.- “Ay, ay, ayay, canta y no llores...”.
“Cielito lindo”
Es muy fácil culpar al árbitro, particularmente por el penalty final. Pero el hecho es que un partido ganado, frente a una de las mejores escuadras de la Copa del Mundo de futbol, se convirtió en derrota en unos cuantos minutos cuando ya el equipo rival acosaba la portería mexicana. El tradicional lamento “Jugamos como nunca para perder como siempre” se escucha otra vez. Quizá injustamente.
Supongo que la dramática derrota de ayer frente a Países Bajos alimentará una vez más el derrotismo mexicano.
Tenemos una larga historia de derrotas... en lo militar, en lo económico y en lo deportivo. Somos el país que ha sido conquistado y que perdió la mitad de su territorio en una invasión extranjera. Es tan marcada nuestra tradición de derrotas que hemos hecho de una victoria pequeña y temporal, la batalla de Puebla del 5 de mayo de 1862, la ocasión de un festejo enorme.
Nuestra relación con la derrota se extiende a muchos campos. Somos el perdedor en muchas de esas competencias cotidianas en los mercados comerciales sobre las que se funda la prosperidad de un pueblo en el mundo contemporáneo. Somos de manera habitual el último lugar en las pruebas internacionales que comparan los niveles de educación de los países. Somos un país mucho más pobre que nuestro potencial económico.
En la Copa del Mundo de futbol nuestra historia de derrotas es larga y dolorosa. México es el país que más derrotas acumula en este torneo, 24, sin contar la decepcionante caída de ayer frente a Países Bajos en los últimos minutos de un partido que ya parecía decidido a nuestro favor.
Somos, junto a Bulgaria, el país que más Mundiales ha tenido, seis, sin haber ganado un solo partido. Hasta antes de este Brasil 2014, México acumulaba 12 victorias, 13 empates y 24 derrotas en la Copa del Mundo. El porcentaje ganador era de apenas 24.5 por ciento. Con 52 goles a favor y 89 en contra, México entró a este Mundial con una espantosa diferencia de goles en contra: -37.
Sin embargo, el país de los complejos, el de los ratoncitos verdes, ya no existe. Si bien es dolorosa la derrota de ayer frente a Países Bajos, la verdad es que la escuadra mexicana se está retirando de Brasil con una foja bastante positiva: dos triunfos, un empate y una derrota. México quedará al final clasificado bastante arriba del lugar número 20 en el ranking FIFA/Coca-Cola en que empezó el torneo.
Ésta es la sexta ocasión consecutiva en que el equipo mexicano pasa a la segunda ronda de la Copa del Mundo. Es verdad que nunca hemos alcanzado el famoso quinto partido fuera del territorio nacional, pero México no es ya un equipo que se quede habitualmente en la primera ronda. El equipo nacional ha venido ganando terreno de manera gradual en las últimas décadas. Los resultados se advierten en los dos campeonatos mundiales sub 17 obtenidos, en 2005 y 2011, y en la medalla de oro de los Juegos Olímpicos de Londres. El desempeño en Brasil 2014 también lo demuestra.
Podemos, por supuesto, lanzarnos al llanto y a la autoflagelación, como tantas veces lo hemos hecho en el pasado, o aprovechar esta derrota para empezar un trabajo serio para dentro de cuatro años. El Piojo, Miguel Herrera, ha hecho un buen trabajo al mando de la selección. Debe quedarse en la dirección técnica del equipo y trabajar con tiempo para forjar una selección que no sólo gane un buen torneo de clasificación sino que llegue fuerte a Moscú 2018.
El problema es que a los mexicanos no nos gusta trabajar en el largo plazo. Ésta es la razón por la que con tanta frecuencia hemos sido perdedores. Hoy es el momento de cambiar la tradición.
Fingir la falta
Arjen Robben ha declarado a un periódico neerlandés, De Telegraaf, que fingió una falta en el primer tiempo pero no la que llevó al penalty final con el que Países Bajos derrotó a México. Esto genera dudas, particularmente en un torneo en que hemos sufrido un mal arbitraje, pero así es el futbol. Otras veces hemos sido favorecidos por los árbitros.
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