sábado, 26 de julio de 2014

Jaime Sánchez Susarrey - Rumbo al 18

Andrés Manuel López Obrador tiene un solo objetivo: alcanzar la Presidencia de la República en 2018. Se trata, en parte, de una revancha por las derrotas ("fraudes") de 2006 y 2012.

Pero también es la convicción de un hombre mesiánico que tiene por misión salvar a México. Tarea que él, y sólo él, puede acometer. Tarea que le ha sido encomendada por la historia y por el pueblo bueno -atracado en dos ocasiones-, que espera su liberación definitiva.

La edificación y registro del Movimiento Regeneración Nacional era y es una condición para alcanzar ese objetivo, ya que servirá lo mismo para combatir a los sempiternos enemigos (PRIAN) que para enfrentarse a los traidores enquistados en el PRD.








El segundo paso será la consolidación de Morena en la elección de 2015. Por una parte, deberá ratificar su registro con una votación superior al 3 por ciento y, por la otra, plantarse frente al PRD y los partidos pequeños (PT y Movimiento Ciudadano).

La confirmación del registro se puede dar por descontada. No hay duda que Morena podrá superar el 3 por ciento de los votos. Las verdaderas incógnitas son: qué porcentaje de sufragios le arrancará al PRD, y si el Partido del Trabajo y Movimiento Ciudadano sobrevivirán a la embestida sin perder el registro.

Pero independientemente de lo que ocurra, el camino a la candidatura de la Presidencia de la República está completa y absolutamente despejado. Llueva o truene, a menos que la salud le falle, López Obrador será candidato por Morena en 2018.

La elección intermedia operará como un laboratorio para la estrategia de polarización que se pondrá en marcha en 2018. El No a las reformas, particularmente a la energética, que en teoría debería conducir a un referéndum, le servirá para enfrentar al gobierno (PRIAN) y para deslindarse de los oportunistas y colaboracionistas del PRD.

En esa primera escaramuza la correlación de fuerzas será, sin duda, favorable a López Obrador por tres razones:

1) Si no se celebra el referéndum, porque la SCJN no lo considere pertinente, Morena y el resto de la izquierda denunciarán un complot contra el pueblo y la nación.

2) Si se celebra el referéndum y gana el No, pero la reforma energética no se revierte, porque la Constitución no contempla tal posibilidad, el reclamo será aún mayor.

3) En ambos escenarios, López Obrador aparecerá como el líder más radical y consistente de la izquierda porque se opuso al Pacto por México y denunció al PRD por su colaboracionismo con el gobierno de Peña Nieto.

La corriente Nueva Izquierda ("Los Chuchos") se encuentra, desde ya, en una posición muy incómoda. Pero eso no es nada si se piensa en la elección presidencial.

Para entonces, López Obrador les impondrá un ultimátum idéntico al de 2011: yo seré candidato; si no quieren que la izquierda vaya dividida y sea derrotada, adhiéranse a mi candidatura.

Ante ese dilema, con la opinión en contra de "Los Chuchos", Marcelo Ebrard retiró su candidatura. El cálculo fue equivocado en todos los sentidos. El entonces jefe de Gobierno creyó que, si le cedía el paso en esa ocasión, López Obrador haría lo propio seis años después.

Ingenuidad mayor porque en ese tiempo podría pasar, como de hecho ocurrió, un sinnúmero de imponderables: el distanciamiento con el nuevo jefe de Gobierno, Miguel Mancera, la Línea 12 del Metro y, por supuesto, la obcecación y renacimiento de López Obrador.

La cuestión, entonces, es si, en 2017, Miguel Mancera seguirá, o no, la ruta de Marcelo Ebrard. Porque es evidente que el PRD no dispone de otro personaje que pueda abanderarlo en 2018.

Y también es evidente que "Los Chuchos" se enfrentarán a la disyuntiva de doblegarse, una vez más, o enfrentarse abiertamente a López Obrador.

La decisión en un sentido o en otro dependerá de dos variables fundamentales: si López Obrador se posiciona como el principal líder de la oposición, por arriba del PAN, su candidatura será muy atractiva, como lo fue en 2005. La contienda convertida en plebiscito contra las reformas lo haría un candidato fuerte.

Si el riesgo dem la división se traduce en la posibilidad de que la izquierda, el PRD, en particular, sea barrida en la Ciudad de México, mirarán con espanto esa posibilidad, porque la derrota en la capital sería letal para todas las formas de la siniestra.

No se trataría, en ese caso, de evaluar los beneficios de la victoria, sino de reducir los costos de la derrota. Y, en esa materia, es muy posible que tanto "Los Chuchos" como "el rayito de esperanza" hayan aprendido que más vale un mal arreglo que un buen pleito.


@sanchezsusarrey



Leído en Reforma.com

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