martes, 27 de mayo de 2014

Jacobo Zabludovsky - La Orden del Porteño

Gracias es la palabra. En ella abarco la emoción y el aprecio por el honor que se me dispensa. La Asociación Gardeliana Argentina ha reunido en dos palabras la esencia del premio: porteño y gardeliano.
Buenos Aires y Gardel. Ni en sueños puede lograrse una síntesis más nítida de lo que esta simbiosis, la ciudad y su cantor, representan para quienes vivimos en la cultura del tango. El conjunto de las manifestaciones en que se expresa la vida tradicional de un pueblo define a la cultura. El tango es, entonces, parte básica de la cultura de Buenos Aires.

Vengo de una ciudad fundada por pueblos peregrinos en 1325; conquistada y destruida en 1523; reconstruida sobre ídolos ocultos con piedras antiguas para nuevos palacios. En esa ciudad llamada México se estableció la primera universidad del continente, la primera escuela de Derecho, la primera imprenta, la primera casa de moneda, el primer hospital. El Centro Histórico es patrimonio de la humanidad. Ya perdimos la cuenta del número de sus habitantes, 20, 30 millones. La ciudad en que nací y he vivido, ciudad a la que amamos y nos llena de gratos sentimientos. Tan orgullosos estamos de ella como ustedes, con razón, de Buenos Aires. Salen sobrando las comparaciones y pueden llevarnos al absurdo. Pero tiene Buenos Aires algo envidiable: ha sido cantada como pocas ciudades en la historia.






Esta semana al buscar una guía de Buenos Aires descubrí la librería Ateneo, una de las más ricas y bellas del mundo. Encontré toda clase de guías: Buenos Aires por sus cafés, por sus barrios, por sus calles y esquinas; Buenos Aires por cinco pesos, los arrabales del tango; Buenos Aires en lunfardo, aires de Evaristo Carriego. En medio de tanta oferta de guías encontré que, como la carta misteriosa, el secreto de la mejor guía estaba ante mis ojos: el Buenos Aires de tangos y milongas. Desde hace un siglo músicos talentosos y poetas populares han creado la canción urbana, canción maleva y nos llevan de la mano por los pregones, lamentos y recuerdos de una ciudad amada por quienes han escrito sus crónicas sobre un bandoneón y una guitarra. Quienes en un pernó mezclaron París con Puente Alsina; arrabal amargo, antes morir que olvidarte; bajo tu amparo no hay desengaños; viejo barrio perdoná si al evocarte se me pianta un lagrimón; caminito cubierto de cardos; Corrientes y Esmeralda, en tu esquina rea cualquier cacatúa sueña con la pianta de Carlos Gardel; el bulín de la calle Ayacucho que en mis tiempos de rana alquilaba; Almagro mío, todo ha pasado, quedan cenizas de lo que fue; calle como valle, el puñal del Obelisco te desangra sin cesar; un pedazo de barrio allá en Pompeya durmiéndose al costado del terraplén; me da pena verte hoy, barrio de Flores; una calle en Barracas al sur; San Juan y Boedo antiguo y todo el cielo, las calles y la luna suburbana y mi amor en tu ventana; soy del barrio de Tres Esquinas donde florecen como glicinas las lindas pibas de delantal; aquella cantina que hubiera pintado Quinquela Martín; café de Los Angelitos, yo te alegré con mis gritos en los tiempos de Carlitos en Rivadavia y Rincón; café La Humedad, billar y reunión, vuelvo a buscar la barra eterna de Gaona y Boyacá; cómo olvidarte en esta queja, cafetín de Buenos Aires, sobre tus mesas que nunca preguntan lloré una tarde mi primer desengaño; La Boca, Callejón, Vuelta de Rocha, donde lloro mis congojas; ha plateado la luna el Riachuelo; Tortoni de ahora, el tango aquel de Filiberto, como vos, no ha muerto; Corrientes, tres cuatro ocho, segundo piso ascensor; en un viejo almacén del paseo Colón; en el barrio Caferata, en un conventillo con los pisos de ladrillo y en cada paso una mujer ingrata sintetiza su biografía y esencia en unas cuantas palabras definitorias: a nadie le digas que ya no me quieres, si a mí me preguntan diré que vendrás.


Señoras y señores: hace más de 50 años vine por primera vez a Buenos Aires con un Presidente de México y juntos bajo la garúa vimos representar "La Zapatera Prodigiosa" al aire libre de Caminito. A esa emoción inolvidable uno esta medalla: la Orden del Porteño. Hoy sé, pese a la filosofía íntima de cada tango, que mi amor es correspondido. La Orden del Porteño. Equivale a decir sí a mi declaración de amor a Buenos Aires. Disfruto ahora el placer de encontrar en el eco de cada latido un sentimiento similar al que abrigo por la cultura porteña.

Agradezco al embajador Fernando Castro Trenti la hospitalidad de la Embajada de México y al doctor Jorge Alberto Minces, presidente de las Asociación Gardeliana Argentina, el haberme ubicado entre los porteños como uno más, honor singular que aprecio en todo lo que vale.


Gracias a todos.






Leído en http://www.am.com.mx/opinion/leon/la-orden-del-porteño-9342.HTML

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