sábado, 23 de junio de 2012

Juan José Huerta - Mi pesimismo optimista

Juan José Huerta
A escasos 10 días de la jornada electoral del 1º de julio, y en el contexto de la recién Cumbre del Grupo de los 20, en Los Cabos, Baja California Sur, se multiplican en México las opiniones de funcionarios gubernamentales, empresarios y analistas acerca de que no se prevén situaciones de desestabilización económica en nuestro país. En palabras de la Confederación de Cámaras Industriales, “ni en las finanzas públicas, la deuda pública, la inflación o en las tasas de interés, se perciben señales que hagan tambalear la estabilidad macroeconómica… aun con los episodios de inestabilidad en los mercados financieros globales”. El gobernador del Banco de México, Agustín Carstens, dijo: “si las cosas no llegan a un nivel catastrófico en Europa vamos a tener volatilidad en los mercados, pero siempre los fuertes fundamentos en la economía mexicana, mantendrán la estabilidad en el mercado mexicano”. En el “Tablero de México”, exposición preliminar del grado de cumplimiento de nuestro país de recomendaciones de política del G-20 en 16 rubros económicos, empresarios mexicanos no detectaron ningún “foco rojo” y solamente 4 “focos amarillos” (Maricarmen Cortés, El Universal, 19jun12).

Pues muy bien que así sea, a nadie conviene que nuestro país entre en una nueva crisis o desaceleración económica, pues bastante ya hemos tenido recientemente desde que se desató la Gran Recesión del 2008 …Y sin embargo… no parece de ninguna manera prudente que sigamos con la inerte política económica aplicada, por más aplausos ortodoxos que acarree, ya que está enfocada principalmente a la creación de empleos de maquila, mal pagados e insuficientes para la tremenda fuerza laboral mexicana, en tanto que los bienes que son producidos dependen fuertemente de la demanda externa, principalmente de Estados Unidos. En los mejores años de este sexenio nuestra economía apenas crea medio millón de empleos formales, menos de la mitad de los que se requieren, por lo que los buscadores de trabajo tienen que luchar por algún ingreso en la economía informal, sin prestaciones y sin seguridad social, en un sector que mal emplea ya a la mitad de la fuerza total de trabajo. Desde 2005 a la fecha, el salario real, de por sí muy bajo, apenas ha crecido en términos reales 0.4 por ciento al año. El mercado interno sigue, en consecuencia, permanentemente deprimido, y no se crean alicientes para la inversión nacional, por lo que seguimos con el modelo de tratar a toda costa de que sea la inversión extranjera el motor de la economía.

Aparte de la economía informal, otra válvula de escape para los mexicanos que buscan trabajo sin encontrarlo era, por supuesto, la emigración a Estados Unidos, con todos los peligros y el sufrimiento familiar que ello significa. Pues bien, la situación migratoria ha cambiado; a partir del 2007 se ha ido reduciendo fuertemente la emigración de mexicanos a Estados Unidos, ya sea por la mala situación económica allá o por las políticas restrictivas que hacen mucho más difícil y más oneroso a los migrantes permanecer y encontrar trabajo en ese país. Aún más, en total, 1.4 millones de mexicanos —incluidos alrededor de 300 mil niños nacidos en Estados Unidos— se movieron a México entre 2005 y 2010… y el flujo no está disminuyendo” (American Children, Now Struggling to Adjust to Life in Mexico, artículo de Damien Cave, New York Times, 18jun12). ¿Cómo va a dar la economía mexicana trabajo digno a toda esta gente?

