domingo, 27 de julio de 2014

Jorge Zepeda Patterson - El hombre que amaba a los perros, y no a los hombres

Este no es un artículo sobre perros, sino sobre tres hombres singulares a los que unió un hecho de sangre y un libro: Lev Davidovich Bronstein, mejor conocido como León Trotski; Ramón Mercader, su asesino; y Leonardo Padura el autor cubano que lo escribió. Un libro extenso y apasionante que justifica invertir algunas horas de este verano.

Luego de leer las casi 800 páginas de la novela de Padura uno queda con la sensación de que comprende mejor las razones por las cuales los hombres hacen lo que hacen, aun cuando en el proceso destruyen la vida de cuantos les rodean, incluyendo la propia.









Las casi ochocientas páginas del relato son en realidad tres historias entrelazadas que corren en paralelo, como las cubiertas de un barco: cada una con sus propios personajes y una dinámica particular, pero con escaleras comunicantes y un destino común. La revolución soviética y la pesadilla estalinista en la que derivó; la guerra civil española y la lucha fratricida entre las fracciones republicanas que condujo a la derrota; y la búsqueda finalmente fracasada de un hombre nuevo en la Cuba castrista.

La narración comienza con la reflexión de un escritor cubano en 2004 que luego de la muerte de su esposa se decide por fin a escribir la historia de un hombre que conoció en la playa mientras paseaba a sus perros. Las conversaciones que entablan le llevan a sospechar primero y a confirmar después, que se trata de Ramón Mercader, el sujeto que había asesinado a Trotski cincuenta años antes.

En paralelo, en la cubierta inferior de ese barco que es esta historia, el autor nos sumerge en la cabeza de Lev Davidovich y los tumbos que el líder trotskista va dando de país en país como exiliado político debido a la persecución a la que lo somete su ex compañero José Stalin. Pasa por Francia, Noruega y Turquía antes de llegar a México. No sólo es un periplo geográfico lo que recorremos a lo largo de esta fuga, es también una descripción puntual de los horrores de las sangrientas purgas estalinistas y de la enorme derrota del sueño de una sociedad igualitaria. "La existencia oscura de un país que había durado, justamente, lo que la vida de un hombre normal: setenta y cuatro años… todos habían sido vividos en vano desde el instante en que la Utopía había sido traicionada y, peor aún, convertida en la estafa de los mejores anhelos de los humanos".

Para el lector mexicano el periodo que la pareja de los Trotski vive en la Casa Azul de Rivera y Frida Khalo es particularmente llamativa. El romance que Frida y León comparten (ella para desquitarse del affaire que su hermana Cristina vive con Diego Rivera) y los entretelones de la vida política y artística de los años treinta en México no tiene desperdicio.

Lo mejor de la novela es el personaje central, Ramón Mercader. Paso a paso el autor nos introduce en la vida del joven catalán, tímido e inseguro, que intenta abrirse camino en las filas románticas de la militancia comunista de principios de los años treinta en España, cuando todo es sacrificio y generosidad a favor de una sociedad más justa. Emparedado entre dos militantes doctrinarias y recalcitrantes, su madre, la cubana Caridad del Río, y su amada, África de las Heras, hará lo indecible para ganarse el aprecio de estas mujeres. La propia Caridad lo introducirá con el agente soviético que le elige para la misión que cambiará la historia. Con el argumento de que Trotski sería el líder que Estados Unidos o incluso la Alemania nazi podrían utilizar para encabezar un golpe de Estado en contra de la joven Unión Soviética, Mercader se convence de que él puede convertirse en el instrumento que salve a la patria del proletariado (y sí, las grandes infamias de la historia se tejen a partir de los pequeños actos de heroísmo y sacrificio).

Los siguientes tres años el joven será preparado para introducirse en el círculo íntimo trotskista y asestar el golpe fatal de un piolet en el cráneo del líder soviético.

El talento de Padura reside en su capacidad para llevarnos a lo largo de una historia cuyo desenlace conocemos, pero cuya travesía es absolutamente reveladora y apasionante. Al final no sabremos mucho de perros, pero sí del ascenso y caída de las utopías sociales y de la profunda complejidad de eso que llamamos la condición humana. (Leonardo Padura. El Hombre que amaba a los perros. Editorial Tusquets)


 
 
 
 
 

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