar con un escritorio sino conservar la silla donde le ponen precio a su voto. Un bledo les importa violentar los plazos fijados por ellos mismos porque ni quién pueda reclamarles y mucho menos sancionarlos. Les importa un comino si, a cambio de ajustar las leyes electorales a capricho para asegurar o agrandar su parcela de poder, empeñan el tesorito escondido en el fondo del mar o entre las lajas de la tierra.

Aunque juran en nombre de Belisario Domínguez contar con voz y voto incorruptibles, ciegos y sordos lamen con gusto la mano de quien los domestica y, por lo mismo, agradecen ser entrenados para meter la pata y levantar la mano.

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A esos legisladores les encanta simular la dictaminación de leyes a puerta cerrada o a solas, sin reparar en el daño creciente que le provocan a una democracia que, pese a la presunción, se desvía cada vez de la ruta hacia el puerto de su consolidación.

Ni sentido tiene mencionar al legislador de las dos tortas, huérfano pero en busca de patrocinador, hábil en el arte de cambiar de collar sin quitarse la cadena.

Desafío de los historiadores reseñar el capítulo de un grupo plural de legisladores que, en beneficio propio y en maleficio de sus representados, se empeñaron en darle un golpe al parlamento.


sobreaviso12@gmail.com


Leído en http://plazadearmas.com.mx/rene-delgado-78#more-498237

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