martes, 25 de septiembre de 2012

Francisco Rodríguez - Reforma laboral igual a crisis

Francisco Rodríguez
Durante su campaña electoral el hoy presidente electo Enrique Peña arengó en infinidad de ocasiones sobre la necesidad de que no sólo hubiese más empleos sino que, además, estos fuesen efectivamente remunerativos. Entre sus cercanos, además, se insistía en el propósito que el mexiquense tenía de recrear en México un mercado interno, tras el fracaso de los tecnócratas que durante los últimos 30 años le apostaron al mercado internacional. Sonaba bien. 

La terca realidad, empero, dejó ya aquello en meros buenos propósitos. Porque a Peña Nieto se le ha atravesado la reforma laboral que, con fines electoreros, él mismo pospuso en la Legislatura anterior. Sabedor de que producirá más desempleo y pobreza ha debido aceptar que --ya en la agonía de su ocupación en Los Pinos-- Felipe Calderón la haya presentado como iniciativa preferente y haya obligado a los nuevos congresistas a discutirla antes de que este mes concluya. 




La reforma laboral en cuestión, calca casi idéntica de otras que ya se han aplicado en naciones que ahora mismo están en crisis, falla en su diagnóstico y propósitos. No creará más empleos. Menos aún los hará remunerativos. No es la que ahora se discute una reforma para crear empleos, sino para facilitar los despidos. 

Para ayudar a la creación de nuevos puestos de trabajo, harían falta medidas efectivas para impulsar la creación de empleos de calidad, a los que debería aspirar la economía mexicana si queremos que la productividad sea uno de los motores del crecimiento y un factor de mejora efectiva de nuestra competitividad. 

Tal y como fue enviada por Calderón a las Cámaras, la reforma laboral es un detonante que puede agravar la de por sí ya precaria situación de la economía mexicana, inmersa en los albores de una nueva y tal vez definitiva crisis financiera mundial. 

En primer lugar, los cambios normativos facilitan la reducción de salarios, con lo que cabe esperar que se produzcan dos efectos: 

a) en el corto plazo, la caída de salarios provocará una caída de los ingresos disponibles de las familias, lo que se traducirá en una contracción del consumo y consecuentemente en una caída del PIB; b) a mediano y largo plazo, esta reducción de salarios puede mejorar la competitividad, siempre y cuando esa caída no se compense con un aumento de márgenes empresariales y se traslade a un descenso de precios. En todo caso, para que tuviera un efecto decisivo sobre el crecimiento debería acompañarse de otras políticas para aumentar la productividad, verdadera clave de la competitividad (por ejemplo, apostando firmemente por la innovación y por sectores estratégicos con fuerte vocación exportadora). 

En segundo lugar, esta reforma facilita la extinción de la relación laboral por causas económicas y abarata el despido. En una coyuntura como la actual, en la que ya se está produciendo una nueva contracción de la economía, esta flexibilización interna podría ser utilizada por las empresas para aumentar el número de despidos y con ello agravar el deterioro del mercado laboral. Y en tercer lugar, las previsiones de déficit público del Gobierno adolecen de una carencia evidente, ya que no contemplan los efectos negativos derivados de la reforma laboral y que se manifestarán, por un lado, en la caída de la recaudación de los ingresos tributarios (ISR e IVA) asociados al empeoramiento tanto de los ingresos como de la capacidad de gasto de las familias. 

Bonita herencia le prepara así Calderón a Peña Nieto. 

Nada de que podrá cumplir sus compromisos de campaña: más empleos y bien remunerados. 

También tendrá menores ingresos en las arcas públicas, pues con menores ingresos –incluso sin ellos--, las familias dejarán de consumir y bajará la recaudación más significativa e importante que es la del IVA. Es momento de consensuar medidas, y tanto trabajadores como sus empresas seguramente estarían dispuestos a aceptar medidas excepcionales en sus relaciones laborales en aras de mantener el empleo. 

Pero imponer medidas unilaterales, que rompen el equilibrio del mercado de trabajo aparentemente a favor de las empresas –aparentemente, vale subrayar-- y que van a provocar bajas generalizadas de salarios y destrucción de empleos, sólo va a inducir efectos económicos adversos y el estallido de un descontento social que lleva fraguándose ya muchos años, ¿no cree usted? 

Índice Flamígero: Solicito su amable permiso para ausentarme una semana de este espacio, al que retornaré el próximo martes 2 de octubre que, claro, no se olvida. Faltarán entonces 60 días para que llegue a su término la fallida y antilaboral Administración de Calderón, porque hoy todavía le faltan 67. Gracias. 

www.indicepolitico.com / pacorodriguez@journalist.com

Leído en: http://www.vanguardia.com.mx/reformalaboraligualacrisis-1381625-columna.html

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