sábado, 16 de agosto de 2014

Jaime Sánchez Susarrey - Hacia 2015

Toda encuesta, se sabe bien, es una fotografía, no una tendencia. El presente queda congelado. Así, y no de otra manera, debe ser leído el sondeo de Reforma (6/ago/2014) sobre las preferencias electorales hacia 2015. Faltan 10 largos meses en que pueden ocurrir giros importantes.

Pero, dicho eso, nadie puede negar que con la promulgación de la reforma energética ha concluido un ciclo, el primero del sexenio, y que entramos de lleno en la competencia electoral que habrá de concluir el 7 de junio de 2015.

El sondeo, por lo pronto, arroja buenas noticias para el PRI y el gobierno de la República. A pesar de 2 años de bajo crecimiento económico, de la reforma fiscal que ha golpeado la inversión y el consumo, y de una estrategia en materia de seguridad que deja mucho que desear, el PRI obtiene una intención de voto del 40 por ciento.









Si ese escenario se llega a cumplir, se rompería la regla -tendencia- que impera desde 1997, año en que el PRI perdió, por primera vez en la historia, la mayoría en la Cámara de Diputados, y que se repitió cuando el PAN, partido en el gobierno, se desplomó en 2003 (al pasar de 213 a 151 escaños) y en 2009 (al perder 63 escaños).

Las elecciones intermedias son la ocasión para sancionar, positiva o negativamente, al gobierno en funciones. En 1997, 2003 y 2009 la sanción fue negativa. Pero en 1991 fue positiva.

Sin embargo, la victoria del PRI, si efectivamente se cumple, sería paradójica, porque en los últimos meses la popularidad de Peña Nieto ha descendido. Según la encuesta Mitofsky, EPN obtuvo una aprobación del 48.7 por ciento, en mayo pasado, contra 57.3 por ciento, en mayo de 2013, es decir, registró una caída de 8.6 puntos en un año.

¿Cómo explicar, entonces, que el PRI tenga una intención de voto superior a la que obtuvo en 2012? No es sencillo. Sobre todo, si se toma como referencia el año 1991 en que registró una recuperación impresionante respecto del 6 de julio de 1988. Repunte que se debió, sin duda alguna, a la alta popularidad que había alcanzado Salinas de Gortari en el primer trienio.

Caben, por lo tanto, dos consideraciones: no es imposible, pero sería anómalo que el partido en el poder libre bien la baja popularidad del presidente de la República.

Lo que ocurra, en uno u otro sentido, estará vinculado a la dinámica económica durante los próximos 10 meses. Una recuperación trabajaría a favor del PRI y un estancamiento en su contra. Se trata de una verdad de perogrullo, pero de una verdad al fin y al cabo.

Por otra parte, la encuesta de Reforma arroja un mal pronóstico para el PAN. Sus intenciones de voto se sitúan en un 22 por ciento. Así que, a pesar de ser corresponsable de las reformas laboral, de telecomunicaciones y energética, el blanquiazul no capitaliza esa política.

Se pueden adelantar tres hipótesis para explicar esta caída: 1) los 12 años en el gobierno le pesan aún como una loza; la gente tiene presente su ineficacia y errores; la decepción es del tamaño de las expectativas que generó la alternancia; 2) la imagen, con la que alcanzó el poder, de un partido de ciudadanos honestos se ha ido por la alcantarilla; 3) la polarización e intensidad de sus enfrentamientos internos sólo son comparables a las confrontaciones perredistas, con el consecuente costo en la percepción ciudadana.

En lo que se refiere al PRD, las noticias tampoco son halagüeñas. Sus intenciones de voto se sitúan en el 16 por ciento contra 7 por ciento de Morena. Esto significa que el partido de López Obrador, antes de competir, se ubica ya como la cuarta opción política.

Hecho que constituye una excelente noticia para AMLO porque, de confirmarse, le otorgaría una enorme fuerza a su estrategia para 2018: postularse como el candidato de la izquierda. Porque, no hay duda que en 2017, López Obrador recurrirá al mismo ultimátum de 2011: o van conmigo en coalición o van contra mí a la derrota de toda la izquierda.

Vale agregar que la encuesta arroja, además, un pésimo pronóstico para el referéndum energético que propone la izquierda. Porque si los números se cumplen, los partidos que aprobaron la reforma sumarían una mayoría compuesta de 70 por ciento (PRI 40%, PAN 22%, Partido Verde 5%, Panal 3%).

Dado ese resultado, si el plebiscito se realizara y ganara el no a la reforma energética, se plantearía una dualidad obvia, ya que la mayoría compuesta, que aprobó la reforma energética, habría sido confirmada el 7 de junio de 2015. ¿Por qué, entonces, otorgarle al referéndum un carácter imperativo?



@sanchezsusarrey

Leído en http://noticias.terra.com.mx/mexico/jaime-sanchez-susarrey-hacia-2015,1b62e876542a4410VgnVCM3000009af154d0RCRD.HTML





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