Daniel Sánchez Bonet 1982 |
El arma homicida
-¡Esto es lo único que hay, señoría! Ha habido un malentendido o ese hombre, sencillamente, está fuera de sí. Mi cliente no merece estar en ese banquillo y usted tampoco perder un segundo más de su valioso tiempo.
En el otro extremo, mientras tanto, la víctima seguía señalando a su agresor: ¡Es un asesino! ¡Es un asesino! Y es que no estaba dispuesto a vender su alma por nada y menos, a sellar un pacto con ese maldito diablo vestido de inocente. Su versión era clara: le insistí en que la bajara y nada ¡Ni siquiera se molestó en apagarla! ¡Es un asesino!
Segundos más tarde, por fin, los presentes pudieron observar el arma. Tenía un filtro de 6 milímetros y la punta seguía humeante…
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