Un ciudadano conspicuo nacido en San Pedro Tlaquepaque, Jalisco,
dedicado a la ciencia ficción, había descubierto un sistema
revolucionario para viajar de Londres a Nueva York en escasos 2 segundos
a través de un rayo ultravioleta muy sofisticado. El científico de
marras, la envidia misma de la comunidad científica, desintegraba a las
personas con un rayo láser y las mandaba al otro lado del Atlántico, en
donde un receptor las volvía a integrar en cuestión de segundos. Ávido
de llevar a cabo más investigaciones y sorprender al mundo con muchos
más de sus descubrimientos, este ilustre tapatío, justificadamente
harto de saber cómo México se engangrenaba y la sociedad y el gobierno
mexicano se orientaban a resolver sus diferencias a balazos, invirtió lo
mejor de su imaginación para crear un instrumento que le permitiera
detectar la presencia de los políticos podridos que había lucrado con el
tesoro público, los mismos que estaban despertando al México bronco.
Empeñado
en perfeccionar su nuevo proyecto, pensó en crear unos anteojos mágicos
con los que fuera posible saber el patrimonio de los funcionarios que
detentaban bienes mal habidos y se encontraban dispersos por el orbe.
Con
dichos lentes podía practicar radiografías financieras con tan sólo ver
a los ojos de los políticos rateros. No tardó en someter a pruebas muy
severas y exitosas a burócratas de quinta categoría al presentarse en
cualquier mostrador de una oficina recaudadora del gobierno, hasta que
se abrió paso para llegar a una de las sesiones del pleno en la Cámara
de Diputados. No podía salir del estupor cuando comprobó que varios
legisladores, cabezas o no de los comités ejecutivos, tenían cuentas de
cheques en paraísos fiscales con largos números, contraseñas y diversas
claves para acceder a los datos ultra confidenciales que mostraban su
verdadero patrimonio. Grababa en un teléfono celular todos los informes
que aparecían en sus lentes. ¿Qué hacer con esa información?
Con
el ánimo de esconder su identidad para evitar ser asesinado, empezó a
mandar cartas anónimas a los diferentes diarios nacionales para que
ellos pudieran comprobar la autenticidad de los informes y procedieran a
publicarlos.
Cuando cada día aparecían los reportes de
exgobernadores, gobernadores, secretarios de Estado, diputados,
senadores, delegados del gobierno del Distrito Federal, jefes de
gobierno de la capital de la República, magistrados, ministros, jueces,
hasta policías de los gobiernos estatales y federales, empezó una
auténtica cacería para conocer el autor y pasarlo a cuchillo sin piedad
alguna.
Para su horror fueron ajusticiadas muchas personas
inocentes, enemigos de los funcionarios políticos y jueces que tenían
algún secreto inconfesable con el que podían chantajear a la alta
jerarquía política. Las páginas de los periódicos se llenaron de sangre
de víctimas que ajenas a las delaciones.
En una ocasión se
presentó en la Cámara de Senadores y publicó los datos de varios pillos
legisladores enriquecidos ilícitamente. Uno de estos ladrones vio algo
en sus lentes que lo hizo sospechar. De inmediato ordenó a sus guaruras
que arrestaran al tal sujeto y lo torturaran para hacerlo confesar. La
misma noche en que lo secuestraron y mientras era desollado y extraídos
los ojos, dicho ínclito personaje confesó su conducta. Era claro. El
gobierno mexicano no soporta la verdad…
fmartinmoreno@yahoo.com
Leído en http://www.debate.com.mx/eldebate/noticias/editoriales.asp?IdArt=15564003&IdCat=17208
Los derechos de autor son propiedad de los columnistas y sus periódicos; las columnas de los foristas son responsabilidad de ellos mismo; los comentarios, mentadas de madre y albures en Disqus son, también, responsabilidad de los foristas. Este lugar no tiene fines de lucro Aquí no se censura ni se modera. CUANDO SE PUBLIQUEN DATOS PERSONALES, POR SEGURIDAD, LOS POSTS SERÁN BORRADOS. Contacto: lafaunademilenio@gmail.com
RECOMENDACIONES Y COLUMNAS DE OPINIÓN
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Por favor, sean civilizados.