El sábado pasado se asomaron los riesgos políticos de lo que pueden ser las redes sociales si, quienes tienen responsabilidades públicas, las usan mal. En la cuenta de twitter del PRI se informó de la muerte del ex presidente Miguel de la Madrid, cuya fuente fue la misma que llevó a que varios gobernadores, en la misma plataforma a presentar sus condolencias. El mismo presidente Felipe Calderón hizo lo mismo, sin saberse cuál era su fuente de información.
La muerte de De la Madrid, enfermo crónico con enfisema pulmonar, era verosímil. Tras twitter, la información apareció en los portales de los diarios, hasta que el propio Presidente frenó todo con una corrección: no ha muerto. ¿Qué sucedió? Algunos responsabilizaron a twitter, pero como otros usuarios comentaron, fueron los periodistas quienes contribuyeron a que la versión se esparciera en forma viral al darle veracidad, al difundirla en sus cuentas personales.
Quien esto escribe publicó: “Reportan desde el PRI la muerte del ex presidente Miguel de la Madrid”. Más allá que se haya citado la fuente original de donde surgió todo, este post, como aquellos de periodistas que no citaron ninguna, contribuimos a la desinformación al no haber reconfirmado tan importante noticia. En algunos casos, como quien esto escribe, pudo haber sido porque la información provenía de una fuente de alta calidad que, además, tiene nexos con la familia De la Madrid. Pero no puede ser disculpa, sino aprendizaje.
No se sabe exactamente qué sucedió, aunque el PRI, horas después de que corriera la información, emitió un boletín de prensa donde aseguró que la cuenta de twitter donde se informó de la muerte, no pertenecía al partido, aunque en contradicción, el desmentido usó la misma cuenta.
El no deslinde en su momento y la manera como los gobernadores y el Presidente tomaron la información como cierta, sugieren que sí hubo una fuente confiable que por alguna razón se equivocó, y que al ser difundida por personas que tienen acceso a ese tipo de información de calidad, no hubo verificaciones adicionales y se dio un error colectivo.
Los políticos arrastraron a los periodistas, y las redes sociales, twitter en particular, magnificaron el suceso. Aquí está la lección. Para los periodistas, periodismo básico, como enseñaba René Arteaga, un gran periodista salvadoreño que llegó a México huyendo de las dictaduras centroamericanas. “Cuando te mienten la madre –decía-, chécalo, porque puede ser mentira”.
Es decir, la velocidad de la información y la forma como se esparce tiene que ser atajada. No es la red social, que al final de cuentas es el mensajero, sino quién aporta la información originalmente y cómo se corrobora con una fuente adicional. Los periodistas deberíamos saberlo, y este episodio obliga a replantearse individualmente nuevos controles de calidad de información. La red social no tiene obligación de veracidad ni rendición de cuentas; los medios de comunicación sí.
En el caso de los políticos, está en el origen de haber difundido una información equivocada. ¿Quién aportó la información? ¿dónde está el equipo que corrobora ese tipo de noticias? Esto es en lo estructural, pero en lo operativo obliga al PRI –y a reflexionar a los demás los actores políticos-, a explorar cómo involucrarse en la revolución informativa multinivel y horizontal que se vive, que tiene una velocidad endemoniada que es muy peligrosa.
Esta acción requiere, como en la física, una reacción: equipos de prensa más ágiles, especializados en nuevos medios y redes sociales, que entiendan las diferentes audiencias y sus encrucijadas, el del mundo real mezclado con el virtual donde cohabita una comunidad de herederos de los medios viejos y usuarios de los nuevos.
La muerte falsa de un ex Presidente, tan triste y lamentable para su familia y cercanos, no afecta al conjunto de la sociedad. Por eso es llamada de atención y aprendizaje. Las redes son una gran herramienta de comunicación, todavía no madura para serlo también de información. Es libre, y por lo tanto, sujetas a todo tipo de insumos, reales, falsos, desinteresados, y tendenciosos. La lección del sábado obliga en colocar en su dimensión a las redes y saber que, por más importantes y fascinantes que sean, no son ni el todo ni la herramienta para tomar decisiones. Al contrario, si no se entienden bien, las puede alterar en prejuicio de las mayorías.
Lo mismo en http://www.vanguardia.com.mx/lamuertedelpresidente-1175253-columna.html
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