Por meses, el mayor obstáculo para tener completo el Consejo General del Instituto Federal Electoral había sido el empecinamiento priista, en este caso asociado con la voluntad de Enrique Peña Nieto y su equipo.
Había una especie de tranquilidad que el instituto podía llegar a las elecciones del próximo año incompleto, pero una decisión del Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación amenazó al Congreso con que lo hiciera antes del 15 de diciembre, e insinuó que de no hacerlo podrían hasta ser nombrados desde los tribunales.
Lo que sucedió en los días siguientes fue un procedimiento que faltó en sentido estricto a lo establecido en las normas —incluida la Constitución, que dice que la elección de los consejeros se debe hacer “previa realización de una amplia consulta a la sociedad”—, el procedimiento fue poco, o nada, transparente y se saltó todo procedimiento legislativo acordado, por no decir que se mofó un poco de los ciudadanos que se habían inscrito para ser considerados.
Pero fue eficiente. Y hoy es celebrado en sus resultados.
Si los legisladores peñistas eran quienes obstaculizaban el acuerdo, había que hablar con Peña. En una mesa se sentaron Roberto Gil, secretario particular del Presidente; Luis Videgaray, el hombre más cercano a Enrique Peña Nieto, y Armando Ríos Piter, líder de los perredistas en la Cámara de Diputados. Los tres itamitas, de buena relación entre ellos, tuvieron la ocurrencia que desenredó el entuerto.
Pidieron a cuatro personajes que propusieran los nombres. El peso de los cuatro y el hecho de que fuera un acuerdo entre ellos blindaría a los candidatos. Así, se consultó a Cuauhtémoc Cárdenas, José Narro, Jorge Carpizo y José Francisco Paoli. Los notables propusieron tres nombres. De entre los propuestos, Clara Jusidman declinó por razones personales, se sustituyó ese nombre por otro y quedaron los tres que fueron llevados al pleno de la Cámara y aprobados de manera exprés, no sin que antes uno de los candidatos, Sergio García Ramírez, sufriera un embate —muchos creen que desde el mismo PRI— en voz de su ex mujer con asuntos privados.
¿Qué nos dice el procedimiento?
¿Cómo es que en dos semanas se destrabó lo trabado año y medio?
¿Fue la presión de la Corte? ¿Fue haber sacado la negociación de su espacio legal y formal —la Cámara? ¿Fue el carácter de los negociadores y su cercanía con los verdaderos tomadores de decisión en los partidos? ¿Fueron los notables?
¿Qué hizo que el PRI de Peña Nieto cediera a su pretensión de llenar dos de los tres asientos vacantes?
En las semanas y meses que se nos vienen, las fuerzas políticas van a necesitar puentes para conversar. Los calores de la campaña, los ataques tendrán un eco público, pero se necesitan vías privadas para negociar asuntos de importancia —la seguridad, el narco y las campañas, por ejemplo.
Lo sucedido con los consejeros puede ser una fórmula.
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