sábado, 26 de julio de 2014

Beatriz Pagés - ¿Qué hará México con Putin?


El atentado contra el avión de Malaysia Airlines, provocado, según Washington, por los rebeldes que buscan anexar las ciudades de Donetsk y Lugansk a Rusia parece ser consecuencia directa de la gira que realizó Vladimir Putin por América Latina.
 
El incidente aéreo recordó cómo, durante la Primera y Segunda Guerra Mundial, las potencias hundían subrepticiamente barcos y aviones para luego responsabilizar a sus enemigos de los hechos y obligar a otros países a declararles la guerra.
 
Estados Unidos culpó el fin de semana pasado a Rusia de estar detrás de la destrucción del avión malasio, endureció las sanciones financieras contra ese país y obligó a varios países de la Comunidad Europea a pedirle cuentas a Vladimir Putin.
 
 
 
 
 
 
 
 
La autoría del atentado sigue, sin embargo, sin aclararse. Cuando Alexander Borodai, primer ministro de la República Popular de Donetsk y líder del movimiento separatista, entregó a las autoridades de Malasia la caja negra del avión siniestrado, dijo a los periodistas: “El análisis de la caja negra arrojará luz sobre cómo ocurrió realmente la catástrofe”, y negó que el ejército insurgente haya derribado la aeronave.
 
El siniestro ocurrió justo cuando Putin regresaba de una intensa gira por Argentina, Brasil, Cuba y Nicaragua, y que él mismo calificó de estratégica. Y sin duda lo fue.
 
No llegó al hemisferio para prometer o anunciar cualquier tipo de alianza. Rusia ampliará, a través de Cuba, su presencia en el Golfo de México para extraer petróleo. Invertirá para convertir la isla en una plataforma abierta al comercio mundial. Construirá el aeropuerto internacional de San Antonio de los Baños y convertirá el Puerto de Mariel en una zona exclusiva económica donde serán instaladas fábricas rusas especializadas en autopartes.
 
Putin anunció la construcción de gasoductos en América del Sur, la asociación con Brasil en temas energéticos y la venta de un sistema de defensa antiaérea a Brasil. Todo esto, sin mencionar el armamento adicional que venderá a cada una de las naciones que visitó.
 
Pero eso no fue todo. El presidente ruso aprovechó la coincidencia de que Rusia organizará el Mundial de Futbol en 2018 para llegar a Brasil, recibir la estafeta de Dilma Rousseff y posteriormente organizar en la ciudad de Fortaleza la cumbre de los BRICS.
 
Una vez clausurado el evento deportivo, los jefes de Estado de Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica anunciaron a través de un amplio despliegue mediático que estaban listos para convertirse en contrapeso de los organismos financieros internacionales, dar un giro al orden mundial y tener en América Latina una serie de enclaves estratégicos para logar sus objetivos.
Este nuevo escenario obliga a México a revisar su estrategia de liderazgo en la región.
 
Putin parece estar dispuesto a todo. Aunque es un dirigente pragmático, creyente del libre mercado y dispuesto a convertir Rusia en un poderoso competidor comercial, no puede despojarse de su pasado histórico. Se trata de un político frío, duro, formado como agente secreto en las filas de la KGB estaliniana.
 
México está obligado a conocer a Putin, sus alcances y ambiciones, porque está a punto de convertirse en un líder mundial, capaz de aglutinar y jalar a los gobiernos latinoamericanos que, desde hace varios años, miran más hacia China y Rusia que hacia Estados Unidos.
 
Putin tiene en mente algo muy claro: volver a convertir Rusia en un imperio y lanzar sus tentáculos tan lejos como sea posible.
 
Putin no es Stalin, pero hay una parte de Stalin en él. Y lo que está presente es esa cultura política de control y dominio absoluto. Stalin ejercía el poder a través del comunismo y Putin utiliza el petróleo, el gas y el armamento para construir su liderazgo. Stalin patrocinó en su momento la izquierda mexicana y hoy Putin podría coquetear con ella.
 
México, entonces, tiene que estar muy atento, sobre todo porque América Latina puede estar a punto de convertirse en el terreno donde Estados Unidos y Rusia libren la próxima guerra económica. Si no es que también la militar.
 
 
 
 
 

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