“¿Qué tan viejo serías si no
supieras qué tan viejo eres?”.
Satchel Paige
Ahora que tuve que ceder a la presión del gobierno y me compré un auto nuevo para llegar a mi trabajo todos los días, la pregunta es: ¿qué hago con el viejo? Quizá no sea tan viejo, pero ya no puede circular un montón de días al mes, y como se me olvida cuáles, la policía termina por detenerme un día sí y otro también para sacarme una mordida.
¿Qué hago, pues, con el viejito en la cochera? Tratar de venderlo parece un desperdicio de tiempo y esfuerzo. En los lotes no me lo reciben. “A esos ya no los quiere nadie”, apuntan sin piedad. Un anuncio en el periódico tampoco genera interés. En los días desde que se anunció el nuevo Hoy no Circula los precios de los viejitos se han desplomado. Hoy no me dan más dinero por él que por un elefante de circo. Pero, además, si consideramos los riesgos de vender un auto usado, como que alguien lo utilice para un delito y uno quede como presunto culpable, el poco dinero de la venta parece nada.
¿Qué tal si llevo el viejito a un deshuesadero y lo vendo por partes? Seguramente habrá alguien que pueda usar las piezas en un trasplante para darle nueva vida a un auto no tan viejo. Esto haría menos doloroso el fin del viejito que tantos años me ha acompañado. Pero cuidado porque los deshuesaderos se han vuelto objeto de un creciente escrutinio de las autoridades preocupadas por el “robo de partes” (seguro no serán partes nobles). Corre uno el riesgo de ser detenido y acusado de operaciones con refacciones de procedencia ilícita y de delincuencia organizada. Veinte años de cárcel. Mejor no hay que arriesgarse.
¿Podré vender mi viejito a uno de esos gritones que compran usado? Por ahí anda ese señor que se llevó el colchón el año pasado y que también compra fierro. El problema es que paga por kilo y no creo que me dé gran cosa. Por otra parte, es muy probable que el viejito no le quepa en la carreta en que se lleva los desperdicios. No parece una opción realista.
Quizá pueda rifar al viejito. Mil boletos de 10 pesos y el que pierda se lo lleva. O se me ocurre otra idea. Puedo dejarlo estacionado en un lugar prohibido y esperar que la grúa lo traslade al corralón. Así por lo menos el gobierno cargará con la responsabilidad de deshacerse de él. Pero, ¿qué pasa si me identifican como el dueño? ¿Me cobrarán renta por los meses o años en el corralón? El caldo me puede salir más carro que las llantas. ¿O cómo iba la frase?
Pero no, la solución es muy sencilla. ¡Cómo no se me había ocurrido antes! Lo único que tengo que hacer es ir a la oficina de Setravi en Álvaro Obregón y registrar al viejito como auto clásico. Después de todo, tiene más de 30 años de antigüedad y el que nunca se le haya cambiado la máquina resultará ahora un beneficio. Si mi viejito tuviera un motor 2014 con convertidor catalítico ya no me lo aceptarían como auto clásico y no le darían ni la calcomanía 3. Pero como todavía tiene un motor antiguo, de esos que contaminan mucho, le pueden dar no la 00 para circular todos los días sino una E de exento... y entonces sí ni quien me lo pare.
Maravilloso. Resuelto está el problema del viejito. Pero ahora que me veo en el espejo me doy cuenta de que tengo otro problema que solucionar. ¿Cómo le hago yo para circular todos días? Adaptarme un convertidor catalítico a estas alturas está muy difícil. Me han corrido tanto en terracería que ya hay quien busca darme la calcomanía 4 para dejar de circular cuatro días a la semana. Y ni quien piense darme calcomanía de clásico como a Mick Jagger, a lo mejor mi viejito termina circulando, pero no yo.
Sólo paralizar
¿Van a asfixiar la Ciudad de México?, le pregunto a Miguel Alemán Vázquez del Comité contra el Hoy no Circula Sabatino que está convocando a bloqueos este 4 de julio. “No -me responde-, sólo la vamos a paralizar”. Es el mismo grupo que bloqueó cuatro horas el Periférico el 1o. de julio. Lo peor es que las autoridades del Distrito Federal ya nos han dicho que no pueden hacer nada contra los bloqueos.
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