La teoría viene de lejos. Trasladar la riqueza pública a manos capitalistas la multiplica y dinamiza la economía en su conjunto. En los años 70’s del siglo pasado, el joven Carlos Salinas de Gortari recibió la teoría de sus profesores en la Universidad de Harvard; una década más tarde, ya siendo presidente, y merced al sistema autoritario mexicano, pudo implementarla antes que otros países.
O al menos implementarla de forma parcial: para completar el esquema, faltaba privatizar la mayor riqueza pública: el petróleo.
Pues bien, se cumple el sueño liberal de los profesores de Harvard vía Salinas de Gortari vía Luis Videgaray, también alumno de Harvard: el Congreso aprobó la reforma que por fin vuelve posible la venta del derecho a explotar el petróleo por capitalistas nacionales y trasnacionales.
Esta es la teoría liberal: librada de la corrupción de la burocracia estatal, en manos de capitalistas eficaces y hambrientos de ganancia, la extracción del petróleo producirá más riqueza, y goteará a la sociedad en forma de impuestos y salarios, salarios del sector y de las industrias aledañas a la bonanza petrolera, amén de la disminución en los costos de la gasolina.
Que los nuevos dueños del petróleo se harán mucho más ricos, poca duda cabe. Pero que la otra mitad del esquema -la sociedad mexicana- también ganará en la transacción no es sólo dudoso, es increíble.
Con corrupción incluida, el petróleo pagó en México, durante ya siete décadas, 60% del presupuesto del Estado. El petróleo pagó el gasto de la salud y la educación públicas. Si uno contrasta a México con otros países de Latinoamérica, igual de corruptos, con poblaciones también divididas por la desigualdad económica, encontrará que nuestra superioridad decisiva reside en ese gasto generoso y sostenido en educación y salud para los muchos: los pobres y los medio pobres.
¿Qué será de México sin ese 60% del gasto público que aportaba el petróleo? Esa es la pregunta que importa a nuestro porvenir compartido.
Otra vez. El doctor Luis Videgaray afirma que no echaremos de menos ese 60% porque será suplido con creces con los nuevos impuestos de una industria petrolera boyante, el aumento de puestos asalariados y la disminución del precio de las gasolinas. Una feliz teoría que por desgracia se topa contra la realidad.
No es necesario sacar un cuaderno y una pluma y hacer sumas y restas abstractas. Mientras México se resistía a privatizar su petróleo, la teoría liberal se volvía política económica en la mayor parte de las democracias de Occidente, y los resultados han contradicho a los esperados por los profesores de Harvard.
Privatizar la riqueza y achicar los bienes comunes es una estrategia que ha empobrecido a las poblaciones de los países donde se ha aplicado y en cambio ha enriquecido a una élite de empresarios trasnacionales. El retrato numérico lo popularizó hace dos años Joseph Stiglitz, Premio Nobel de Economía: hoy 1% de los habitantes del planeta posee 40% de la riqueza mundial, mientras 99% se reparte el 60%. El goteo de arriba abajo ha sido, en la realidad, muy escaso.
O en términos que ahora documenta con cifras mundiales el libro “El Capital en el Siglo XXI”, de Thomas Piketty: “La concentración de la riqueza ha producido mayor concentración de la riqueza y provocará mayor concentración de la riqueza”.
“Nunca tan pocos han tenido una parte tan grande de la riqueza, mientras tantos han tenido una parte tan pequeña”. Stiglitz, otra vez.
Traducido a nuestro futuro inmediato, podemos esperar que los servicios de salud y educación gratuitos, que nos daban a los mexicanos un piso de bienestar común, se irán evaporando, mientras que la multiplicación de puestos de trabajo y de impuestos será tan escasa que no impedirá la pauperización de la mayoría de los mexicanos.
Y si nada excepcional ocurre en México, el 1% trasnacional calcará lo que ya hace en los países donde controla la economía. Sus intereses controlarán la política.
Perdón, corrijo: lo último ha ya sucedido en México. ¿Qué otra cosa ocurrió la semana pasada en el Congreso? Los “representantes del pueblo” aprobaron una reforma que favorecerá a muy pocos y que según las encuestas rechaza una mayoría de mexicanos, y con razón sobrada.
Leído en http://www.am.com.mx/opinion/leon/el-sueño-neoliberal-10913.HTML
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