En la rama de producción agrícola andamos mal, por supuesto; en 2011, se redujo en 17.6 por ciento en promedio la producción, respecto a 2010, de cinco granos básicos, maíz, frijol, trigo, arroz y sorgo, en primer lugar la de frijol, en 50.6 por ciento, y en segundo lugar la de maíz, 23 por ciento. Claro, las importaciones se disparan, las de maíz aumentaron 113.8 por ciento en el primer trimestre de 2012 respecto al mismo periodo del año anterior (La Jornada, 11jun12). Total, la autosuficiencia alimentaria sigue en riesgo, y con la tremenda sequía que por dos años ha agobiado a muchos estados empeora la situación, con 48 millones de mexicanos afectados (informa el INEGI), los campos de labrantío convertidos en desiertos, la muerte de cientos de miles de cabezas de ganado, los pueblos abandonados, graves desgracias que, por lo que se ve, no impresionan a los que, desde su alta investidura oficial, deberían estar al frente de una movilización masiva de la sociedad para tratar en todo lo posible de aliviarlas.

Pero, eso sí, en Los Pinos se destaca que el presidente Felipe Calderón, como presidente de la reunión en Los Cabos del Grupo de los 20, “puso sobre la mesa el tema de la Seguridad Alimentaria ante el hecho de que hoy en día más de mil millones de personas en todo el mundo padecen hambre y desnutrición”, por lo que los líderes del G-20 decidieron “promover una mayor inversión público-privada en agricultura y desarrollar la tecnología para incrementar la productividad…”. ¡Ah, si tan sólo el gobierno federal pusiera en la atención a la sequía en México la mitad del tesón que pone en la autopromoción y propaganda de sus labores!

Son notables, asimismo, nuestras fallas y rezagos en relación a la distribución más equitativa del ingreso nacional, con lo que la desigualdad económica es un lastre que no deja avanzar al país; en educación millones de jóvenes no encuentran la oportunidad de seguir sus estudios casi desde la secundaria; es apremiante una lucha verdadera contra la corrupción, que sigue tan campante. En materia de exploración, inversión y administración, se deja debilitar cada vez más a Pemex, el gran financiador del gobierno federal. ¿Qué pasará si siguen bajando los precios promedio de la mezcla mexicana de exportación de petróleo crudo?

Sí, México es sin duda un gran país, con un gran potencial económico, que necesita con urgencia, sin embargo, ser mucho mejor administrado y conducido. Claro que hay potencial, pero cuando cese la inseguridad; se promueva el campo, una nueva política industrial, se den buenos salarios, se promueva la igualdad económica y social. El Centro de Estudios Económicos el Sector Privado, nos informa La Crónica (reportaje de Lindsay H. Esquivel, 18jun12), “considera que son necesarios cambios adicionales que propicien tasas más elevadas de crecimiento de la economía, que fortalezcan la posibilidad de aumentar los puestos de trabajo en el sector formal de la economía, con sus consecuentes beneficios, como mejores salarios, seguridad social y planes de retiro… (también) consideró urgente de que la economía siga creciendo, pero para lograrlo es vital mantener la estabilidad macroeconómica, mejorar la distribución del ingreso y acelerar el ritmo de crecimiento”. Aún con matices para insistir en la estabilización, prácticamente lo mismo recomiendan los líderes del G-20 en su Declaración de Los Cabos: “combatir el desempleo a través de reformas del mercado laboral que fomenten el empleo digno y los trabajos de calidad –con derechos laborales, cobertura de seguridad social y salarios dignos–, en especial para los jóvenes y otros grupos vulnerables, que han sido severamente lastimados por la crisis económica”. Igualmente recomiendan invertir en obras públicas y usar la innovación, la educación y la inversión en infraestructura para impulsar el crecimiento económico.

Ahí, en todos esos lineamientos, está la clave de una nueva estrategia de desarrollo para nuestro país, ya no como exportador de mano de obra barata, sino como una economía consolidada y autosostenible. En suma, podemos ser optimistas si ante los desafíos presentes y los riesgos que se vislumbran, el nuevo gobierno que los mexicanos elegiremos el 1º de julio toma la senda de un manejo económico a la vez más eficiente, más audaz y con visión de largo plazo.

huertajj02@hotmail.com

Leído en: http://www.cronica.com.mx/notaOpinion.php?id_nota=670827

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