"Más que nunca el capital humano es el recurso que puede impulsar a las empresas y las economías a los más altos niveles de competitividad".
Demetrios G. Papademetriou, Madeleine Sumption
Es tiempo de graduaciones en Estados Unidos. En la Universidad Columbia miles de jóvenes terminan sus estudios esta semana. Me llama la atención que los anglosajones son ya una minoría en esta casa de estudios, una escuela de la Ivy League, tradicionalmente las de mayor prestigio en la costa este de la Unión Americana.
La diversidad étnica y cultural es en parte consecuencia de que Columbia está enclavada en Nueva York, la ciudad más cosmopolita del país. Pero también hay un esfuerzo de las autoridades escolares por lograr una mayor diversidad étnica, cultural y nacional.
Los candidatos negros, hispánicos, asiáticos y extranjeros tienen mayores posibilidades de ingresar a Columbia. Otras escuelas de la Ivy League siguen siendo preponderantemente WASP (blancas, anglosajonas y protestantes) pero Columbia se ha decantado por el otro lado.
Si esta diversidad es evidente en las ceremonias generales de graduación, en las entregas de premios o de admisión a la sociedad Phi Beta Kappa, la de mayor prestigio académico, los WASPs quedan convertidos en una minúscula minoría.
Casi habría que pedir cuotas para que tuvieran una representación proporcional a su participación en la sociedad estadunidense. Parecería que hay que tener un nombre chino, indio o hispánico o una piel morena o negra para tener éxito en esta escuela.
Muchos de los estudiantes de Columbia son estadunidenses de ascendencia extranjera o negra. Un gran número, sin embargo, viene del exterior, especialmente en estudios técnicos o científicos de posgrado. Muchos, nos dice la experiencia, tratarán de quedarse a vivir en Estados Unidos.
Pese a lo que pudieran creer los espíritus nacionalistas o discriminadores, esta tendencia ha traído tradicionalmente enormes beneficios a la Unión Americana.
Una de las mayores fortalezas del país ha sido efectivamente la inmigración. Cuarenta millones de personas en Estados Unidos nacieron en el extranjero según la Oficina del Censo (cifra de 2010). Esto es 12.9 por ciento de la población.
Es curioso que en México se oyen muchas críticas acerca del tratamiento en Estados Unidos a los migrantes mexicanos, pero tenemos una actitud mucho más cerrada. De hecho, sólo 0.9 por ciento de los residentes en México nacieron fuera del país.
Si la migración general ha sido buena para Estados Unidos, la de estudiantes lo ha sido más. El sistema educativo estadunidense hasta high school es bastante malo. En la prueba PISA de la OCDE ocupa el lugar 31 en matemáticas, el 24 en ciencias y el 21 en lectura entre 65 países.
Sin embargo, las universidades estadunidenses son consideradas las mejores del mundo. Según la lista de la Universidad Jiao Tong de Shanghai, ocho de las mejores son estadunidenses (empezando por Harvard y Stanford e incluyendo a Columbia) y dos británicas (Oxford y Cambridge).
Las mejores universidades del mundo compiten por estudiantes y maestros a nivel internacional. En México, donde tenemos la posibilidad de atraer talento, particularmente de Latinoamérica, ponemos en cambio grandes barreras al otorgamiento de visas a estudiantes, maestros o técnicos.
La migración ha demostrado ser un factor importante de crecimiento en varios países del mundo, especialmente en Estados Unidos. Atraer estudiantes, maestros y personal calificado es una manera particularmente eficiente de elevar el capital humano de un país.
Pero en México le tenemos tanto miedo a los extranjeros que castigamos la economía del país con tal de mantener las fronteras cerradas.
Crecimiento
Es muy posible que esta semana el gobierno baje su pronóstico de crecimiento económico para 2014. El objetivo de 3.9 por ciento simplemente ya no es creíble. Pero aunque la meta caiga a 3 por ciento, lo más probable es que el segundo semestre sea mejor que el primero, en que la economía nacional ha estado virtualmente estancada.
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