lunes, 2 de junio de 2014

Jesús Silva-Herzog Márquez - El vaciamiento de la política

Es posible que la crisis económica europea esté llegando a su fin pero, al parecer, la releva una profunda crisis política. Lo dice Jan-Werner Müler, un politólogo alemán que publicó hace un año una impecable historia de las ideas políticas del Siglo XX. Lo decía antes de la elección europea. Lo que ha pasado en la votación para el Parlamento europeo no hace más que confirmar su anticipo. Los votantes sacudieron el mapa de Europa. La extrema derecha, el nacionalismo y la xenofobia avanzaron considerablemente. En Francia y la Gran Bretaña las organizaciones antieuropeas se impusieron a los partidos tradicionales de la derecha y la izquierda. Lo curioso es que en las últimas elecciones para el Parlamento europeo, la participación ciudadana aumentó. Revelador: interés en votar en las elecciones europeas... para darle la espalda a Europa.
 
 
 
 
 
 
 

La crisis política tiene, desde luego, orígenes complejos y muy diversos. No soy yo quien pueda hacer el diagnóstico, ni mucho menos quien proponga receta. Quisiera aportar aquí simplemente un ingrediente para la reflexión que puede sernos útil. El proceso de integración europea ha caminado de la mano de la despolitización. El ámbito de lo político se ha restringido paulatinamente, se han marginado los partidos políticos, se ha confinado la discusión. El gran proyecto de la convergencia supuso una explícita restricción de lo político. Confluir en el mercado común y en la moneda única implicaba el acatamiento de un recetario incuestionado. Atarse las manos y confiar en la sapiencia de los técnicos. El repertorio de opciones se redujo drásticamente.
Los padres de la Europa unificada quisieron proteger a la criatura de la amenaza de los partidos políticos. Los partidos se asumieron como el peligro de la unidad y, por lo tanto, limitaron su propia injerencia en la política europea. Se tragaron la pastilla completa de la antipolítica y confiaron en la conducción imparcial, técnicamente fundada, capaz de aislarse de la siempre veleidosa opinión pública. El proyecto europeo debe entenderse, en ese sentido, como el gran proyecto de la despolitización de fines del Siglo XX. Por una parte los estados nacionales pierden competencias históricas que son transferidas a la Unión. Pero ese desplazamiento del poder no vino acompañado de una ampliación de la democracia europea, sino, por el contrario, de restricciones importantes a la participación ciudadana.
Peter Maier, un politólogo irlandés muerto en 2011, dejó un manuscrito sin publicar que abordaba precisamente este tema. Había adelantado la hipótesis en publicaciones como New Left Review. Ahora, gracias a su editor, ve la luz. El título de este libro oportuno es elocuente: "Gobernando el vacío. El vaciamiento de la democracia occidental" (Verso, 2013). Su tesis es que el discurso antipolítico de las últimas décadas ha anulado a los partidos políticos, poniendo en riesgo a la democracia liberal. El régimen de la participación popular y los controles institucionales se fundamenta en la existencia de partidos políticos fuertes y responsables, capaces de insertar a la ciudadanía en los asuntos públicos, artefactos no sólo diseñados para competir, sino también para gobernar. Pero en las últimas décadas se han convertido en el enemigo. Los partidos son retratados como facciones que secuestran el interés público y olvidan el largo plazo; las elecciones son perturbaciones que alteran la coherencia de las decisiones públicas; la opinión pública es un guía ciego. Por ello hay que arrinconar a los partidos y a los gobiernos, hay que hacer de las elecciones rituales sin importancia y desoír el griterío. Configurar claustros de poder técnico, instituciones de expertos sin filiación política que decidan, mientras los políticos hacen campaña para no decidir nada.
En esa obsesión antipolítica estamos también nosotros desde hace algunos años. Desde la creación del Instituto Federal Electoral hemos apostado por la multiplicación de las islas. Órganos amurallados para resistir las tentaciones del partidismo. Quiero decir que la ruta de la despolitización del poder público es un atajo peligroso. Puede vaciar el proceso democrático hasta hacerlo irrelevante. Es indispensable, por supuesto, constituir órganos arbitrales neutros pero no podemos pensar que la despolitización es la solución de todos nuestros problemas.


http://www.reforma.com/blogs/silvaherzog/
Twitter: @jshm00
 
 

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