lunes, 4 de agosto de 2014

Sergio Sarmiento - Aborto legal

Odio los abortos, pero no puedo tomar esa decisión por alguien más”.

Barbara Bush

La interrupción del embarazo es legal en el Distrito Federal hasta la semana 12. La legalización se adoptó a pesar de que se mantiene la prohibición del aborto con sanción a la mujer de tres a seis meses de cárcel o de 100 a 300 días de trabajo comunitario. El cambio fue definir el aborto como “la interrupción del embarazo después de la décimo segunda semana de gestación” (artículo 144, Código Penal).

Aun cuando el aborto sea legal en la Ciudad de México, no es fácil conseguirlo. No se trata simplemente de pedirlo al ginecólogo de toda la vida. El IMSS, el ISSSTE y las instituciones de la Secretaría de Salud federal se niegan a practicarlo. Algunas clínicas de la Secretaría de Salud del gobierno del Distrito Federal sí realizan el procedimiento, pero la lista de espera es larga. La mayoría de los hospitales y médicos privados se niegan a llevarlo a cabo... algunos por razones de conciencia, otros para evitar críticas y controversias.







Ante esta falta de apoyo han empezado a surgir en la Ciudad de México clínicas de aborto privadas, algunas con respaldo de fundaciones, que ofrecen la posibilidad a las mujeres capitalinas y de fuera la posibilidad de tener un aborto seguro bajo cuidado de profesionales médicos.


Una de las mejores labores la hace la organización británica Marie Stopes, que ha estado trabajando en la Ciudad de México desde 2008. La institución (www.mariestopes.mx) tiene seis clínicas en la Ciudad de México y además de la interrupción del embarazo ofrece asesoría en métodos anticonceptivos, píldora de emergencia, detección de enfermedades de transmisión sexual y, para varones, vasectomías. El nombre de la asociación procede de una respetada académica escocesa: la primera mujer en convertirse en profesora de la Universidad de Manchester y la fundadora, con su marido, de la primera clínica de control natal en el Reino Unido. La propia doctora Stopes, curiosamente, no apoyaba el aborto sino sólo la contracepción.

Otras organizaciones también proporcionan el servicio de interrupción del embarazo en la Ciudad de México, entre ellas Profem, Femisana Women’s Clinic y Clínica NAISET. Hay una lista completa por delegaciones en www.clinicasaborto.mx.

El aborto es legal en la Ciudad de México desde el 26 de abril de 2007. En 2008 la Suprema Corte de Justicia del país avaló la constitucionalidad de la ley. Los grupos conservadores han reaccionado fortaleciendo la prohibición en otros estados. Una alianza del PAN y el PRI logró en el sexenio del presidente panista Felipe Calderón que 17 estados modificaran su Constitución para definir el origen de la vida en el momento de la concepción. Esto significaría que una interrupción del embarazo sería no ya un aborto sino un homicidio.

Yo puedo coincidir con los grupos conservadores en la necesidad de reducir el aborto, pero la prohibición no es el camino. La sociedad debe impulsar una mayor educación sexual que reduzca los embarazos no deseados. Las secretarías de Salud y de Educación podrían, además, distribuir preservativos en las escuelas.

Si una mujer se embaraza y opta por un aborto, sin embargo, nadie tiene derecho a castigarla. Como cualquier problema ético, el aborto es un tema demasiado complejo, demasiado personal, como para dar la decisión a políticos, policías, jueces o sacerdotes. Solamente la mujer embarazada debe tomar la decisión.

La legislación sobre el aborto en la Ciudad de México ha sido un paso en la dirección correcta porque coloca la decisión en las manos correctas. Organizaciones como Marie Stopes lo vuelven posible al ofrecer un servicio responsable y profesional que da a la mujer la información y el apoyo para tomar la decisión.

Crimen y aborto
Steven Levitt de la Universidad de Chicago y John Donohue de Yale han argumentado que la legalización del aborto en Estados Unidos en 1973 produjo una disminución en el crimen al reducir los nacimientos no deseados. Una versión popular del argumento se encuentra en el libro Freakonomics (2005) de Levitt y Stephen Dubner.





 

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