sábado, 8 de noviembre de 2014

Manuel Espino - La juventud despierta

El mito del joven mexicano apático, despolitizado y desinformado se derrumbó en el Día de Acción Global por Ayotzinapa. Aunque los números varían, tenemos certeza de que al menos un centenar de universidades y algunos centros de educación media se sumaron a un paro de impacto nacional.
Universidades públicas y privadas, dentro de las cuales se expresan las más diversas orientaciones ideológicas y muy distintos perfiles académicos, se unieron en 22 estados de la República para lanzar un grito de hartazgo ante la inseguridad y específicamente ante la desaparición de los 43 normalistas guerrerenses desde el pasado 26 de septiembre.








Casi de manera absoluta, las protestas fueron pacíficas. Marchas, foros y espacios de reflexión y expresión fueron la norma. Tan solo en las inmediaciones de la UNAM una treintena de jóvenes (que poco o nada representan ante los cientos de miles que eligieron la paz), incendiaron un autobús y una estación de transporte público.


Igualmente en la máxima casa de estudios, un día antes se dio un acto de repudio a Jesús Zambrano, quien fue expulsado de un foro celebrado en la Ciudad Universitaria.
Resulta significativo que jóvenes que se ponen la etiqueta de izquierdistas dieran esta muestra de intolerancia contra un ex guerrillero (de la Liga 23 de Septiembre) y presidente del partido que supuestamente mejor comulga con su ideología.


La escena trajo a la memoria un encuentro que tuve en la UNAM en marzo de 2011, cuando un grupo de estudiantes intentó impedirme presentar mi libro “Volver a Empezar, ideas con visión de Estado”. Ante el claro ofrecimiento de hablar no de una visión partidista, sino de entablar un diálogo que se elevara sobre las ideologías, aún los más aguerridos unamitas se sentaron a platicar.


Claramente se ve que los jóvenes, ya desde entonces, están mostrando una actitud de repudio a los partidos —contaminados como están por una rampante corrupción— pero son plenamente capaces de abrazar causas políticas apartidistas y de talante social.


Allí está el camino para llegar a sus mentes y sus corazones.


Por lo pronto, aun desde el dolor de vivir esta tragedia y de solidarizarnos con el dolor de las familias y los seres queridos de los 43 normalistas, podemos ver que en México tenemos jóvenes despiertos, combativos, capaces de usar las mejores armas de la política: la libertad de asociación y la libre expresión de las ideas.


Estamos orgullosos de ellos.
 

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