miércoles, 8 de octubre de 2014

Jesús Silva-Herzog Márquez - Notas sobre el duelo

Jesús Silva-Herzog Márquez
1965
 
Notas sobre el duelo

Unas horas después de enterrar a su madre, Roland Barthes se preguntaba por qué no se hablaba de ese momento único y terrible. El escritor había vivido más de sesenta años a su lado y de pronto sentía su ausencia como una sordera perfectamente bien localizada. Su oìdo oía el ruido de los coches, y el rechinar de las puertas pero no podía escuchar esa voz que conocía a la perfección. Si se habla todo el tiempo de la primera noche de bodas, ¿Por qué no se registra en nuestro lenguaje común la primera noche del duelo? La luna del luto. Desde aquel momento, Barthes empezó a recoger apuntes en tarjetas sueltas sobre el vacío de su madre. La muerte le robaba cualquier otro tema. No podía escribir más que del “atroz país del duelo,” pero a nadie podía compartir sus manuscritos. El enterrador del escritor entregado a la más íntima de las escrituras.

Existe una traducción al español de esas fichas, pero yo las he descubierto por la versión que el New Yorker acaba de publicar. Son líneas que despuntan entre silencios dolorosos. Barthes escribe con miedo de hacer literatura del dolor pero convencido, al mismo tiempo, que el sufrimiento es fuente de la literatura. Cada uno tiene su ritmo de sufrir. La experiencia puede ser una de las más intensas en la vida de un ser humano pero no deja de ser inestable, como cualquier otra emoción. Una palpitación intensa pero irregular. Lo más desconcertante del duelo es precisamente su carácter discontinuo: el pesar se entrelaza con un extraño despertar, el brote de una nueva percepción, la reinvención del futuro. El golpe, por ejemplo, afina el tacto del doliente. Barthes se descubre de repente en la calle apreciando como nunca la belleza y la fealdad de los paseantes. La luz de los eclipses.








Barthes reflexiona sobre la sombra de la muerte en el sobreviviente y las palabras que nombran esa nube. Inconstancia de sensaciones, ambigüedad del lenguaje. En la literatura de Barthes, las cosas y las palabras forman parte de un mismo universo de comunicación: los sustantivos y los verbos, el vino y los detergentes hablan. En la frase “Ella ya no está sufriendo”, ¿a qué, a quién alude la palabra “ella”? ¿Qué sentido tiene el gerundio de la oración? “Duelo” le parece una palabra psicoanalítica. No estoy en duelo, dice, sufro. Desesperación es un término teatral: una piedra. En una tarjeta fechada el 11 de noviembre de 1977 define perfectamente la experiencia de la soledad. La soledad es no tener a nadie en casa a quien avisarle que regresas a las 7.00; nadie a quien decirle “ya llegué.” Pero esa soledad es sobrevivencia y, en algún sentido, renacimiento. Barthes se pregunta si esa capacidad de vivir sin alguien significa que la amabas menos de lo que pensabas. Pero el sobreviviente no queda indemne–mucho menos fortalecido. Pensé que la muerte de mi madre me haría más fuerte pero en realidad he quedado aún más frágil, en estado de abandono. Ahora que mamá murió, apunta, tengo a la muerte frente a mí. Sólo el tiempo me separa de ella.

En una tarjeta apunta:

–¡Nunca más, nunca más!

– Y, sin embargo, ahí hay una contradicción: el “nunca más” no es eterno porque morirás un día.

–”Nunca más” es la expresión de un inmortal.



Pasa de ser un dolor agudo a un dolor crónico.




Leido en http://www.andaryver.mx/andar-y-ver/notas-sobre-el-duelo/

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