Durante muchos años nos han vendido que proteger a los sindicatos es lo mismo que proteger a los trabajadores. Nada más falso. De igual manera nos han insistido que la “flexibilidad laboral” generará empleos, algo que está por verse. Lo que es innegable es que la legislación actual está alejadísima de la realidad del mercado laboral y que los mayores beneficiarios del laberinto burocrático del trabajo son los sindicatos y los abogados, y no los trabajadores.
La reforma laboral que se está planteando está muy lejos de ser la que requiere el país. Un reforma de fondo tendría que venir acompañada con otra más a la seguridad social para quitarle al empleo la carga social y que todo mexicano, por el solo hecho de serlo, tenga acceso universal a salud y educación independientemente de sus vinculación laboral, y por lo tanto una reforma fiscal que soporte dicha reforma social. El gran problema para la creación de empleo en México no es la flexibilidad, que está dada de facto con riesgo para el patrón sí, pero sobre todo con injusticias permanentes para los trabajadores. Hay que abaratar la creación de empleo, ésa es la única forma de que este país pueda darle trabajo a cientos de miles de jóvenes que cada año se incorporan a la población económicamente activa y que ante la falta de oportunidades se van al mercado informal o, peor, a la delincuencia organizada. Para que eso suceda debemos dejar de pensar en el empleo como la forma privilegiada de acceso a la seguridad social. Pero sobre todo, debemos dejar de ver a los trabajadores como la carne de cañón de los sindicatos.
El inenarrable Joaquín Gamboa Pascoe dijo textualmente: “Quienes piden transparencia a los sindicatos lo hacen porque creen que los líderes somos idiotas” (en realidad utilizó un sinónimo más bonito). La verdad es que nadie cree que los líderes sean idiotas, lo que sí creemos la mayoría de los mexicanos es que muchos de ellos son unos abusivos (¿debería también yo usar un sinónimo más bonito?) que viven como los más ricos representando a los más pobres. Pero, sobre todo, que las cuotas obligatorias en los sindicatos gubernamentales y la cláusula de exclusión van contra la libertad sindical y contra los derechos elementales del trabajador.
Los jóvenes, y no lo líderes sindicales ni los patrones, deben ser el objeto de la reforma. Si los legisladores salen, como todo parece indicar, con una reforma light, descafeinada, se habrá perdido una gran oportunidad para el país para transformar la estructura política de los sindicatos, pero sobre todo la oportunidad de darle futuro a una generación que hoy vive en la desesperanza.
Leído en: http://opinion.informador.com.mx/Columnas/2012/09/21/reforma-laboral-%C2%BFpara-quien/
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