Nestora está encarcelada e incomunicada por oponerse al crimen
organizado y a la corrupción gubernamental. Es una presa política
Su historia es una de ésas que superan la ficción.
Si alguien la hubiera escrito y propuesto como novela, el editor
probablemente la habría rechazado por demasiado imaginativa y poco
realista.
A ver: perdió a su madre a los 11, se casó a los 16, tuvo tres hijas y a
los 20 emigra a Estados Unidos donde trabaja de sirvienta, niñera y
mesera; pero se hace ciudadana estadounidense, se casa otra vez y reside
en Washington.
Sólo que no olvida ni a su pueblo ni a sus niñas y regresa con
frecuencia a la pobreza cotidiana de Olinalá, en Guerrero; sí, ahí donde
se fabrican las hermosas y floreadas cajitas esmaltadas a las que ahora
los artesanos tienen que echarle gotitas aromáticas, porque los
talamontes ya acabaron con los preciosos árboles de linaloe.
Empezó llevando ropa y comida. Cada vez más comprometida no sólo con la
miseria, sino con las víctimas de los crímenes violentos y la corrupción
política.
Así que, de activista comunitaria, pasó a convertirse por voluntad
popular en la Comandanta Nestora, apoyada en la Ley Estatal 701 y en el
artículo 2-A de la Constitución que garantizan el derecho de los pueblos
indígenas al autogobierno y la autodefensa, el cual incluye la
formación de fuerzas policiacas y la operación de Casas de Justicia
populares para reeducar delincuentes en la Costa Chica. Un lugar donde
los levantones de jóvenes y la violación de muchachas por sicarios del
crimen organizado son cosa de todos los días.
Fue tal el impacto de la gestión de Nestora que en sólo 10 meses bajó
90% la tasa de criminalidad y no se registró ningún homicidio, además de
que logró expulsar del pueblo a los narcos del cártel regional de “Los
Rojos”.
Así que todo iba bien, hasta que se descompuso el 21 de agosto de 2013,
cuando en un operativo inédito y sin una orden de arresto Nestora fue
detenida por un centenar de soldados y federales y llevada en caliente a
la cárcel de máxima seguridad de El Rincón, en Tepic, Nayarit, a
cientos de kilómetros de su pueblo.
La acusación no se sostiene. Proviene de una denuncia de un síndico
corrupto y robavacas y los familiares de tres jovencitas que traficaban
drogas, quienes fueron llevados por los comunitarios a la Casa de
Justicia de El Paraíso.
Nestora fue acusada de secuestro. Una palabra maldita para algunos
activistas que la han padecido en carne propia junto con el asesinato de
sus hijos; algo antinatural y execrable, pero que no justifica en modo
alguno el encono contra una luchadora social indígena a quien ya le
endilgan hasta 50 secuestros.
La secuestrada es ella. La víctima es ella. Y no es la primera en un
estado con una historia horrorosa de represión y barbarie: donde los 16
campesinos masacrados de Aguas Blancas fueron acusados de insurrectos y
de portación de armas que les sembraron; donde Valentina Rosendo e Inés
Fernández fueron violadas por una docena de soldados; donde a los
campesinos ecologistas Rodolfo Montiel y Teodoro Cabrera les sembraron
mariguana y los metieron a la cárcel por años.
Nestora está encarcelada e incomunicada por oponerse al crimen
organizado y a la corrupción gubernamental. Es una presa política. Por
lo tanto debe quedar libre cuanto antes. A pesar de los que están detrás
de su prisión injusta.
ddn_rocha@hotmail.com
Leído en http://www.zocalo.com.mx/seccion/opinion-articulo/yo-soy-nestora-1421825424
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