domingo, 27 de julio de 2014

Raymundo Riva Palacio - El Gobernador



Rafael Moreno Valle es un político peculiar y de los que pocos hay. Nacido entre sábanas de seda y con un linaje político que sólo la corta memoria ocultan lo desastroso que son sus antecedentes en el servicio público, tiene la característica de la bipolaridad política, exacerbada desde que es gobernador de Puebla, caprichoso, intempestivo, acostumbrado a que las cosas salgan sólo como las quiere, y que ante cualquier contratiempo, monta en cólera. 
 
 
 
Hasta hace unos cuantos días, Moreno Valle era el político de oposición que mejor andamiaje estaba construyendo para el futuro, pero se le atravesó un conflicto menor en el municipio de Chalchihuapan, que degeneró en un enfrentamiento con la policía estatal donde hubo cohetones y gases lacrimógenos, y un proyectil que impacto en la cabeza de un menor de 13 años que a los pocos días murió como consecuencia de esa herida. La soberbia y autosuficiencia del gobernador, que tantas veces le funcionó, en esta lo hundió. 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
Moreno Valle había mostrado un gran olfato político. Abandonó al PRI cuando se dio cuenta que no sería su candidato a gobernador y brincó al PAN, donde la maestra Elba Esther Gordillo, de quien era protégé, lo abrigó con toda la fuerza política de la que gozó durante dos sexenios del PAN. Su mentora ordenó una operación electoral con un ejército de 5 mil maestros, y ayudó a sentarlo en la Casa Puebla. 
 
 
 
 
Era el segundo Moreno Valle en llegar a la gubernatura. En los 60s, su abuelo el general Rafael Moreno Valle, gobernó Puebla y fue secretario de Salubridad y Asistencia del presidente Gustavo Díaz Ordaz. Su mandato duró únicamente tres años y 21 días, al ser destituido por el presidente Luis Echeverría –oficialmente pidió licencia- ante el caos que vivía el estado, y su incapacidad para neutralizar la efervescencia de las juventudes comunistas, enfrentadas con la extrema derecha poblana. Dejó el estado con tal deterioro, que durante el sexenio que le correspondía terminar, hubo tres gobernadores y la capital se llenó de sangre durante uno de los dos interinatos que tuvo al ausentarse, alegó, por razones de salud.
 
 
 
 
Priista en los genes, cuando el nieto del general se hizo una transfusión y se incorporó al PAN para ganar la gubernatura, no ocultó sus ambiciones. Jugó largo tiempo en el equipo del hoy senador Ernesto Cordero, pero cuando llegó el tiempo de definiciones este año en la lucha por la presidencia del PAN, se alió con Gustavo Madero. Era el principio en la construcción formal de su futuro. La segunda jugada fue negociar una alianza táctica con la dirigencia del PRD, encabezada por la corriente llamada Los Chuchos, e incorporar en mayo a su secretario de Gobierno, Luis Maldonado, fundador y presidente de Movimiento Ciudadano al PRD, preparando el camino para una eventual candidatura presidencial en alianza PRD-PAN en 2018.
 
 
 
Moreno Valle lucía un pecho poderoso. Ya había desafiado al gobierno federal en dos ocasiones. La primera, para instalar una enorme rueda de la fortuna –imitación tropical del London Eye en Londres-, que tuvo que cambiar de ubicación varias veces por la oposición a su capricho. En la segunda, tocó la retirada después de un conflicto de un año con el Instituto Nacional de Antropología e Historia porque quería instalar un teleférico que tenía como principal estación una propiedad patrimonio cultural.
 
 
 
 
Logró minimizar el daño y ocultar sus derrotas. Buenas pautas comerciales en medios tampoco ayudaron a que viera el ojo público sus constantes atropellos. A Ana Teresa Aranda, combativa panista de prosapia que insinuaba debilidades de carácter del gobernador, la silenció luego de que una madrugada policías estatales allanaron su casa. A su amigo de años, Fernando Manzanilla, uno de sus mejores operadores políticos, casado con su hermana del gobernador, le cerró el camino a la alcaldía de Puebla y cuando desanimado le comentó que el secretario de Hacienda, Luis Videgaray, su amigo de la universidad, lo había invitado al gobierno federal, lo congeló y expulsó de la administración. A otro de sus asesores, el senador Javier Lozano, buscó expulsarlo del PAN durante el conflicto entre Madero y Cordero.
 
 
 
Francisco Fraile, uno de los panistas que más cuadros ha formado en Puebla en los últimos lustros, uno de los pocos que se han atrevido a criticar el autoritarismo de Moreno Valle, dijo en una entrevista el año pasado: “Su forma de gobernar (está) en la concepción antigua de que el poder se tiene para ejercerlo, para que se sienta fuerza, para que se sienta temor, para que se sienta miedo, para que se tenga tranquilo a todo mundo”. Fraile, que ha pagado con ácidas críticas en los medios poblanos su osadía, sólo había hecho un dibujo de lo que comentan políticos en Puebla y la ciudad de México.
 
 
 
 
Moreno Valle tiene un terrible estilo de mandar. Son famosas las anécdotas de cómo insulta a sus colaboradores, cómo los maltrata tirándoles objetos para descargar su furia, o cómo, en plena carretera, ha bajado del automóvil a sus más cercanos porque las cosas que encargó no salieron como las quería. Delicado, se puede decir, desde niño. Estudió en Lycoming Colege, en Pennsylvania, que es una de las más antiguas y exclusivas de Estados Unidos, las licenciaturas de Economía y Ciencias Políticas, y en la Universidad Anáhuac Ciencias Religiosas, que le dieron cuerpo a su nombramiento como diácono. En la Universidad de Boston estudió el doctorado de Leyes.
 
 
 
Pero con la formación y la inteligencia creció también su intolerancia y prepotencia. Pagado de sí mismo, no puede uno imaginarse si la pesadilla política que ha vivido en los últimos días, le probó que no era invencible, ni intocable. Que es tan mortal y vulnerable como todos, y que la soberbia, que carga como medalla al pecho, provocó que nadie, entre sus aliados en el PAN, o sus nuevos aliados en el PRD, dieran la cara por él.
 
 
 
Este lunes pasado, por ejemplo, Marcelo García Almaguer, entrañable amigo de sus tiempos en Boston, que fue su comunicador y miembro de su gabinete, en su calidad de secretario de Comunicaciones del Comité Ejecutivo Nacional – pago que le dio Madero por su apoyo en la contienda por el partido-, convocó a todos los responsables de medios panistas, para pedirles que se pintaran la cara de guerra y salieran en una cruzada a defender a Moreno Valle.
 
 
 
 
Los panistas no lo hicieron. Madero, guardó silencio. El PRD, menos, y en el Senado quiere iniciar un juicio político para destituirlo. El PRI ha aprovechado la coyuntura para hundirlo aún más. Moreno Valle se encuentra solo y sus adversarios huelen la sangre de un animal político herido. En este momento muchos viejos aliados hoy enemigos, rivales declarados y adversarios ocultos, cuentan las horas para que se ahogue en su propio pantano. El hombre-ejemplo del autoritarismo cae sin que nadie le tienda la mano. Pero no está muerto. Tiene posibilidades de frenar su final y recomponer su gobierno. Pero sólo son eso, no hay que olvidar, posibilidades en un futuro, para él, incierto.
 
 
 
 
 
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