sábado, 26 de julio de 2014

Martín Moreno - Ebrard vs PRD; la debacle amarilla

Lo menos que les ha dicho es que han dejado de ser la oposición que México necesita.


El PRD atraviesa por el momento más grave, definitorio y riesgoso desde su fundación, hace 25 años. Hoy, a la consolidación de Morena como partido político y la consecuente horadación en su fuerza político-electoral con el abandono de López Obrador, el partido amarillo enfrenta una crítica demoledora de uno de sus activos, a querer o no, de mayor peso: Marcelo Ebrard.

Sí, el exjefe de Gobierno capitalino hace pedazos al PRD de Los Chuchos: de Zambrano, Ortega y compañía. Lo menos que les ha dicho es que han dejado de ser la oposición que México necesita ante el regreso del PRI al poder presidencial. Marcelo es, hoy por hoy


—vaya paradoja del destino—, el crítico más férreo del partido de izquierda más importante del país.







 

“Una vez que el PRD se unió al Pacto por México, se pasó de la coalición a la colusión, pues el gobierno federal es un desastre en términos de opinión pública”, asegura.


Aún más. Acusa:

“El PRD decidió, en un error estratégico mayor, subirse a un barco que no es suyo, con el que no coincide ideológicamente, pero que además es un fracaso porque va a compartir la suerte de aquellos a quienes decidió acompañar”.

La postura de Marcelo Ebrard huele a ruptura con el PRD, aunque niegue que quiera salir del partido.

Sus críticas han descarrilado, aún más, a la dirigencia perredista.

Pero más allá de filias y fobias, ¿alguien duda de la veracidad en los cuestionamientos de Ebrard?

¿Quién se atreve a poner en duda sus definiciones en torno al PRD de Los Chuchos?

Seamos honestos:

¿Quién puede negar que el PRD se volvió incondicional del gobierno? 

¿Quién puede negar que, a través del Pacto por México, el PRD se ha descafeinado y abandonado su responsabilidad histórica de ser una oposición funcional, sí, pero crítica y exigente en todo momento, sobre todo al regreso del priato al poder?

¿Quién puede negar que el PRD, en tan sólo 19 meses, mutó de ser una oposición real, a un remedo opositor dócil y manejable al servicio de los designios presidenciales?

¿Quién puede negar que el PRD cayó hechizado y a los pies ante el innegable regreso del presidencialismo a la mexicana?

¿Quién puede negar que el PRD se extravió en el laberinto de la historia, confundiendo la colaboración con el colaboracionismo con el gobierno federal?

¿Quién puede negar que el PRD perdió, en tiempo récord, la credibilidad que tenía como partido opositor, para convertirse en un partido débil, contradictorio y moldeable a lo que al PRI le convenga para su proyecto renovado de eternizarse nuevamente en el poder?

¿Quién puede negar que el PRD carece de liderazgos sólidos, confiables y eficaces para ser contrapeso efectivo del gobierno-presidencialista para evitar los tradicionales abusos del poder de un priismo negado siempre a la democracia, vía que no conoce y que ni siquiera le interesa practicar?

¿Quién confía hoy en el PRD?

Por un lado está la unción de Morena como partido político que le abrirá —miente el perredista que lo niegue— un boquete histórico al PRD por la salida de Andrés Manuel y del lopezobradorismo institucionalizado, con fuerza propia, independiente y con presupuestos autorizados por la ley electoral, sin depender ya de las dádivas perredistas.

Ya sabemos que siete de cada diez votos para el PRD han sido gracias a AMLO. El daño será considerable (“Morena-AMLO: la puntilla al PRD”. Archivos del poder. Excélsior. 11/7/2014).
Y ahora, Marcelo Ebrard pone de cabeza al PRD.

Son muchos frentes de batalla los que la mancuerna Zambrano-Ortega y compañía: Carlos Navarrete, Barbosa y demás, mantienen abiertos. Y lo peor: no se vislumbra un proyecto que regrese al PRD al espectro de la oposición férrea, no violenta; inteligente, no suicida; colaboradora, no colaboracionista; funcional, y no en función del gobierno. El futuro amarillo está adquiriendo tonalidades de negro fúnebre.

“Lo escucho actuando como agorero del desastre, denostando al partido que quiere dirigir; nos quiere colocar en una situación en la que sólo él puede salvar al PRD”, dice Jesús Zambrano de Marcelo Ebrard.

Pero, en el diagnóstico, se equivoca Zambrano.

El problema para el PRD no se llama Marcelo Ebrard.

La tragedia perredista es de mayor fondo: haber dejado de ser la oposición de izquierda en México.
El PRD abandonó sus principios y, a raíz del regreso del PRI, se confundió en la historia y ni supo ni pudo enfrentar la vuelta al presidencialismo.

Fue incapaz de reinventarse ante el retroceso histórico que significó el retorno del priato.
Paralizado por sus reyertas internas. Por sus mezquindades. Por sus confusiones históricas.
Así de sencillo. Y de lamentable.

                Twitter: @_martinmoreno



Leído en http://www.excelsior.com.mx/opinion/martin-moreno/2014/07/25/972743

 

 


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