Como ya se ha dicho por varios comentaristas, este viernes el Inegi dará a conocer los datos de crecimiento del PIB del primer semestre de este año. No tengo una idea muy clara si más adelante entregará cifras revisadas, como sucede por ejemplo en Estados Unidos, o si estas ya son definitivas, y si lo fueron las del año del 2013, divulgadas hace un par de meses. La comentocracia económica y financiera supone, sin duda con razón, que poco después, quizás el mismo día, la Secretaria de Hacienda revisará hacia la baja su estimación de crecimiento económico para todo el año, probablemente del 3.9% actual a 3% a secas. Por estos datos y algunos de los que ya disponemos para abril (por ejemplo las ventas de ANTAD, podremos formarnos una idea más o menos robusta del desempeño económico nacional en el 2014.
Dicen que dicen las autoridades del Inegi, de Hacienda, de Banco de México en privado que se darían por bien servidos si el crecimiento de este año alcanza al 2%. Una cosa es que lo confiesen ahora y otra es que vayan soltando la revisión hacia la baja a cuenta gotas, como lo hicieron el año pasado. Sin embargo, el método no alterará el resultado final: entre 2 y 2.5%. Si nos referimos entonces al primer tercio del sexenio de Enrique Peña Nieto, el PIB habrá crecido un poco menos de 2% anual, es decir un comportamiento ligeramente inferior al promedio de los últimos 25 años. El gobierno podrá argumentar, también con algo de razón, que estos resultados son inerciales, esto es, antes de que comiencen a sentirse los efectos de las llamadas reformas. De aprobarse todo lo que tiene que aprobarse y de la manera en que debe que aprobarse, este mismo año, dichas reformas surtirán efecto ya para el 2015, y sobre todo para el cuarto, quinto y sexto año del sexenio. De suerte que el promedio del crecimiento anual de EPN, en lugar de quedarse entre el 2% y 2.5%, se ubicará quizás entre 3.5% y 4 %. Es una mejora escasamente espectacular, pero mejora al fin. Si todo sale bien.
De no ser el caso, y si el crecimiento económico solo reproduce el mediocre promedio del último cuarto de siglo, “Houston, we have a problem”. La sociedad mexicana le habrá dado democráticamente una oportunidad al PRI tecnocrático con Zedillo, a dos gobiernos del PAN con Fox y Calderón, y al PRI político con Peña Nieto, logrando todos ellos un desempeño económico apenas aceptable. Al acumularse los rezagos, los resentimientos, las decepciones y los abusos de los cuatros sexenios mencionados, sería extraño que esa sociedad no se preguntara si ha llegado el momento de darle un chance al que falta: la izquierda. No tanto por el mérito intrínseco de su programa, o por los atributos de su candidato o candidata, sino simplemente por resignación o desesperación. En un país como los demás, esto no tendría absolutamente nada de malo: la alternancia en un sistema tripartito suele significar la llegada al poder algún día de cada uno de los tres partidos. El problema es que no es cualquier izquierda la que podría ganar en 2018.
Yo le deseo una larga vida saludable a Andrés Manuel López Obrador, pero no deseo que sea candidato del 2018. No obstante, tengo la absoluta certeza de que si su salud se lo permite, será nuevamente candidato, por tercera vez. Asimismo tengo la absoluta certeza de que si contiende, será el único candidato de la izquierda; ningún otro enloquecerá al grado de dividir el voto del ex PRD y sus mini-aliados en dos, eligiendo a la mitad de los diputados y senadores del partido, y tal vez perdiendo el DF. Como el chantaje de AMLO no tiene límite, o él es el único candidato o hay dos.
Entonces efectivamente el candidato de la izquierda unida del 2018 será AMLO, y si las cosas no salen como prevé Hacienda, el gobierno de hoy no será término de cinco años y medio de magra expansión económica. Me temo que esto es lo que puede suceder, y que al país no le va a ir mejor, sino probablemente peor que con los cuatros sexenios ya transcurridos para entonces.
Leído en http://www.am.com.mx/opinion/leon/amlo-2018-9245.HTML
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