miércoles, 14 de mayo de 2014

Martín Moreno - Michoacán: la farsa

A los sicarios los volvieron policías 
             
 Castillo les da licencia para matar
Con Alfredo Castillo a la cabeza – encargado permanente del trabajo sucio de Enrique Peña Nieto-, la situación en Michoacán no podía ser de otra manera: a las autodefensas las institucionalizaron, les cambiaron de nombre, las convirtieron en policías rurales y les dieron licencia para matar. Hoy, el estado ha quedado formalmente bajo el control policiaco de mafiosos y sicarios.
Pobre Michoacán.
 
No nos engañemos: las autodefensas ni han desaparecido ni mucho menos dejaron de operar, como pregonan Castillo y algunas plumas y voces oficialistas. Simplemente las rebautizaron: ahora se llaman Policía Rural Estatal. No es lo mismo, pero es igual.
 
 
 
 
 
 
Así, de un plumazo mortal, el gobierno peñista, vía Alfredo Castillo –sí, el mismo que encubrió la muerte de la niña Paulette Gebara Farah por órdenes del poder toluqueño-, ha convertido a Michoacán en tierra gobernada, de manera oficial, por asesinos con permiso para portar armas y matar “a los enemigos del pueblo”. “Son ustedes los imprescindibles”, les dijo Castillo y les dio luz verde para acabar con quienes les plazca. Una tragedia.
 
¿Y quiénes son parte de los heroicos policías rurales que ahora gobiernan Michoacán?
 
“Son grupos de choque o sicarios que antes pertenecían a los Templarios; luego, pasaron a ser autodefensas…y ahora forman parte de la nueva policía rural”, me revela el periodista Miguel García Tinoco, uno de los que mejor conocen el tejido social, el entramado y la evolución de las autodefensas michoacanas.
 
¿Qué tal?
 
Michoacán, ahora, en manos de asesinos profesionales.
 
“Somos gobierno”, clama triunfante el Papá Pitufo, Estanislao Beltrán, apapachado por Castillo, rodeados de sicarios vestidos de azul, metralletas al pecho y listos para matar. A ver quién los frena ahora. Armados hasta los dientes.
 
Qué vergüenza para este gobierno.
 
Y lo dicho: Michoacán está peor que con Felipe Calderón.
 
*****
 
La fotografía es patética: Alfredo Castillo abrazando al ahora jefe máximo de la mafia local, el Papá Pitufo. Legalizando la ilegalidad.
 
Desde ahora, nadie podrá reclamar, pedir cuentas ni mucho menos castigar a los mafiosos y sicarios disfrazados de policías rurales. Con la autorización de Castillo, con el visto bueno de Gobernación, con la bendición de Los Pinos, el sicariato emergió en autoridad en Michoacán.
Hoy, el Papá Pitufo es más poderoso que el gobernador Fausto Vallejo. ¿O alguien se atreve a dudarlo?
 
No podía ser de otra manera con Alfredo Castillo a la cabeza.
 
Castillo, el comisionado… del trabajo sucio de Peña Nieto.
 
Castillo, el fiscal que encubrió la muerte de la niña Paulette, a pesar de que los padres de la menor, Mauricio Gebara y Lisette Farah, confesaron ministerialmente saber dónde se encontraba escondida la niña antes de ser hallado su cadáver. (Ver libro Paulette, lo que no se dijo. Martín Moreno. Editorial  Santillana/Aguilar).
 
Castillo, el tramposo.
 
Basta una estampa para retratar al hombre a quien se le encargó la “seguridad” en Michoacán:
Cuando el entonces procurador de Justicia del Estado de México, Alberto Bazbaz, regañaba al subprocurador de Cuautitlán, Alfredo Castillo, éste se salía de la oficina, se iba a una tienda OXXO cercana a la Procuraduría mexiquense, se sentaba en la banqueta y se ponía a llorar como niño regañado.
 
