martes, 27 de mayo de 2014

Martín Moreno - Las dos muertes de Marcos

Para Guillén, Marcos debía morir ante el inevitable fatalismo de la intrascendencia.

El subcomandante Marcos —alias de Rafael Sebastián Guillén Vicente— murió dos veces: primero, cuando dejó de ser respetado y la fama y su innegable inteligencia se lo tragaron como a cualquier mortal; segundo, la madrugada del domingo pasado cuando Guillén lo mató.

“Siendo las 2:08 del 25 de mayo del 2014 en el frente de combate suroriental del EZLN, declaro que deja de existir el conocido como Subcomandante Insurgente Marcos, el autodenominado subcomandante de acero inoxidable”, anunció el encapuchado.

Marcos y la muerte.








Tan sólo tres años después del levantamiento armado zapatista en Chiapas, Guillén Vicente —revelada su identidad por el gobierno de Ernesto Zedillo mediante el primer procurador de Justicia panista, Antonio Lozano Gracia, en febrero de 1995— hablaba ya de la desaparición de su personaje, el subcomandante Marcos.


“Lo que habría que preguntarse sobre Marcos es si va a poder seguir siendo un instrumento (para las comunidades chiapanecas), y durante cuánto tiempo, o si ya se acerca el momento en que tiene que morir. No morirse físicamente, sino como personaje”. (Subcomandante Marcos. El sueño Zapatista. Yvon Le Bot, P. 339).

He allí la respuesta de porqué Guillén Vicente, según sus propios conceptos, estrategias y palabras, decidió aniquilar a Marcos: porque ya no era instrumento para los pueblos y, por ende, para el zapatismo.

Para Guillén, Marcos ya no era viable.

Para Guillén, Marcos carecía ya de razón de ser.

Para Guillén, Marcos debía morir ante el inevitable fatalismo de la intrascendencia.

Por eso Guillén mató a Marcos.

“Así que el relevo de mando (ahora cedido al subcomandante Moisés) no se da por enfermedad o muerte, ni por desplazamiento interno, purga o depuración. Se da lógicamente de acuerdo a los cambios internos que ha tenido y tiene el EZLN”, precisó Guillén Vicente, graduado en filosofía y letras por la UNAM. Por cierto, su hermana Mercedes es subsecretaria de Población, Migración y Asuntos Religiosos en Gobernación. Paradojas de vida: Marcos condenando al “supremo gobierno”… encarnado en su hermana.

Hoy Marcos ha muerto de manera oficial.

Pero en la praxis, el subcomandante Marcos ya había fallecido.

Marcos murió con la llegada del nuevo milenio, cuando la alternancia en el poder presidencial eclipsó la lucha zapatista para llevar al país a una nueva dinámica: la caída del PRI a golpe de votos, el derrumbe de la dictadura política, inyectando al país esperanza de mejores tiempos. Muy pronto, Vicente Fox aniquiló esa esperanza bajo un gobierno tibio y comodino.

Pero Marcos cada vez estaba más lejos del personaje admirado que fue durante los días tormentosos de 1994, cuando su figura, palabra y misión al frente del zapatismo, era alabada en el mundo ante la pobreza humillante que se vivía —y se vive aún— en Chiapas. Marcos el héroe.

Marcos el respetado.

¿Qué pasó después?

Que el personaje del subcomandante Marcos fue devorado por su propia gloria. Del reclamo histórico justificado y necesario en favor de Chiapas, se convirtió en un dios de carne y hueso que hizo del autoelogio su táctica de sobrevivencia; la humildad desde las cañadas mutó en soberbia de tinta y saliva capaz de crucificar a quien se le pusiera enfrente; el Marcos creíble se transformó en el Marcos petulante. Entonces comenzó a perder adeptos, presencia y credibilidad.

Y con ese Marcos —el soberbio, el petulante—, Guillén Vicente cumplió su promesa: cuando ya no sea instrumento útil para las comunidades, Marcos deberá morir. Y entonces lo mató.

Guillén se sabía devorado por su personaje. De alguna manera, el subcomandante Marcos ya había rebasado a Rafael Sebastián Guillén Vicente. El hombre vagaba. El personaje disponía.
Aun con todas sus facetas cuestionables, el subcomandante Marcos fue una esperanza en 1994 y años posteriores. Por su valentía, por su voz, por sus palabras, por sus propósitos, por sus conceptos, por lo que representaba: el hartazgo contra el “supremo gobierno”.

Yo me quedo con ese Marcos.

ARCHIVO CONFIDENCIAL
CASO HEAVEN. Ayer se cumplió un año de que 13 jóvenes —la mayoría de Tepito— fueron secuestrados —no estaban “ausentes”, como insensible y torpemente dijo la autoridad capitalina— del bar Heaven en Zona Rosa. Más allá del dolor de las familias de los muertos, quedan tres lecciones: primero, que el crimen organizado, respaldado por cárteles de la droga, ya opera en el DF; segundo, que en esta ciudad se puede plagiar a cualquier hora y lugar a grupos numerosos, ante la incapacidad policiaca, sin nadie que lo impida y, tercero, que la capital del país es tierra fértil para actuar con absoluta impunidad.

                Twitter: @_martinmoreno

Leído en http://www.excelsior.com.mx/opinion/martin-moreno/2014/05/27/961564


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