miércoles, 21 de enero de 2015

Jairo Calixto Albarrán - Elogio de Lagrimita

Por supuesto es una exageración que la memecracia se haya cebado sobre el prometido de Anahí, a la sazón gobernador de Chiapas, por la pequeña muestra de cariño que le mostró a un colaborador en la cara, prácticamente una caricia. Esta tendencia a magnificar las cosas se ha vuelto costumbre entre nuestros compatriotas que, al parecer, son jarritos de Tlaquepaque. El licenciado Velasco solo trataba de quitarle la modorra a su colaborador, pues ni modo de dejar que su gobierno se convierta en una escuelita Montessori donde todos hacen lo que quieran. Los esfuerzos por convertir a Chiapas, uno de los más pobres y atrasados del país, en tierra fértil para el desarrollo no puede depender de los descuidos de un equipo que no está suficientemente concentrado en que su jefe luzca cual muñequito de aparador.








Es como lo que ocurre con Lagrimita, el distinguido y culto bufón que ha hecho las delicias de chicos y grandes en la televisión, que al hacer pública su decisión de buscar la alcaldía de Guadalajara le ha costado un linchamiento generalizado por parte de la opinocracia nacional, que es un dechado de tolerancia. O sea, hagan de cuenta que el lugar es intocable porque ha sido símbolo de la probidad y la inteligencia emocional, sucursal del liceo francés donde abrevan los bravos y los émulos de Marco Tulio Cicerón, cuando la verdad ha sido de manera reiterada usufructuado por un tropa de impresentables a la manera de un circo de tres pistas, igualito que la mayoría de los municipios del México de mis narcorecuerdos. 
Digo, no es que Lagrimita sea lumbrera del pensamiento político posmoderno de avanzadas urgencias democratizadoras, pero tiene el derecho a aspirar a un puesto de elección popular. El mismo que le asiste a un chupulinzote polaco a aspirar a detentar el monopolio de las curules. Además, el distinguido arlequín tiene el mejor slogan de campaña del momento: “Voten por el payaso correcto”.
Algo que no pueden opacar ni todo el melodrama publicitario del PRI, ni las autocomplacencias onanistas del Verde Ecologistas ni los aburridos mea culpagritones del PAN ni las infamias narrativas del PRD, que son peor que Sabadazo.
¿Por qué?, porque es una lógica irrebatible: que los votantes se alejen de los payasos improvisados que los han venido gobernando y que acudan a los verdaderos profesionales, que tienen el background, el know how y el why not? de tan difícil oficio.
La ventaja de Lagrimita, además de que siempre dirá “¡qué barato, qué barato!”, es que sus cachetadas siempre serán con guante blanco.

jairo.calixto@milenio.com  
 

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