miércoles, 8 de octubre de 2014

Sergio Aguayo - Banalizar el mal

Ángel Aguirre dice que ‘no se raja’ pero tampoco trabaja.


La matanza de estudiantes en Iguala es un acto de barbarie que confirma la mediocridad, ineptitud e insensibilidad de quienes gobiernan.

La clase política se ha unificado en un coro homogéneo en el cual los solistas compiten para ver quién condena con más adjetivos la masacre. Cada uno a su manera nos prometen que ahora sí se hará justicia y que la impunidad será arrojada sin contemplaciones al basurero de la historia. Después de un desabrido mensaje, el presidente Enrique Peña Nieto envió a Iguala a fuerzas armadas, Gendarmería y Procuraduría General; que no extrañe si en unos días anuncian el envío de un Comisionado.
 
 
 
 
 
 
 

El PRD expulsó de sus filas al alcalde de Iguala, José Luis Abarca, el gobernador Ángel Aguirre Rivero declaró enjundioso que no renuncia pero ofrece un millón de pesos a quien proporcione información sobre el paradero de los estudiantes y el nuevo presidente del PRD, Carlos Navarrete, se compromete a enfrentar la crisis.


Todos ellos guardan silencio sobre su responsabilidad directa en la tragedia. Ni el Gobierno federal, ni el estatal ni el PRD explican por qué no hicieron nada pese a que supieron desde hace meses que en mayo de 2013 el presidente municipal prófugo, José Luis Abarca, asesinó a perredistas que militaban en la tribu de René Bejarano, quien dice haber entregado personalmente al procurador Jesús Murillo Karam y al secretario de Gobernación, Miguel Ángel Osorio Chong, la declaración notarizada de un testigo de los hechos. Ninguno de los aludidos ha salido a desmentir a Bejarano quien, por cierto, no aclara a quién informó de su partido.

La viuda de uno de los ejecutados, Arturo Hernández Cardona, informó en el noticiero que conduce Carmen Aristegui en MVS que los hechos fueron denunciados ante la Procuraduría de Guerrero y que en el Legislativo local se inició un juicio de revocación de mandato contra el Presidente Municipal de Iguala, pero el Congreso (con mayoría perredista) encarpetó el asunto.

Desconocemos todavía la razón concreta por qué asesinaron y desaparecieron a los estudiantes; sí podemos establecer las causas por las cuales no hicieron nada los gobernantes del PRI y del PRD. En 1963 una filósofa judía nacida en Alemania, Hannah Arendt, publicó un libro sobre el mal. Después de diseccionar el juicio en Jerusalén contra un criminal nazi, Adolf Eichmann, Arendt concluyó que la maldad extrema puede ser el resultado de burócratas insignificantes que cumplen órdenes aprovechándose de los silencios y omisiones de grandes sectores sociales. La maldad al límite se hace posible porque es banalizada y metida al cajón de lo intrascendente.

Iguala confirma que, con algunas excepciones, quienes gobiernan niegan las realidades que les incomodan o rebasan. En el mensaje pronunciado este lunes por el presidente Peña Nieto trata a Iguala como si fuera un caso único pero no lo conextualiza porque, de hacerlo, tendría que aceptar que somos un País ensangrentado por masacres que también se dan en su tierra natal (Tlatlaya es parte del violento rosario mexiquense).

Los partidos de izquierda también evaden. Un repaso a sus páginas nacionales y guerrerenses muestra una retahíla de frases hechas y lugares comunes sobre lo sucedido en Guerrero. Los líderes lanzan condenas pero, en el caso del PRD, no hay la disposición a aceptar la responsabilidad que tuvieron al dejar que siguiera en el cargo un asesino.

El PRD ya no despierta la esperanza. Es una formación tribalizada y obsesionada por ganar elecciones. Cuando lo logran, sus tribus se ensarzan en feroces disputas por los cargos y los presupuestos. Cuando concluye el reparto se desentienden de lo que hacen o dejan de hacer los gobiernos locales; la indiferencia facilita que algunos municipios o delegaciones capitalinas se conviertan en el hábitat de corruptos, ineptos o sátrapas.

Ni ellos ni el Gobierno federal ni los otros partidos están dispuestos a reconocer la posibilidad de que en algunos municipios se han implantado islotes de totalitarismo gobernados por delincuentes que se aprovechan de las imperfecciones de la democracia. Esta hipótesis explicaría la matanza de estudiantes ordenada, probablemente, por alguna trivialidad del Presidente Municipal o su esposa.

Nos encontramos en esa situación porque la clase política se dedica a encubrir sus ineptitudes con una irresponsable e inadmisible banalización del mal. Impidámoslo.




Comentarios: www.sergioaguayo.org
Colaboraron Maura Álvarez Roldán
y Clementina Ballesteros Chávez
 
 
 
 
 
 

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