Por supuesto es una exageración que la memecracia se
haya cebado sobre el prometido de Anahí, a la sazón gobernador de
Chiapas, por la pequeña muestra de cariño que le mostró a un colaborador
en la cara, prácticamente una caricia. Esta tendencia a magnificar las
cosas se ha vuelto costumbre entre nuestros compatriotas que, al
parecer, son jarritos de Tlaquepaque. El licenciado Velasco solo trataba
de quitarle la modorra a su colaborador, pues ni modo de dejar que su
gobierno se convierta en una escuelita Montessori donde todos hacen lo
que quieran. Los esfuerzos por convertir a Chiapas, uno de los más
pobres y atrasados del país, en tierra fértil para el desarrollo no
puede depender de los descuidos de un equipo que no está suficientemente
concentrado en que su jefe luzca cual muñequito de aparador.
Es
como lo que ocurre con Lagrimita, el distinguido y culto bufón que ha
hecho las delicias de chicos y grandes en la televisión, que al hacer
pública su decisión de buscar la alcaldía de Guadalajara le ha costado
un linchamiento generalizado por parte de la opinocracia nacional, que
es un dechado de tolerancia. O sea, hagan de cuenta que el lugar es
intocable porque ha sido símbolo de la probidad y la inteligencia
emocional, sucursal del liceo francés donde abrevan los bravos y los
émulos de Marco Tulio Cicerón, cuando la verdad ha sido de manera
reiterada usufructuado por un tropa de impresentables a la manera de un
circo de tres pistas, igualito que la mayoría de los municipios del
México de mis narcorecuerdos.
Digo,
no es que Lagrimita sea lumbrera del pensamiento político posmoderno de
avanzadas urgencias democratizadoras, pero tiene el derecho a aspirar a
un puesto de elección popular. El mismo que le asiste a un chupulinzote
polaco a aspirar a detentar el monopolio de las curules. Además, el
distinguido arlequín tiene el mejor slogan de campaña del momento:
“Voten por el payaso correcto”.
Algo que no
pueden opacar ni todo el melodrama publicitario del PRI, ni las
autocomplacencias onanistas del Verde Ecologistas ni los aburridos mea culpagritones del PAN ni las infamias narrativas del PRD, que son peor que Sabadazo.
¿Por
qué?, porque es una lógica irrebatible: que los votantes se alejen de
los payasos improvisados que los han venido gobernando y que acudan a
los verdaderos profesionales, que tienen el background, el know how y el why not? de tan difícil oficio.
La
ventaja de Lagrimita, además de que siempre dirá “¡qué barato, qué
barato!”, es que sus cachetadas siempre serán con guante blanco.
jairo.calixto@milenio.com
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