PRIMER TIEMPO: Si se atonta el rival, pues será su problema. Para qué se busca y tiene el poder si no es para usarlo. Esta lógica es la que predomina hoy en día en la izquierda, donde una vez más, en la designación de consejeros del nuevo Instituto Nacional Electoral, la corriente Nueva Izquierda, que se conoce en el folclor político como Los Chuchos, volvió a demostrar que en lo que es la izquierda formal, sólo sus decisiones cuentan. Se despacharon con el cucharón grande y corrigieron los viejos errores estratégicos del PRD de la década pasada cuando en protesta porque se sentían desplazados en el viejo IFE por el PRI y el PAN, se retiraron de la mesa de negociaciones en 2003 y se quedaron sin influencia en los órganos electorales. Aquellos eran los tiempos donde mandabaAndrés Manuel López Obrador, que ya se fueron. Ahora son Los Chuchos, cuyo jefe moral Jesús Ortega fue quien dio la idea que se materializó en el Pacto por México, y que han ido ganando posiciones sobre todos sus adversarios en esa parte de la geometría ideológica. La composición del nuevo INE es espejo de su fuerza e influencia.
Colocaron en la presidencia a una figura incuestionable, Lorenzo Córdova, un científico político formado en la gran escuela de Turín, en Italia, e hijo de uno de los grandes pensadores de la izquierda en México, Arnaldo Córdova. Serio, profesional, muy sensato, no tenía muchos adversarios de su tamaño para encabezar el nuevo órgano. Pero no pararon ahí. Los Chuchos presentaron desde el primer momento en que se plantearon las listas de los partidos para el INE, una relación con 10 nombres, donde Ciro Murayama, estaba ubicado en el último lugar. “Lo quieren proteger”, dijo uno de sus compañeros de lista. “Seguro él será uno de quienes queden”. Los Chuchos lo trabajaron bien. Córdova y Murayama provienen de una rama de la izquierda progresista y abierta, alejada del dogmatismo del viejo comunismo, que se formó con viejos cuadros democráticos cuya cabeza más visible era el economista Rolando Cordera, que trabajó durante mucho tiempo junto con José Woldenberg, quien tuvo en su equipo de asesores, precisamente, al par que va al INE. Las dos principales cartas de Los Chuchos, entraron en posiciones de honor, en una recuperación para la izquierda reformista, de una posición de poder que la izquierda social abandonó ingenuamente hace una década.
SEGUNDO TIEMPO: Lo primero, lo primero, limpiar la casa. Nadie en la Cámara de Diputados quiere admitirlo, pero en la composición del nuevo Instituto Nacional Electoral, los partidos fueron quienes decidieron, entre sus negociadores, quiénes iban y a quiénes excluían. El PRD colocó como sus representantes en las mesas de la negociación al presidente de la Junta de Coordinación Política, Silvano Aureoles, y al vicecoordinador de la bancada, Miguel Alonso Raya. El primero pertenece a la corriente que fundó la ex gobernadora Amalia García, Foro Nuevo Sol, que históricamente ha trabajado con la corriente de Los Chuchos. Raya es parte integral de ellos. Por diseño o por coyuntura, su gestión eliminó primero a las propuestas de las diferentes tribus. Primero, a todos los que tenían el respaldo del ex jefe de gobierno del Distrito Federal, Marcelo Ebrard. Si él no existe, ¿por qué darle cabida a quienes respalda? ¡Fuera! Luego, a los radicales lópezobradoristas que están afiliados a Izquierda Democrática Nacional, que encabezan al muy desacreditado René Bejarano, y su esposa la senadora Dolores Padierna. Los bejaranistas se quisieron colgar de Javier Santiago, quien fue fundador del Instituto Electoral del Distrito Federal y estuvo en la primera lista de los 10 propuestos por el PRD, pero no sobrevivieron mucho. Santiago fue siempre la carta fuerte de Héctor Bautista, jefe de la corriente Alternativa Democrática Nacional, que no es muy visible fuera del estado de México, pero que es considerada la segunda fuerza dentro del PRD, detrás de Los Chuchos. Reconocida internamente en el partido, tienen en Luis Sánchez, una de las vicepresidencias actuales en la Mesa Directiva del Senado, que son parte de los cargos que se repartieron las tribus perredistas. Los Chuchos fueron magnánimos con sus aliados. Incluso, le dieron una posición al PRI disfrazada de Sol Azteca, en la figura de Alejandra Pamela San Martín, impulsada por el ex consejero del PRI, Francisco Guerrero, y respaldada por la ex secretaria ejecutiva del IFE y magistrada electoral, María del Carmen Alanís, ligada también al tricolor. Cuatro posiciones para el PRD, aunque una de ellas, esta última, compartida con los priistas.
TERCER TIEMPO: Qué chamaqueada le dieron a los panistas. El PRI sacó las cuatro posiciones que, cuando menos, exigía en el nuevo Instituto Nacional Electoral. No tuvo a quien más quería, Marcela González Salas, un experimentado cuadro mexiquense que trabajó con el entonces gobernador Enrique Peña Nieto. González Salas era la número uno en la lista del PRI, con la instrucción de Los Pinos, a través del jefe de Oficina, Aurelio Nuño, quien participó en la negociación, y la gestión del subsecretario de Gobernación, Felipe Solís Acero. Pero la peñista fue eliminada en la primera ronda porque el gobierno descuidó la operación política y su representante en el consejo que elegiría a los finalistas, Jorge Moreno Collado, consejero de la Judicatura Federal, no pudo convencer a sus otros seis colegas de función, que González Salas pasara a la siguiente ronda. Pero si Moreno Collado debe esperar consecuencias por su dolorosa –en Los Pinos- falla, a quien quieren linchar en el PAN es al ex gobernador de Baja California, Alejandro González Alcocer, responsable de la negociación de los consejeros. El PAN quería al ex consejero Arturo Sánchez como presidente del nuevo órgano electoral. Respaldado por su íntimo Juan Molinar, uno de los principales asesores del líder nacional con licencia Gustavo Madero, eran él y otro consejero electoral, Benito Nacif, las propuestas inamovibles. Nacif quedó en los términos como se buscaba, pero Sánchez fue aplastado. Las maniobras del PRD y la imposibilidad que el PRI a cediera plazas, lo tumbaron de la quinteta para presidente primero, y luego del grupo para servir nueve años y luego del de seis. Se quedará por tres años, que serán de vergüenza. La imposición de Sánchez en el PAN había causado fricciones internas que abrieron vulnerabilidades. En esa coyuntura metió el negociador del PRD Silvano Aureoles aAlejandra Pamela San Martín, la recomendada del PRI, quitándole una posibilidad en una quinteta de sólo mujeres, y el panismo veracruzano a José Roberto Ruiz Saldaña. Pero sólo tres lugares para el PAN, que quería la presidencia del INE y, cuando menos cuatro consejeros, como creían hace tiempo que tenían asegurados. Si el PRD fue el gran ganador, fue a costa del PAN.
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