Katia D`Artigues |
Es un hombre alto que ayer vestía un traje oscuro y una corbata roja; recto al caminar como suelen hacerlo los militares, sonriente, amable y hasta humilde para su fama, diría yo. En el hotel Four Seasons Aurelio Nuño, hombre del equipo cercano de Enrique Peña Nieto de inmediato lo reconoció y lo saludó, pero bien hubiera podido pasar desapercibido para muchos —aun— en México. Se trata del general Óscar Adolfo Naranjo Trujillo, el mítico exdirector de la Policía Nacional de Colombia —reconocido como “el mejor policía del mundo” en el 2010 por la Asociación Internacional de Jefes de Policía— que ahora es “asesor externo” en materia de seguridad del Presidente electo, situación por la que se ha dado mucha polémica… y celos.
Pero no sólo eso. Naranjo fue presentado el viernes pasado como el director del recién nacido Instituto Latinoamericano de Ciudadanía del Tec de Monterrey.
Un policía, militar, dirigiendo una instancia que se propone, según una nota difundida por el mismo Tec, “fungir como interlocutor entre los ciudadanos, instituciones y gobierno para ‘humanizar la ciudadanía y revalorizar el concepto de ciudadano por medio de una instancia incluyente y neutral que impulse la participación y responsabilidad ciudadana’”.
Suena raro, sí, pero Naranjo sostiene que nada hay más ciudadano que la policía. De hecho comparten raíz: “polis”, ciudad.
Tras su renuncia este mismo año ante el presidente Juan Manuel Santos, Naranjo comenzó a colaborar con el Banco Interamericano de Desarrollo precisamente en estos temas, como consultor de la Iniciativa de Seguridad Ciudadana (Citizen Security Initiative): un sistema de intercambio de información entre países sobre maneras para combatir el crimen y la violencia. Además de que ahora asesora al mismo Santos para lograr un sueño largamente buscado: la negociación de la paz con las FARC, Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia.
Hombre admirado y temido en Colombia, a Naranjo se le reconoce que profesionalizó la policía, creó un verdadero sistema de inteligencia, logró la caída de muchos capos del narco además de jefes guerrilleros y paramilitares (que en ese país están asociados) y ojo: que bajó la tasa de muertes violentas de 80 y tantas por cada 100 mil habitantes a 31; el nivel más bajo en 27 años. Y es justo este último tema por el que Peña Nieto lo valora tanto en su equipo: bajar la violencia, lo ha dicho, es el número uno en su lista de prioridades sin dejar de combatir a los delincuentes.
En México, lo ha dicho Felipe Calderón hasta el cansancio, pero no permea, tenemos 24 homicidios por cada 100 mil personas; cifra menor a la de muchos países. Claro, en promedio nacional… en Chihuahua, el año pasado, se reportaron 131 por cada 100 mil.
Pero un dato adicional: al iniciar el sexenio eran ocho por cada 100 mil. Por lo pronto, en su labor como asesor, Naranjo se da permiso hasta de bromear. En la presentación del instituto que dirigirá, dijo que “no hay nada más odioso” que un asesor externo y que él incluso los “padeció”. Pero también dijo que bastó con que los narcos mexicanos supieran que venía a México para que se “desatara una campaña de desprestigio que nunca se dio en el pasado”.
El que tuvo una gran fiesta este sábado 22 fue el almirante secretario de Marina, Mariano Saynez Mendoza. Dos días antes cumplió nada menos que 70 años y su esposa, María del Carmen Ruiz Durán, echó la casa por la ventana. El festejo fue una comida en el Casino Naval, donde todo estaba decorado con motivos marineros: en las mesas cascos viejos de buzo, timones o barcos. Hasta los cojines de las sillas y por supuesto el ancla que adorna la cubertería del lugar. Algo así como Acapulco, pero en el jardín.
La comida fue mar y tierra, un bufete. Lo mismo cortes argentinos que viandas de mar y los invitados, unas 500 personas.
La gran mayoría eran, por supuesto, jefes de la Marina, de las distintas zonas navales y claro, algunos políticos. Aunque se esperaba que fuera Margarita Zavala, a la mera hora no llegó, pero sí Javier Lozano muy puntual, Salmón Chertorivski, Marisela Morales (tarde y en jeans), Ernesto Cordero (el más sencillo y afable de todos), “El Negro” Elizondo, el empresario Olegario Vázquez Raña y Alejandra Sota, quien llegó muy tarde. En la mesa de honor, Joaquín López Dóriga.
El que más equipo de seguridad llevaba era… Norberto Rivera Carrera, el cardenal. Hasta entraron con él al lugar.
Brindaron con Moët Chandon por la vida del almirante y el mariachi de la Armada le cantó las mañanitas.
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