Esa es la inestabilidad emocional de Castillo, un personaje que toma pastillas para controlar la ansiedad. (Por supuesto que el columnista respeta a quienes padecen esta enfermedad; sin embargo, ¿es apropiado para un hombre con tanta fragilidad como Castillo darle responsabilidades de esta naturaleza?
 
Otra estampa:
 
-¡Qué! ¿Otra vez huevos para desayunar? ¡Qué no hay otra cosa?
 
“La voz del subprocurador Regional de Cuautitlán, embajador policíaco emergente en Huixquilucan, y habilitado como Fiscal del caso Paulette, Alfredo Castillo, se dirigía así a Mauricio y a Lisette, sin guardar una distancia prudente a la que está obligado cualquier policía profesional”. (Paulette. Lo que no se dijo. Pg. 63).
 
Ese es Alfredo Castillo.
 
Ese es quien, en Michoacán, ha habilitado a sicarios como policías. A asesinos profesionales les ha dado licencia para matar. Castillo se va al rato. Pero los michoacanos se quedan.
Pobre Michoacán.
 
*****
 
Alfredo Castillo ha basado su carrera en la trampa. En la manipulación. En el encubrimiento. En el embuste.
Quienes han trabajado con él lo recuerdan como un personaje que hasta a su propia gente le ponía trampas, les inventaba patrañas, les fabricaba delitos.
 
Entonces, ¿por qué prosperó su carrera?
 
Por una razón de peso: es quien le hace el trabajo sucio a Peña Nieto. El “cleaner” que borra las huellas de la escena del crimen.
 
Ayer lo hizo con el caso Paulette.
 
Hoy lo hace con Michoacán.
 
La obsesión de Castillo por mentir para inculpar es patética.
 
Como José Manuel Mireles – el mismo líder de las autodefensas que fue arropado por la PGR, atendido en hospital privado y protegido con escolta oficial-, no se alineó a los caprichos de Castillo, el comisionado peñista le fabricó que estaba siendo investigado por…¡cinco asesinatos!
 
Aún más: según Castillo, había una fotografía en la que Mireles mostraba una cabeza humana como trofeo.
 
Pero pronto se cayó el embuste.
 
La famosa fotografía –ya pública- no es otra que un hombre fallecido a quien el doctor Mireles está revisando. Y nada más.
 
“Las fotografías no confirman la participación de Mireles (en el asesinato)”, tuvo que recular Alfredo Castillo. Vaya tipo.
 
“Es un cuatro… es una trampa… Castillo le está mintiendo a Peña Nieto”, alega Mireles.
Cierto: Castillo basa su trabajo en la mentira, en el encubrimiento, en el juego sucio.
 
Pero Mireles pierde su tiempo. Ya debería saber que Peña Nieto envió a Castillo a Michoacán a eso: a encubrir.
 
Pobre Michoacán.
 
*****
 
Aparte de haber pertenecido a los Caballeros Templarios, posteriormente a las autodefensas y ahora ya integrando a la Policía Rural Estatal, algunos sicarios-policías michoacanos fueron entrenados… ¡en unas cuantas horas para parecer policías!
 
“Un día antes (fueron anunciados oficialmente por Castillo el sábado 10 de Mayo), a los nuevos policías los enseñaron a saludar a la bandera y a marchar”, relata García Tinoco.
 
La “solución” en Michoacán fue a la manera de la mancuerna Peña –Castillo: mediante trampas y encubrimientos. Vestimos de policías a los sicarios que estén de nuestra parte, con el Papá Pitufo a la cabeza, aniquilamos y perseguimos a quienes se opongan (casos de Hipólito Mora y de Mireles), y hacemos como que aquí no ha pasado nada y todo está en orden. Y se acabó.
 
Hoy, Michoacán está bajo la autoridad de sicarios uniformados de policías y con licencia para matar. Ni más ni menos.
 
Pobre Michoacán.

 
Twitter: @_martinmoreno
 
 
 
 

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